Hoy les queremos hablar de nuestros poetas y escritores. No vamos a realizar un estudio profundo de ellos, pero si comentarles una coincidencia en todos ellos. Todos ellos han recibido el mismo tratamiento en la conservación de su legado en Guadalcanal.
Juan Antonio Torres y Salvador “Micrófilo”. Tuvo que ser Juan Collantes de Terán, el único que intentara conservar algo de este escritor nacido y muerto en Guadalcanal, pero de poco valió, ya que lo que logró conservar, otros -pensamos que por ignorancia- lo destruyeron para siempre. Lo que a continuación extractamos de su artículo, habla por sí solo:
“… La expresada descripción del pueblo corresponde, en líneas generales, a la villa en donde doce años más tarde nace Juan Antonio de Torre Salvador, el día 15 de diciembre de 1857, hijo de Lucas de Torre y de Salomé Salvador. Era su padre natural y vecino de Llerena; ascendencia soriana y palentina llevaba en su sangre, lo mismo que su madre que llega al pueblo acompañando a sus hermanos sacerdotes, quienes ejercerán su ministerio sagrado junto con la administración de diversas fincas. Fruto de ese matrimonio nacerán los siguientes hijos: José, que se casará con la cazallera Dolores Pérez, Miguel que lo hará con Carmen Caballero, Juan Antonio -a quien dedicamos estas líneas-- y Norberto casado con Ana Franco-Romero Castelló, la cual a la muerte de su marido se desposa con su cuñado Juan Antonio; sin embargo, estos serían sus primeros esponsales ya que, estando viudo muy poco tiempo antes de morir, casó nuevamente con la malagueña Aurora Fuster Gallardo, de veinticuatro años, que vivía por entonces en Guadalcanal. Del primero de sus matrimonios tuvo una única hija, Ana María de Torre Franco-Romero, que murió el mismo año de su padre, a los diez y ocho años, a consecuencia de una tuberculosis pulmonar.Ignoro en estos momentos por qué motivos familiares Juan Antonio de Torre estudió primera y segunda enseñanza en el Colegio de las Escuelas Pías, de Getafe, incorporado al Instituto San Isidro de Madrid primero, y en el Colegio de Villacarriedo que dependía del Instituto de Santander después. De la misma forma que ignoro las razones que le llevaron a realizar los exámenes del grado de bachiller en Artes, el año 1865, en el Instituto de Valladolid. Al matricularse en la Universidad de Sevilla para comenzar sus estudios de Derecho vivía en el número ocho de la calle Placentines de aquella ciudad; y cuando en 1869 se vuelve a matricular en las asignaturas que le quedaban pendientes en la misma Facultad, vive entonces en la calle San Eloy, por lo que llego a sospechar que se trata de las diversas pensiones donde se alojaba cuando iba a Sevilla a inscribirse o matricularse en la Universidad. Durante el curso académico de 1877-1878 aparece como alumno de Derecho en la Universidad Central de Madrid; para volver de nuevo a Sevilla donde debe concluir sus estudios, aunque no me consta que terminara definitivamente la carrera de Derecho, ya que en 1880, viviendo en la calle Arguijo, frente a la Universidad, no se presentó al examen de ninguna de las tres asignaturas en que estaba matriculado todavía. Después ya no se tienen más noticias.Muy joven comienza a colaborar en importantes revistas científicas y literarias españolas, especializándose enseguida en estudios sobre antropología, etnografía y folklore, manteniendo estrecha amistad con Antonio Machado Álvarez, padre de los poetas Antonio y Manuel; y así como éste utilizó con frecuencia el seudónimo de "Demófilo", muchos trabajos de Juan Antonio de Torre están firmados con el de "Micrófilo". Formó parte de la Sociedad de Bibliófilos Andaluces, que presidía en Sevilla el Duque de T'Serclaes, su hermano el Marqués de Jerez de los Caballeros, Rodríguez Marín, Collantes de Terán, Montoto, Guichot, Asencio y otros eruditos sevillanos, que se preocuparon por editar bellísimamente libros incunables y raros sobre temas andaluces. Juan Antonio de Torre Salvador asistió con frecuencia a las más importantes tertulias sevillanas de la época, caracterizándose por su espíritu mordaz y cáustico.Su libro más importante se titula "Un capítulo del folk-lore guadalcanalense", publicado en Sevilla, en la imprenta de Francisco Leal y compañía, en 1891, muy difícil de encontrar hoy día. Era Torre, además, desde muy joven redactor y colaborador de "La Enciclopedia", una revista científica y literaria, “El Alabardero”, “El Posibilista”, un diario democrático de intereses materiales, ciencias