La trayectoria histórica del santuario de la Patrona de Guadalcanal es
bien conocida en sus líneas generales gracias a la clásica monografía que al
mismo le dedicó el presbítero Antonio Muñoz Torrado[1],
beneficiado de la Catedral
de Sevilla y estudioso de la historia eclesiástica hispalense. Esta historia de
la Virgen de
Guaditoca sirvió de base para la obra del mismo tema del estudioso local Pedro
Porras Ibáñez[2],
donde se da entrada a la leyenda y la evocación literaria sobre la base de las
noticias documentales suministradas por Muñoz Torrado. Así pues plantearemos
aquí una apretada síntesis de los datos que ambas obras nos brindan.
Como en otros casos similares, el origen de la devoción se vincula
a la aparición de la imagen de la
Virgen en el paraje denominado de la Vega del Encinal, cercano a
un arroyo. La advocación escogida, Guaditoca, es topónimo con raíces islámicas,
cuyo significado ha recibido diversas explicaciones, pero parece vincularse en
opinión de Muñoz Torrado a la raíz “vadi” – río en árabe – y “tdaika”, que
significa angostura, estrechez, aludiendo tal vez a las características
morfológicas del lugar donde la leyenda ubica la milagrosa aparición. Incierta
también es la cronología de la leyenda, como sucede en este tipo de relatos,
aunque el estilo gótico de la primitiva imagen destruida en 1936 y el hecho de
que en el lugar del Santuario se dividían los términos entre Guadalcanal y
Azuaga hasta el nuevo deslinde ordenado por el Infante Enrique de Aragón en
1428, invitan a pensar en unos orígenes bajomedievales de la primitiva ermita,
cerca de la cual se levantaría en época barroca el templo actual.
La devoción se fue incrementando y extendiéndose por poblaciones
vecinas como Azuaga, Berlanga, Valverde de Llerena y Ahillones, donde hubo
cofradías que peregrinaban a la ermita de Guaditoca, muy visitada por otra
parte dada su situación en el antiguo camino arriero que comunicaba Andalucía
con Extremadura. En este sentido es curioso señalar que el Niño de la Virgen de Guaditoca,
denominado popularmente “el Bellotero” goza
todavía de gran devoción en la vecina Valverde de Llerena, donde se considera
como su Patrono y a la que se traslada su imagen para permanecer allí cierto
periodo del año.
La curva ascendente de la devoción se hallaba plenamente
consolidada en el siglo XVII, momento en el que entra en escena un importante
personaje, Don Alonso Carranco de Ortega, nacido en Guadalcanal en 1586 y
casado con Doña Beatriz de la
Rica. Este bienhechor,
acaudalado y propietario de tierras en el pago de los Berriales,
lindantes con la vieja ermita, asumió la iniciativa de contribuir a la
edificación de un nuevo templo, cuya fecha de inicio se desconoce pero en el
que se trabajaba con seguridad en 1638, concluyéndose la construcción en 1647,
según consta en una lápida situada en la fachada de la iglesia[3].
En opinión de Muñoz Torrado, el mecenazgo de Carranco de Ortega se limitó a la
nave de la iglesia y el presbiterio, siendo el camarín y la decoración pictórica mural costeadas por
la hermandad de Nuestra Señora de Guaditoca y la piedad de los devotos, aunque
en la documentación el mentor del nuevo templo lo considera como completa obra
suya, como lo expresa en su testamento al afirmar que “por mi devoción he hecho una iglesia a la Virgen Santísima
de Guaditoca”.
[1]MUÑOZ
TORRADO, Antonio: El Santuario de Nuestra
Señora de Guaditoca, Patrona de Guadalcanal: notas históricas. Sevilla,
1918. (Reedición, Ayuntamiento de Guadalcanal, 2003).
[2]PORRAS
IBAÑEZ, Pedro: Mi Señora de Guaditoca. Guadalcanal,
1970.
[3]El
texto, recogido por Muñoz Torrado, dice así: “A HONRA Y GLORIA DE DIOS Y DE SU
SANTISIMA MADRE HIZO ESTA OBRA DE ESTA SANTA CASA D. ALONSO CARRANCO DE ORTEGA
Y DOÑA BEATRIZ DE LA RICA SU
MUGER Y DE SU HAZIENDA. ACABOSE AÑO 1647” .
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