—Naturalmente —dijo Cervantes.
O le falta al Amor conocimiento
o le sobra crueldad, o no es mi pena
igual a la ocasión que me condena
al género más duro de tormento.
Pero, si Amor es dios, es argumento
que nada ignora, y es razón muy buena
que un dios no sea cruel. Pues ¿quién ordena
el terrible dolor que adoro y siento?
Si digo que sois vos, Fili, no acierto,
que tanto mal en tanto bien no cabe
ni me viene del cielo esta ruina.
Presto habré de morir, que es lo más cierto:
que al mal de quien la causa no se sabe
milagro es acertar la medicina.
—Muy buenos versos —dijo Cervantes— ni Lope los hubiera escrito mejor, aunque no sea santo de mi devoción.
—Pues si le ha gustado la décima y el poema, puede quedárselos Vuesa Merced —le ofreció orgulloso el trovador.
—Gracias, buen amigo. Y si me preguntan, ¿quién digo que ha escrito este poema?
El poeta retirándose contestó:
—Diga que son de José Alba, un poeta de Guadalcanal. (49)
Cervantes se guardó la décima y el poema en su bolsillo mientras volvía a agradecer a su nuevo amigo el generoso detalle.
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(49) En el capítulo XXIII de Don Quijote de la Mancha, en la aventura de Sierra Morena, encuentran un librillo donde aparece este poema. (Nota del Editor)
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