y noticias, según se expresaba en un subtítulo, “Folk=re Andaluz”, entre otros; escribió en varias ocasiones en el “Boletín Folk=lórico Español”, en el periódico satírico “Perecito”, en “El Aviso”, “Miscelánea” y otros. Asimismo fue director de “El Pacto”, un periódico republicano federal que se publicaba en Sevilla entre 1886 y 1887; también fue el último director de “El Cronista”, diario político mercantil, así como del seminario festivo titulado “Sevilla en Broma”, que comenzó a publicarse en abril de 1883 y sólo alcanzó diez y seis números. Colaboró igualmente en periódicos y revistas extremeños.Enfermo de una grave lesión pulmonar residió los últimos años de su vida en el pueblo que le vio nacer. Aquí murió y la fría redacción del acta de defunción no puede ser más escueta y trágica; dice así: "En Guadalcanal, a las once del día ocho de febrero de 1903. Juan Antonio, edad cuarenta y cinco años, ocupación propietario, domicilio en calle Guaditoca número 6, y murió a las diez y seis del día 7 de febrero en su domicilio, a consecuencia de un ataque de disnea // Estaba casado en el acto del fallecimiento con doña Aurora Fuster Gallardo y que lo estuvo en primeras nupcias con doña Ana Franco-Romero y Castelló, de cuyo matrimonio deja una hija menor de edad, llamada María de Torre Franco-Romero.// Que no otorgó testamento y que a su cadáver se habrá de dar sepultura en el Cementerio Civil de esta población". (Fol. 377, núm. 11).Así ocurrió. Hace algunos años Pedro Porras y yo, con la ayuda de Rafael, el sepulturero, pudimos reconstruir trozo a trozo la lápida de mármol que inútilmente, debido a la acción del tiempo, cerraba de mala forma su sepultura. Entonces pudimos averiguar, según se expresa en la piedra, que fue costeada como “tributo de amistad de D. Sebastián Gómez Ferreira". Era entonces también lo que quedaba del recuerdo de un importante personaje de Guadalcanal; y como ocurre con frecuencia, la trágica frecuencia de siempre, en este caso la tierra no le fue leve en su tierra. Vaya en esta ocasión un sincero recuerdo a su memoria. Juan Collantes de Terán…”
Hasta aquí el artículo de Collantes de Terán. Como complemento del mismo según la investigación que hemos realizado, podemos decir que el Cementerio Civil desapareció hace veintitantos años, y que los restos de los que estaban enterrados en él, pasaron al Cementerio Católico de San Francisco. Sólo los que tenían familiares conocidos, fueron ubicados en nuevas sepulturas, pero nuestro Micrófilo, al no tener familiares, ni ser conocido por las personas que gestionaron el traslado, ignoramos si fue trasladado al osario general, o se quedó reposando en la tierra en que fue enterrado en 1903.
Nuestro amigo José Mª Álvarez escribió sobre él en la Revista de Guadalcanal del año 1990 y nos amplió un dato que es el que le une a los otros dos poetas. Decía entre otras cosas:
“… Ni siquiera descendencia de la familia Torre queda hoy en Guadalcanal, ya que según parece los últimos miembros emigraron a Argentina antes de la última Guerra Incivil. Precisamente pocos años antes de la contienda, en la que fue casa de los Torre, situada en la calle Guaditoca, se produjo el triste espectáculo que parafraseando a Cervantes se podía titular: "Del donoso y grande escrutinio que el cura y el médico hicieron en la librería de nuestro impío escritor". La llama de la intolerancia redujo a cenizas los libros de la biblioteca de Micrófilo que se consideraron nocivos para el orden público y las buenas costumbres, entre ellos un ejemplar en pergamino de la Constitución de 1812, la popular "Pepa" .
En el nuevo barrio levantado en Guadalcanal, a espaldas de los Grupos Escolares, se recordó a uno de los escritores guadalcanalenses consortes, el poeta de Guareña, Luis Chamizo, dándole su nombre a una calle . ¿Por qué no recordar a Micrófilo?. Tras haber sugerido sin éxito agradecer al farmacéutico catalán Joaquím Isern sus afanes en documentar en el Archivo de Indias el descubrimiento de la isla de Guadalcanal, lanzo la peregrina idea de rescatar a Micrófilo del olvido y desconocimiento de los actuales guadalcanalenses. Con la seguridad de que no se me va a hacer caso, hasta me atrevo a redactar el texto de una hipotética placa que bien podría estar situada en la fachada de la Biblioteca, cobijada bajo los frondosos árboles de "El Palacio", y que podría decir más o menos:
En memoria de JUAN ANTONIO TORRE Y SALVADOR "MICROFILO" (Guadalcanal 1859- Guadalcanal 1903).
