Puerta de entrada al Cementerio de San Francisco |
De las muchas veces que
he paseado en solitario, siempre tenía la impresión de poder encontrarme algún
monje franciscano, en cualquier recoveco del recinto, ya que el cementerio de
San Francisco de Guadalcanal, está construido en el solar que antes ocupó el
Convento de la Piedad ,
de la Orden de
San Francisco, y fue mandado hacer este cenobio a instancias del Comendador de
León D. Enrique Eríquez, nieto del Almirante Alonso Enríquez (natural éste último
de nuestra villa) y hermano de Dª Juana Enríquez esposa de Juan II de Aragón, madre
de Fernando el Católico, siendo por tanto el Comendador tío político de Isabel la Católica.
Lápida más antigua del Cementerio - Panteón familia Barragán |
En la visita que hemos realizado hemos encontrado como lápida más
antigua, la correspondiente a Josefa Barragán Vázquez, fallecida a los 21 años,
el 17 de septiembre de 1862, que se encuentra en el panteón descubierto de la
familia Barragán. Curiosamente en el mismo mausoleo aparecen otras cuatro
lápidas, una de Tomás Barragán Ruiz que murió el 14 de abril de 1867 y la de su
esposa María Vázquez Guerrero, que feneció el 30 de septiembre de 1883,
posiblemente los padres de Josefa. Junto a ellas, podemos ver en el mismo
lugar, la de Antonio Barragán Vázquez -hermano de Josefa- que murió el 19 de
enero de 1868, también a los 21 años. Por último encontramos la de un abuelo,
José Barragán Palacio y su nieto José Barragán García, fallecidos en 1867 y
1875 respectivamente. No nos puede extrañar estas muertes en tan temprana edad,
ya que la falta de salubridad en viviendas, agua, calles, hacía posible
enfermedades, que aunque hoy no hubieran sido mortales, en aquellas fechas que
todavía no se había descubierto la penicilina (Fleming 1928), cualquier
enfermedad infecciosa te llevaba a la tumba.
Sector K |
El cementerio ocupa una extensión de
4.292,28 M2 .
y tiene forma casi cuadrada, como podemos ver en la imagen inferior.
Los nichos circundan todo el perímetro y existen cinco calles interiores, así como panteones familiares y tumbas de particulares, distribuidos en diferentes sectores y zonas, según vemos en el cuadro de la parte inferior.
Para su construcción el día 10 de diciembre de 1854 se hizo la subasta de la obra, ya que el 22 de noviembre, el Gobernador Civil había ordenado la inmediata construcción del cementerio, desestimando la instancia hecha por López de Ayala, que no quería que se construyera en estos terrenos. Aquel año también se iniciaron las obras de empedrado de las calles y poner nombre y número a las casas.
Vista esquematizada del cementerio realizada por Úrsula Gómez Miguélez |
Para su construcción el día 10 de diciembre de 1854 se hizo la subasta de la obra, ya que el 22 de noviembre, el Gobernador Civil había ordenado la inmediata construcción del cementerio, desestimando la instancia hecha por López de Ayala, que no quería que se construyera en estos terrenos. Aquel año también se iniciaron las obras de empedrado de las calles y poner nombre y número a las casas.
Sector A derecha |
El dos de julio de 1855, el
Ayuntamiento recibió un escrito el Sr. Cura de la Parroquia de Santa Ana y
Arcipreste de la villa, en el que manifiesta “que reconocido el nuevo
cementerio y encontrándolo con las precisas circunstancias de solidez, decencia
y seguridad, deberá bendecirse en el día de mañana y horas de las seis de ella,
para cuya ceremonia y dar mayor solemnidad a este acto religioso, invita a la Municipalidad ”.
Seguimos
nuestro paseo por las calles donde se encuentran los nichos. Escogemos como
punto de partida los que están situados en el sector A y que son los más
antiguos. La primera lápida que encontramos es la de Rafael Caballero Ruiz, que dicho así
fríamente, quizás a muchos de los lectores no le suene el nombre de esta
persona que murió el 27 de diciembre de 1975. Rafael había venido de Fuentes de
Andalucía y se quedó en Guadalcanal. Según me comentaba su hija, allí tenía el
apodo de “Candelilla” y como no le gustaba ese mote, él mismo se puso el de
Rajamanta. De él decía el escritor y periodista Antonio Burgos en una Revista
de Guadalcanal que “…inventó el
pluriempleo en Guadalcanal, aparte de la tuba (era músico), hay que contar su palo con argolla para
coger perros sin vacunar, la cosa, lagarto, lagarto, de enterrador; los
pregones de pérdidas de pulseras y precio de tomates en la recién inaugurada
plaza de abastos…” Yo también lo recuerdo además en los desfiles de
Gigantes y Cabezudos de la feria, con los fuegos artificiales de la misma
fiesta y cada año esperábamos el carnaval, para ver con qué disfraz nos
sorprendía, sin olvidar al Herodes en alguna Cabalgata de Reyes Magos.
