En LXXVII, Guadalcanal le resulta insoportable, cuando Ayala va llegando a la cima de la gloria.
«Hace tres días que estoy en el seno de mi familia, y ya ves que a pesar del tumulto que en estos momentos me fatiga más que me halaga, no me olvido de complacer los caprichos de mi ausente negra. Todo lo que no es aquí mi familia, me es aquí molesto. Mi bello ideal en este momento sería irme al campo con mi madre y con mis hermanos; pero a un campo muy ancho, muy fresco y rodeado de una muralla como la de China. Mis paisanos, cuando me agasajan, me parecen aduladores; cuando me cumplimentan, envidiosos, y siempre tontos. La ausencia de cuatro años; lo que de mí han leído en los periódicos; las diferencias de gustos, costumbres e inclinaciones, todo contribuye a romper uno por uno los lazos de la mutua correspondencia, y ni ellos aciertan a armonizarse conmigo, ni yo con ellos. Ya ves que esta sociedad no debe serme muy agradable. Acuden en bandas a ver la corona; traen su ruda imaginación llena de relumbrones: y como la corona habla más al entendimiento que a los ojos, no pudiendo comprender los primores de su sencillez, se les quedó vacía la imaginación que venía preparada para el asombro. Todas la celebran; pero sospecho que a ninguna les gusta. Mi pobre madre ya tiene entretenimiento; todo el día explica diez o doce veces los atributos del esmalte. El oficio es monótono; pero según dice, no le cansa. Lo que sí la tiene horrorizada es la amenaza que ya me han hecho varios pueblos del distrito de venir en masa a saludarme. Trescientos hombres aproximadamente. Figúrate qué delicia. He visto con más sentimiento que sorpresa el fallo del jurado. Salas me manifestó la sospecha de que todo salió amasado del Ministerio; adjunto te remito el porte de una carta de Cánovas, que trata del asunto; si después de esas demostraciones de cariño me engañan, tendré que desconfiar de mí mismo.»
Recuérdese que con motivo del estreno de El tanto por ciento, en 18 de mayo de 1861, se rindió a Ayala un homenaje, un álbum de poesías y una corona de aro.
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En la LXXXII: «Mis hermanas me hablan mucho de ti; te están bordando un pañuelo.»
En la LXXXIII, parece que la actriz se ha molestado por haber entrado en negociaciones con Olona, y no con ella directamente para la representación del Alcalde
En la LXXXIV, aclara la identificación de Teodora:
«Mi querida morenita. Mi detención en Valladolid, y un fuerte constipado, que me invadió al entrar en este pueblo, han sida causa (aparte de mi pereza, que algo habrá influido y yo no niego), de que yo no te escriba hasta ahora, que habiendo oído que hay en Madrid algunos casos de cólera, tenga la inquietud que es natural por saber de ti y de tus hijos; y si en efecto la epidemia esta ahí, te estimaría mucho que, para no estar con cuidado, me escribieras con alguna frecuencia. Estoy zarzueleando a toda prisa para ponerme a trabajar en tu teatro. Aquí la vida es monótona, pero la mejor para hacer renglones desiguales. Supongo que la niña ni se acordará ya de que estuvo algo indispuesta. Dile a Ernesto que si quiere la carta de Elduayen, me averiguo si está en Madrid o dónde para. Vive cerca de tu hermana Bárbara, en la calle del Florín, si no me engaño, y en una casa de Beltrán de Lis.» La carta está escrita desde Castro-Urdiales.
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«He estado amagado de anginas; los baños de mar me han entonado mucho... »
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« Y para que veas que no me alimento de merengues, sé quererte y pienso en ti. ¿Para quién te parece que destino las dos pieles de dos soberbios venados que he matado en esta montería? La más grande para ti, y la más pequeña para tu colaboradora literaria, y además a la abuelita le mandaré la receta de cochifrito tan sabroso, que si acierta a darle buen punto, no volveréis a comer otra cosa en toda la vida.»
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«Estoy concluyendo el arreglo dichoso de las zarzuelas fiambres.» Ayala está en Irún.
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