jueves, 16 de septiembre de 2010

CERVANTES EN GUADALCANAL - 32


Muy curioso —asintió Cervantes— nunca había oído hablar de una obra benéfica como ésta.

En esos momentos, por la puerta de el Mesón de El Toro entró un hombre calvatrueno (63), seguido de un perro. Se acercó a la mesa solicitando una merced. Todos se echaron mano de la esquero (64) y le ofrecieron diversas monedas, ardites, blanca, maravedises.

El mendigo les dio las gracias y se marchó en dirección a la mesa de los poetas. El perro se quedó parado moviendo su rabo, esperando quizás también algo para él. Desde la puerta, el mendicante le llamó.

—Castelo, ¡vamos!

Tras esta breve interrupción que sirvió a su vez de excusa para retomar la vasija del vino, prosiguió Cervantes con el relato de su vida:

—Triste año también el de 1582 (65), ya que murió Teresa de Jesús. Cuando falleció Francisco de Toledo, virrey de Perú, intenté como os dije, conseguir un puesto en las Indias pero no hubo forma de conseguirlo. No es que quisiera conseguir el de virrey, pero pienso que alguno podía merecer; acabo de solicitar de nuevo, en el mes de marzo de este año, cuatro puestos que están vacantes: Contador del Reino en Nueva Granada, gobernador de la provincia de Soconusco en Guatemala, magistrado en la Paz y Tesorero de Galeras en Cartagena, pero aún no me han contestado nada.

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(63) Hombre completamente cano. (Nota del Editor)

(64) Bolsa para el dinero. (Nota del editor)

(65) Este año entró en vigor el calendario Gregoriano. (Nota del Editor)

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