Curiosamente a esta persona que yo consideraba muy mayor en mi niñez y
juventud, ahora veo que murió a los sesenta años, cinco años más joven que yo.
En el
mismo sector encuentro la de José Chaves Álvarez, el que fuera mi primer y
único jefe que he tenido en Guadalcanal. Si de Rafael decía Burgos que fue el
primero en inventar el pluriempleo, no sé qué decirles de Pepe Chaves. Era Depositario
del Ayuntamiento por las mañanas, secretario de Sector J |
Se pusieron dos trabajadores fijos
en el Cementerio y estaban obligados a la inhumación y a la conducción desde la
casa mortuoria hasta el campo santo. Los derechos de sepultura eran: Por un
adulto, 10 reales por 10 años, por un párvulo, 6 reales. Antes se enterraban en
las iglesias y conventos con precios que iban de 3 a 24 reales. Actualmente se
paga 200 euros los diez primeros años y el mismo importe por apertura de los
mausoleos y 54 euros por las ampliaciones
de cinco años, si son nichos viejos y 66 euros si son nuevos. La apertura de
nichos y traslados de restos tiene una tasa de 30 euros. Los mismos importes se
pagan por los enterramientos o traslados en los panteones familiares.
Vamos a continuar la visita a nuestro cementerio. José Llinares
Llinares fue un médico que vino a Guadalcanal y que como otros muchos, se quedó
para siempre con nosotros. José Llinares está en un nicho, aunque la familia de
su esposa tiene un panteón. El 25 de febrero de 1933, aparece por primera vez su nombre en un acuerdo del
Ayuntamiento,nombrándole médico interino, aunque en noviembre del mismo año
aparece su cese por incorporación del titular. En diciembre se creó la Casa de
Socorro que estuvo en el
antiguo Hospital de la Caridad ,
y se nombró a José Llinares como titular, pero cosa curiosa, sin sueldo hasta
el próximo año. Pero sí cobro como sustituto de Rafael Folch Jon médico
titular, al que le concedieron un mes de licencia por asuntos propios. De nuevo
Antonio Burgos en una pincelada, nos habla de José Llinares en una Revista de
Guadalcanal de 1969: “…Don José Llinares (la guzzi aparcada junto a
la Capilla de
San Vicente, los calcetines blancos asomados en las piernas cruzadas) lo veía
todo como cualquier noche de verano…”
Efectivamente, así lo recuerdo yo, todos los días sentado en el Casino
después de haber realizado la visita a los enfermos que no podían ir a la
consulta y antes de ir a su casa en la calle López de Ayala, para ver al resto
de enfermos. Era el médico de mi familia y cuando me veía pasar delante de él
me llamaba y me decía: ¡Qué te he dicho yo!, el cuerpo recto para caminar, que
te vas a quedar doblado como un espárrago mocoso. Yo tuve mucha relación todo
el tiempo que estuve en Guadalcanal, ya que era el médico que atendía los
accidentes de la compañía que llevaba Pepe Chaves y pasaba muy a menudo por su
consulta para pagarle la minuta de los accidentes que atendía. No se me olvida
lo que decían la gente de él, y hace pocos días hablando con una persona mayor
–más mayor que yo- me decía: “…para las
embarazadas, era el mejor médico y además el único que se decidía a operarla si
el niño no venía bien. Él le decía al marido, mira, la cosa viene como viene, o
la coges en un coche y la llevas a Sevilla, y del puente de San Benito no pasa,
o la opero…” En los últimos tiempos cuando ya el asma le asfixiaba, siguió
realizando las operaciones, con una persona a su lado que le iba suministrando
su medicina, sin interrumpir la operación. Era un profesional muy bueno, no así
a la hora de cobrar sus minutas, ya que cuando murió, Pepe Chaves le gestionó
el cobro a su viuda, y os puedo asegurar que había cientos y cientos de
visitas, sin cobrar durante muchos años. Llinares fue enterrado el día de la inauguración de la feria y coincidió con el homenaje que hicieron a Ortega Valencia ese año, por lo que a prisas y corriendo hubo de buscarse acomodo a uno de los oficiales que venía, que estaba previsto se quedara en su casa.