Periodista, poeta y folklorista Autor de "Un capítulo del folk-lore guadalcanalense"
editado en Sevilla en 1891. Su pueblo agradecido.
Guadalcanal ....19..."
Por último, de Micrófilo no queda ni calle que le recuerde, ya que la que le dedicaron (actual Santa Clara) se la
quitaron al final de la Guerra Civil.
En cuanto a Adelardo López de Ayala, aunque ha tenido un mejor tratamiento por las personas de Guadalcanal, se mantiene con su nombre la calle donde nació y se conserva un monumento en la Plaza de España, sus herederos han conseguido erradicar cualquier vestigio de su paso por Guadalcanal. Según hemos podido saber, pocos días antes de morir la última López de Ayala (Manolita), varios camiones de anticuarios arribaron junto a su casa y arramplaron con todo lo que había en ella: muebles, esculturas, enseres y naturalmente, la importante biblioteca que el autor de El Tejado de Vidrio, había reunido en Guadalcanal. Dos cosas pues unen a estos dos primeros poetas, la masonería y la destrucción de su biblioteca. Por último, según hemos podido saber, la casa de López de Ayala ha sido vendida –en el testamento sólo estaba legada a la heredera en usufructo- y pronto la veremos convertida en otra “casa rural” para los veraneantes.
El tercer poeta, aunque no nació en Guadalcanal, si vivió en ella muchos años, tras su casamiento con Virtudes Cordo. El Ayuntamiento le dedicó una calle y colocó una placa en la casa donde vivió. Sin embargo sus herederos, primero desmantelaron lo que fue la bodega que él montó con las tinajas fabricadas por su padre. Por último hace pocos años, la biblioteca que se mantenía en su casa de la actual calle Costalero, se trasladó a Badajoz. Tercer poeta y tercera biblioteca perdida.
Por último tenemos a Andrés Mirón, autor de más de treinta libros de poemas y poesías y del libro sobre la “Historia de Guadalcanal”, que tuvimos la suerte de editar. Falleció un lluvioso mes de octubre del año 2004. Tuvo que morir para que el Ayuntamiento le concediera el título de Hijo Predilecto de la Villa, y se rotulara con su nombre la calle donde nació. Pero más triste es –para el que escribe- enterarse de que la biblioteca que tenía en su casa de la calle Santa Ana, ya ha sido trasladada –creemos- a Sevilla. Cuarto poeta y cuarta biblioteca perdida. Pero en el caso de Andrés Mirón, aparte que nos dolió su pérdida, por la amistad que tuvimos en los últimos años, nos duele que su muerte nos privara de lo que era su idea para cuando faltara, que no era otra que conservar todo su legado en una fundación. Así se lo dijimos a sus hijas, pero ya ven, no sólo se ha perdido su biblioteca, sino que además, han puesto en venta su casa. El nombre que elegimos para este blog, es precisamente en recuerdo de su último libro “Otoño en Benalixa” y pensando –ilusos de nosotros- que podía
ser un anticipo de esa fundación que Andrés Mirón soñó.
No hemos tenido muchos poetas y escritores, pero el dicho ese de: “entre todos la mataron y ella sola se murió”, sí se lo hemos aplicado a todos. Por parte de los habitantes de Guadalcanal, por el desinterés que hemos mostrado en la conservación de sus legados. Por parte de sus herederos, por el interés que han mostrado en hacer desaparecer cualquier vestigio de su paso por Guadalcanal.
Queremos terminar con unos versos de Andrés Mirón:
Y AQUÍ SE ACABA TODO.
Este verano
volverá cuando, ausente, mi familia
explore mis carpetas,
este cuaderno de decir lo mucho
que debo silenciar por si se enojan
y pongan bocarriba
el clamor de este turbio balbuceo.
Y mientras me descubren,
todo será pensar que estaba urdiendo
alguna tesis importante
que me libere del terruño.
Pero yo me he dolido de que el aire
proclame la verdad de una sequía
que no ahuyenta del pueblo
la tristeza que acude por la tarde.
Aquí se acaba todo. Aquí se acaba
el tiempo de que disponía. Debo
volver a la ciudad. Allí me esperan
las prisas y las prosas.
Los poetas
seguro que van a sonreírse
cuando sepan que he escrito
lo que ocurre en un trozo de mi patria.
(No es cosa que me incordie. Lo que ansío
es conservar lo que me dieron).
Aquí se acaba todo. Cualquier tarde
el sol se ocultará tras el castillo
y dejará en el aire un crisantemo
clamando que el otoño
empieza a deshojar el paraíso.