Por Rafael Raya
Rasero. Revista de Guadalcanal 1990
El pardiez, amigo, que al Padre
le dice bravas cosas, y a mí me han parecido bien: Y aquel reparillo de que
contra un Padre no hay razón, estuviera mejor si dijera: contra un fraile no
hay razón, que para mí es lo mismo fraile, que diablo. ¿Pero a este Torres
quién le mete con frailes, ni con médicos? Trate de componer su Piscator, que
se llega ya el tiempo, prevéngale buenas alforjas, hágale buenas mantillas, que
el frío es, y será terrible: repase sus discípulos en su Cátedra, y déjese de
posdatas, que es lo mismo que cosas postreras. Ya veo, que me dirá vuesa merced
que como ha caído en gracia (como las cosas extranjeras a los españoles) sus
escritos, que hasta las Madamas gustan de oír sus dichánganos, que con estos
papelillos él no pierde nada, pues aunque sea una friolera, en sonando Torres,
corre que rabia, y al mismo paso la moneda. Buen tiempo, amigo don Pedro, que
todo perro cristiano saca su papelote, se divierte la curiosidad, comen los autores,
cenan los libreros, y almuerzan los impresores, y a mí me sucede lo mismo. Acuérdome,
amigo don Pedro, haber visto otro papelón que llaman Glosas, y de paso digo que
en los días de mi vida vi Glosas más disparadas, mejor las había de hacer el
sacristán de este lugar, aunque no sabe ayudar a misa. Yo me rallo las tripas,
y me reigo el estómago en considerar que haya hombres que se pongan a escribir
tan amontonados de latinos. Pero, amigo, es verdad que el mundo de todo se
compone, y es preciso haya de todo, es infinito el número de necios. Pues el
Músico, con sus Arres, o Arias, que para todo es a un precio, tal arrear como
el hombre arrea en diez pliegos y medio de imprenta. No he visto en mi vida,
amigo, que quiere decir Aria, o Arri, que yo sólo entiendo es andar a prisa;
pues vemos que cuando va alguno tras de un jumento, poco menos que él, todo es:
arre, arre, arre: Reventarás arriando, le dijera yo al jumento, o al músico,
que para mí lo mismo es correr que andar de prisa. El dichoso músico debía de
estar despacio cuando tuvo lugar para cuatro arias, o recitados, encajar diez
pliegos, que juro a Cristo que puede ir a la bruja de su abuela, que los lea,
si está despacio, que yo, el demonio cargue conmigo, y con él, si lo leyere.
¿Pues qué diremos, amigo don Pedro del Aquenza Fingido, y el verdadero? Debe
ser demonio este hombre, que finge, y hace verídico a un tiempo. Yo, si le conociera,
lléveme Dios, si antes de hablarle no sacara el rosario. Dios me libre de persona
que de uno hace dos, semejantes que esto lo que suelen decir: hará de un diablo
dos por apocarlos: mejor dijera yo por aumentarlos; no quiero nada con tal
hombre. Pues no digo nada de don Martínez y su rocín; yo me alegrara que ahora
nos vinieran otro Sancho Panza con Don Quijote, aunque aquí faltara Doña
Dulcinea, sino que pongamos en su lugar al Crítico, siquiera por lo que tiene
de faldas. Y a fe, amigo mío, que si ha de montar en su rocín, el amigo, bien
puede transformarse en duende, que otra suerte dudo alcancen sus gatillos,
aunque me han dicho es ligero. Y siendo de la calidad del pescado su
contextura, echándole en buena porción de agua, subirá, que amigo don Pedro el
Torres creo es bien grande, que según me acuerdo en el Sacudimiento de
Mentecantos dice tiene dos varas y cuarta de largo, de marca es el rocín, bien
vale lo que pesa; y más cuando creo no ha cerrado, ni don Duende tampoco. Bien
se echa de ver que no han cerrado las molleras hombres que andan como los
niños, unas veces a coz y bocados, otras a palos, y otras a papelazos. Hallo,
amigo don Pedro, por remate de espinazo, entre los papelotes el de don Matilde,
tan frío como él mismo, pues al cabo de cien años que Torres escribió el Viaje
Fantástico y otros ciento que le vino el correo con las seis cartas del otro
mundo, sale esto otro meaquedito, con su Paracelso, o Paracelsa, con seis
docenas de patochadas, sin sustancia. Sin duda fue preñado y no parió de todo
tiempo, que si Torres le coge en una velada, lo dará mil vueltas y lo pondrá a
parir de nuevo, de éste, diré yo, que lo ha pensado mucho, y es propio de
borricos. Amigo muy amado, a cada loco dejarle con su tema, y más que se
desmochen, que yo de toda esta turba multa solo debo decir que algunos estarán,
con la subida de moneda, estrechos de cuartos, ya título de discretos, y
peliagudos, como conejos, han querido recoger cuartos para gastarlos esta
pascua. Buena fe la de Dios, que no les tengo envidia, que yo con mis Minas lo
pasaré mejor que ellos con sus papelazos. Y sólo me queda el escozor de que se
sufra en esa Corte, que un galenista traiga bastón, como si fuera militar de
guerra, que de traje todos los somos. Es verdad que más matan ellos con paz,
que los soldados en la guerra, y son enemigos declarados de las vidas. Pues
otra cosa más se consiente que es anden declarados de las vidas. Pues otra Cosa
más se consiente que anden en coche, habiendo muchísimos que le debían
arrastrar. Vuesa merced no se fíe de ninguno de ellos, mire que el que más santo
parece, diezma. Y sobre todo, amigo, dejar cada uno para lo que es. Vuesa
merced cuide de su pucherito, poca fruta, buen trinquiforti, y malos años para
medicastrones, que curen sus mulas para que tiren lo que ellos debían tirar, y
mire vuesa merced que esto se lo aconseja un tonto que le estima, y desea que
Nuestro Señor le guarde muchos años.
Guadalcanal, y Diciembre 12, de 1726.
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