Sector L |
Si me permiten, vamos a volver otra vez a uno de los
panteones antiguos, en este caso al de la familia Caballero. De esta familia, a
la única que recuerdo es a María Caballero, pero permitan que use a Juan
Collantes de Terán, que en la
Revista de Guadalcanal del año 1983, recordaba así a María
Caballero: “…cruzaba al atardecer, muy
menuda, la Plaza
camino de la Iglesia ,
por la acera del Ayuntamiento; muy breve el paso, de negro siempre y acompañada
la mayoría de las ocasiones, para prevenir una posible caída. Entraba en el
templo y llegaba al pie del altar mayor y en una reclinatorio blanco se
concentraba en sus oraciones…”.
Panteón familia Caballero - de Torres |
Años después cuando conocí la historia de
Guadalcanal, siempre que la recordaba me venía a la memoria aquélla otra
guadalcanalense que marchó a las américas, llamada María Ramos. María Caballero
había venido con sus padres de Riofrío, un pueblo de Granada. El padre ocupó el
puesto de secretario del Ayuntamiento durante muchos años. Es curioso, después
de tanto tiempo visitando nuestro cementerio y que no haya visto hasta ahora,
las historia que hay guardadas en él. En concreto en estas lápidas está casi la
biografía de esta familia, cuyo apellido pasó por Guadalcanal y en la
actualidad está casi extinguido. Creo que fueron tres hermanas: María, Rafaela
y Carmen. Las dos primeras se quedaron solteras y juntas vivieron en la calle
Santa Clara hasta su muerte. Debió de ser una familia muy culta, ya que Juan
Collantes en la citada revista decía: “…también
me mostraba viejas fotografías de reuniones y giras al campo, tal vez a La Torrecilla. Eran
aquellos apasionados galanes que acompañaban a muchachas vistosamente
encorsetadas con trajes hasta los pies y sonrisas que amarilleaban en el papel
de la fotografía. ¡Cuanta vida allí concentrada! ¡Cuantas ilusiones que se
perdieron para siempre!...”. Esas
fotografías que decía Juan Collantes siguen existiendo y gracias a mi amiga Mª
del Rosario Pérez he podido contemplarlas, así como otras de unas mujeres
lavando la ropa en el campo y el recinto de la feria de principios del siglo XX,
postales de Portugal, Vitoria, Italia... En el panteón como pueden ver en la
fotografía, aparece toda la familia. Carmen Caballero sí se caso y lo hizo con
Miguel de Torre Salvador, que como otros muchos vecinos, murió muy joven, a los
39 años. Miguel era hermano de otro personaje guadalcanalense: Juan Antonio de
Torre y Salvador “Micrófilo”, del que no encontraremos su lápida en este
cementerio, ya que fue enterrado en el cementerio civil, que ya no existe. Juan
Collantes también se preocupó de este escritor y de ello nos dejó constancia en
otra de las Revistas de Guadalcanal. «Hace algunos años Pedro Porras y yo, con la ayuda
de Rafael, el sepulturero, pudimos reconstruir trozo a trozo la lápida de
mármol que inútilmente, debido a la acción del tiempo, cerraba de mala forma
su sepultura. Entonces pudimos averiguar, según se expresa en la piedra, que
fue costeada como «tributo de amistad de D. Sebastián Gómez Ferreira». Era
entonces también lo que quedaba del recuerdo de un importante personaje de
Guadalcanal; y como ocurre con frecuencia, la trágica frecuencia de siempre,
en este caso la tierra no le fue leve en su tierra». Collantes termina diciendo: “…parece ser que pocos años antes de la guerra civil de 1936 se
quemaron los libros de su biblioteca, (vivió
en la calle Guaditoca, 6) por
considerarlos -los autores del incendio- nocivos para el orden público y las
buenas costumbres…”
Mi amigo José Mª Álvarez Blanco (el hijo de Pepe el de la Tienda) propuso hace mucho tiempo -y redactó un texto- en la Revista de Guadalcanal del año 1990 para poner un azulejo en la fachada de la Biblioteca Municipal, que creo recordar decía:
Mi amigo José Mª Álvarez Blanco (el hijo de Pepe el de la Tienda) propuso hace mucho tiempo -y redactó un texto- en la Revista de Guadalcanal del año 1990 para poner un azulejo en la fachada de la Biblioteca Municipal, que creo recordar decía:
En memoria de
JUAN ANTONIO TORRE Y SALVADOR
"MICRÓFILO" (1859-1902)
Periodista, poeta y folklorista
Autor de "Un capítulo del folk-lore guadalcanalense"
editado en Sevilla en 1891. Su pueblo agradecido.
Guadalcanal...
Como pueden ver, en cada lugar que miramos existe una historia. Cuántas puede haber en este cementerio de más de mil quinientas sepulturas.
