—El martes de carnaval de 1476 se enfrentaron el Comendador de la Orden de Santiago don Alonso de Cárdenas, para quien fue la victoria y el general de los vencidos fue don Enrique de Guzmán, duque de Medina Sidonia y conde de Niebla, el hombre más poderoso de Andalucía en aquella época.
—Aunque realmente los habitantes de la villa fueron neutrales en la contienda y se limitaron a ayudar a unos u otros —aclaró Francisco Muñoz. (53)
En la plaza, frente al Palacio del Comendador en obras, el arrullo del agua que manaba del venero horadado en el suelo, se vio de pronto interrumpido por el toque de Ánimas. La campana de La Orden (54), avisaba a todos de lo avanzado de la tarde.
En la ovalada explanada de tierra, circundada por cantos rodados de distintas medidas, se ve cruzar a dos ancianos que discuten mientras caminan hacia la iglesia de Santa María. Con su encorvada espalda por los años, el más alto de ellos se adelantó a su compañero, que apoyado en su bastón le seguía, sin que su ligera cojera fuera impedimento para su persecución. El propósito que llevan es hablar con el párroco para fundar una nueva cofradía, para la que van a solicitar la imagen del Cristo de las Aguas que existe en la parroquia. (55)
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(53) En la noche del martes de carnaval de 1476, sucedió este hecho que han comentado, que creemos interesante de ampliar. No se conoce la cifra de las bajas, pero sí quienes combatieron y el botín que quedó en manos de los vencedores: casi 200 caballos, más de 300 acémilas, 700 libras de plata y algunos collares de oro.
La victoria fue para don Alonso de Cárdenas, el comendador de León de la Orden de Santiago, que jugaba en campo propio, ya que Guadalcanal no era tierra de Sevilla como las otras localidades de la comarca, sino que pertenecía al señorío de la Orden de Santiago.
Todavía fue mayor de lo que esperaba Don Alonso la imprudencia del Duque, que entró en Guadalcanal cerrada ya aquella noche consagrada por los habitantes a la algazara, haciénles con la llegada de los andaluces enojosísimo el intempestivo hospedaje, que los vecinos debían de ofrecer a los soldados.
Llegó el Comendador con mil hombres, atravesó el monte sin guarda alguno; envió unos exploradores al pueblo, donde vieron que reinaba la soledad y el silencio. Entró el Comendador en la villa, dispuso un minucioso registro en busca de sus adversarios, e hizo sujetar con anillas de hierro los muchos cerrojos que tenían las puertas del pueblo, para que no escaparan.
Penetró él personalmente en la casa donde se hallaba el duque con veinte amigos jóvenes que habían estado cenando y bebiendo con él, echó abajo las puertas y empezaron el ataque y la defensa, en cuanto los amigos del Duque pudieron coger las armas.
“... ya resonaba por todas las calles terrible estruendo y gritería, los sevillanos se abrían paso peleando y corrían a casa del Duque, algunos guiados por la luz de los faroles, cargaban sobre los enemigos; otros valientes jóvenes, medio borrachos, no rehuían la lucha, antes más osados, como más ignorantes del peligro, atravesaban combatiendo las calles atestadas de enemigos bien armados. Entretanto, el Duque sin ser reconocido, quedó tres veces prisionero y otras tantas en libertad, luego que, según la costumbre española, declaraba haber entregado ya a otro su espada...”
Se rindió el caballero que le acompañaba, que era de Jerez, a fin de darle tiempo a huir y así lo hizo el Duque a quien iba guiando entre la oscuridad un leal vecino, que le tuvo que prestar su propio calzado porque a don Enrique le era imposible caminar de otro modo por aquellas asperezas. Encontraron a un jinete que cabalgaba hacia Alanís, que reconociendo al Duque le cedió su caballo.
H.ª de los Reyes Católicos B.A.E. vol. 70 (Madrid 1878) cap. 40: “De cómo el Duque de Medina... entró en el Maestrazgo...” pág. 596-597. (Nota del Editor)
La victoria fue para don Alonso de Cárdenas, el comendador de León de la Orden de Santiago, que jugaba en campo propio, ya que Guadalcanal no era tierra de Sevilla como las otras localidades de la comarca, sino que pertenecía al señorío de la Orden de Santiago.
Todavía fue mayor de lo que esperaba Don Alonso la imprudencia del Duque, que entró en Guadalcanal cerrada ya aquella noche consagrada por los habitantes a la algazara, haciénles con la llegada de los andaluces enojosísimo el intempestivo hospedaje, que los vecinos debían de ofrecer a los soldados.
Llegó el Comendador con mil hombres, atravesó el monte sin guarda alguno; envió unos exploradores al pueblo, donde vieron que reinaba la soledad y el silencio. Entró el Comendador en la villa, dispuso un minucioso registro en busca de sus adversarios, e hizo sujetar con anillas de hierro los muchos cerrojos que tenían las puertas del pueblo, para que no escaparan.
Penetró él personalmente en la casa donde se hallaba el duque con veinte amigos jóvenes que habían estado cenando y bebiendo con él, echó abajo las puertas y empezaron el ataque y la defensa, en cuanto los amigos del Duque pudieron coger las armas.
“... ya resonaba por todas las calles terrible estruendo y gritería, los sevillanos se abrían paso peleando y corrían a casa del Duque, algunos guiados por la luz de los faroles, cargaban sobre los enemigos; otros valientes jóvenes, medio borrachos, no rehuían la lucha, antes más osados, como más ignorantes del peligro, atravesaban combatiendo las calles atestadas de enemigos bien armados. Entretanto, el Duque sin ser reconocido, quedó tres veces prisionero y otras tantas en libertad, luego que, según la costumbre española, declaraba haber entregado ya a otro su espada...”
Se rindió el caballero que le acompañaba, que era de Jerez, a fin de darle tiempo a huir y así lo hizo el Duque a quien iba guiando entre la oscuridad un leal vecino, que le tuvo que prestar su propio calzado porque a don Enrique le era imposible caminar de otro modo por aquellas asperezas. Encontraron a un jinete que cabalgaba hacia Alanís, que reconociendo al Duque le cedió su caballo.
H.ª de los Reyes Católicos B.A.E. vol. 70 (Madrid 1878) cap. 40: “De cómo el Duque de Medina... entró en el Maestrazgo...” pág. 596-597. (Nota del Editor)
(54) Esta campana se compró siendo cura párroco Gonzalo Pineda, en el año 1530. (Nota del Editor)
(55) No sabemos el resultado de esta posible entrevista con el párroco de Santa María, pero no fue hasta el año 1867 cuando se fundó la Real e Ilustre Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de las Aguas y Nuestra Señora de los Dolores. (Nota del Editor)
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