Panteón familia López de Ayala |
En el centro panteón de la Iglesia y en el fondo el de la familia Barragán |
Lápidas de los padres del autor |
No sería de
bien nacido, sino les dedicara unas palabras a mis padres. Mi padre se llamó
Francisco Gómez Tomé, y hubiera cumplido cien años el pasado año, los mismos que mi madre. A la mayoría
de los que le conocieron es difícil que puedan localizar su enterramiento, ya
que todo el mundo lo conoció como Esteban el Municipal. ¿Qué ocurrió para que
le llamaran Esteban si era Francisco?. Resulta que antes, cuando un familiar o
vecino se ofrecía para apadrinar un niño, el padrino elegía el nombre, que
normalmente era el que él tenía. Lo que ocurriera con mi abuelo no he llegado a
saberlo, ya que le puso Francisco en el juzgado. Pero su primo Esteban Tomé se salió
con la suya, ya que toda la vida le han llamado Esteban. Entró de
municipal el dos de julio de 1940,
ganando 2.350 pesetas al año, (sí, no se ha equivocado en el cálculo querido lector), poco más de catorce
euros. Así que esto explica que no me pudiera pagar los estudios y que tuviera
que complementar el sueldo con ingresos varios, como reparar sillas de madera, ponerle
los asientos de anea, cobrar recibos de hermandades. etc., y así poder criar a
cuatro hijos. Fue un hombre bueno y no recuerdo de haber recibido ni una sola
bofetada de él. Curiosamente hace pocos meses encontré en mi casa un oficio del
Regimiento Infantería nº 6 de Sevilla, donde le concedían una Medalla de
Campaña, dos Cruz Roja del Mérito Militar y una Cruz Roja de Guerra. Nunca nos
contó lo de estas medallas y solamente una vez nos dijo que le habían herido en
la guerra. Mi madre Manuela Galván Espínola, era hija de un carpintero llamado
Manuel Galván Gómez y todo el mundo la conocía como Manolita la Sillera. También
compatibilizó las faenas de la casa, con la confección de asientos de aneas a
las sillas y criar a cuatro hijos, administrando el magro sueldo, que no es poco. Tenía otra faena, que
consistía en convencernos amablemente con la zapatilla, de lo bueno que era
dormir la siesta y estarse calladito. Puedo asegurar que el sistema funcionó
perfectamente.
Llego ya al último tramo del
cementerio, donde se han producido los enterramientos de los últimos años. Aquí
ya siento la proximidad que he tenido con la mayoría de los que van
apareciendo: Andrés Mirón, Plácido Cote, Antonio Luque, Antonio Romero, Antonio
Llano … todos más o menos de mi edad y que ahora forman parte de la historia de este
cementerio. No quiero alargar más este artículo, pero prometo hablarles de más historias de otros
personajes, que aunque se han quedado en el tintero, siguen estando muy cerca, como por ejemplo: Juan Campos, Pepe el de la
Tienda , Juliancito, Doña Paca, Don Alfonso, Pipolez, José Luis Barragán...
Panteón familia Collantes |
En varias ocasiones he aprovechado lo escrito por
Juan Collantes de Terán, para darles a conocer parte de la historia que les
estoy contando. Quisiera terminar esta visita hablándoles de él. Fue catedrático
de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Sevilla y miembro de número de la Real Academia de Buenas Letras
y se casó con Mª Carmen de la
Hera , motivo de su relación con Guadalcanal, a la que dedicó
muchos artículos en la Revista
que anualmente se publica. Collantes murió en Sevilla el jueves 18 de junio de
1987, -día del Corpus- y está enterrado en el panteón familiar en nuestro
cementerio. En la Revista
de 1970 decía precisamente hablando de este cementerio: “…estamos al final del trayecto; es
decir, al final de la vida. Es el camino que todos tenemos que recorrer. El
paseo es lento y silencioso, impregnado de la calma y tranquilidad definitiva.
El pueblo queda atrás, se va dejando atrás, poco a poco, y antes de rebasar las
últimos casas unos niños juegan a Piola siguiendo el hilo de las concatenaciones:
"San Isidro labrador, fue a la fuente y se ahogó..," La tarde, casi
morada, se llena de vencejos. Alguien viene de vuelta “no a la vida, al pueblo”
y el saludo es escueto: -Buenas... Los niños
siguen el juego: "muerto lo llevan por los tejados..," Con lentitud
la tarde entra en un ocaso definitivo y palidece. Ya estamos ante el blanco
muro y el ciprés erguido. Lejanas voces se escuchan muy distantes y se mezclan
con los ladridos de un perro. Rezo por los muertos del pueblo y pienso que debo
rezar también por los vivos.
Salida del cementerio |