Por Rafael Raya Rasero. Revista de
Guadalcanal 1990
Cierto, amigo don Pedro, que no
me harán daño los papelotes, y por ellos doy repetidas gracias a vuesa merced,
y hallándonos cerca de las pascuas, tan celebradas entre los católicos, del Nacimiento,
debo anunciárselas a vuesa merced ahora, porque no se me olviden después, que
yo no escribo cartas a nadie, sin que sea respuesta de alguna o acompañada con
algo. Y pues vuesa merced vino con los papelillos, diré lo que siento de ellos,
aunque no entiendo mucha Teología, pero mal dije si supiera yo escribir y
contar como entiendo Teología. En fin, amigo don Pedro, en este mundo todo pasa
y habiendo pasado y repasado algunos de los papelotes seis o siete veces, lleve
el diablo si me acuerdo de una palabra de ellos: si solo me recuerdo que uno de
ellos habla también de una burra que fue Balaán, célebre burra debió de ser. Yo
me alegrara ser como ella. Todos estos papeles, según mi gran capacidad, me
parece que son sobre el Teatro Crítico. Válgame Dios lo que se ve en estos
siglos. Si mi abuelo viviera, y viera lo que ahora pasa, sin duda o se volviera
a morir, o de cólera reventara, porque fue muy devoto de San Benito, que en
Toledo le trajo a cuestas más de seis años. Pero, señor d. Pedro, lo que a mí
me desquicia el entendimiento es el ver que un religioso grave, que me dice
vuesa merced lo es el Padre del Crítico Teatro, se meta a médico, a astrólogo,
a músico, a letrado, y a otras muchas cosas, que no son de su profesión. Deje
el Padre el mundo como está, que lo mismo hago yo y hacen otros. Hubiera
escrito un librazo de Teología Moral, o de Sermones, u otra materia, que a lo
menos sino hubiera sacado de ganancia cuatro doblones no me hubiera malquistado
con tanta diversidad de clases, que aunque yo no tengo que sentir (pues con el
cónclave Barberato no parece se mete) me da mucho enfado que un hombre de
cerquillo y cogulla ande rodando por estas calles, estrados y palacios, y lo
cierto es que se le puede decir lo que el vizcaíno a la liebre: Más te valiera
estar duermes. Déjese el Padre de crítico, que eso fue bueno para Gracián, y no
para otro. Y si no, vuelva los ojos al Librazo del padre Cabrera, de su Crisis
Política, y verá el despacho que tiene en las confiterías de esa Corte. Los que
se destinan para místicos y moralistas, no son buenos para críticos, cada uno
para lo que fue destinado: el soldado para la guerra, el labrador para
cultivar, el señor para mandar, el religioso Corral, de Boix, y de Díaz, uno
con agravios, otro con desagravios, otro con vindicaciones, y otros defendidos,
que todos paran en pasto de polillas en las tiendas, o entre girapliega en las
boticas. ¿Qué quiere decir toda esta máquina? que no hay más maldita Facultad
que la de esta farándula, que con lo que yerran matan, y con lo que aciertan
quitan la vida. Dios me libre de gente que matando viven, y no mueren matando.
También se acordará vuesa merced, señor don Pedro, dos años ha, de otra cuestión
de otros dos matasanos, uno Navarro soberbio, y otro Vallenato, apacible
escéptico, que sobre la clientela médica, maldita sea su alma, que en la
librería de la calle Atocha me costó diez reales, que maldita la palabra yo la
entiendo, y ahora la diera por tres reales para una misa a mi mujer. Dios la
haya perdonado, amén. Digo, amigo, que ya se acordará, que estos dos anduvieron
a palos en la calle de Barrio Nuevo. Si yo fuera Presidente de Castilla,
entonces los hubiera desterrado de esa Corte para siempre, que no tienen
vergüenza de que se diga que dos médicos anduvieron a palos; y esto seria
porque ni uno ni otro tuvieron habilidad para manejar los monda dientes. Ya se
sabe, amigo don Pedro, que esta clase de gente no hieren con armas, que matan
con plumas. Yo me abollo el seso de contemplar las quimeras, desvergüenzas, y
disparates, que entre estos faramalleros ha habido, hay, y habrá: quien malas
mañas ha. En fin, amigo mío, buen provecho les haga, San Antón se la bendiga,
que ni vuesa merced ni yo de eso no entendemos, y sólo acá con nuestras
Porradas Barberinas lo pasamos como Corregidores. Pero, mi muy caro amigo don
Pedro, reparo que entre los papelotes hallo uno de Rivera, el salamanquino; y
cierto que tiene sus rasgos claustrales: él parla bien, no se le quedó el pico
en Salamanca, y habla de manera que todos le entendemos, él no es tonto, y dice
lo que yo dijera, escribamos de suerte que sea para todos, y corra la mosca
fresca, como en Tabla Carnicera. Él hace bien, pero podía dejarse también de
puntillos críticos, que nació tarde para aderezar el mundo. Pero reparo en el
Crítico la inmensidad de cosas que trata en un solo libro: ya veo, don Pedro,
que caben muchas letras en uno sólo, que como yo solo trato con mi Porrillas,
se me hacen grandes los demás. Este Crítico todo lo ha escudriñado; a cuezo de
albañil me parece, que en entrando en una casa, todo lo embadurna. 0 me parece
mejor al cajón del sastre, que teniendo en si diversos retales juntos, de ninguno
hay pieza, ni hoja de calzones, ni mangas. En fin, son los hombres, que todo
pican como el gorrión. Pero volvamos, amigo don Pedro, a mi buen Rivera. No
fuera mejor que estudiara, mientras escribía cien frialdades, que ha arrojado
de sí sobre cuatro pliegos que no sirven más que de cebo a los golosos, o
curiosos, que es lo mismo. Climatérico me parece este año de 26, pero más lo
fuera el 27, que yo con número de no tengo poca fe; y cuando llega un
tabardillero al sexto, si pudiera le diera yo la Santa Unción , de
miedo no se me fuera sin Sacramentos. Si, amigo mío, estos hombres quieren
descalabrarle con tinta, y papel, y para nadie es esto mejor que para
impresores y libreros, que a lo menos, si no ganan, no pierden nada. En suma,
gente que cuando entra en las casas de cotidiano es perniciosa: Dios, por su
infinita bondad, me libre de ella. Amén.
Segundo reparo se me ofrece, amigo don Pedro, o
tercero, que para mí lo mismo es por delante que por detrás; y es que también
nuestro don Martínez entra con sus repulidillos términos y acicalados vocablos,
defendiendo al Crítico, y ofendiendo al astrólogo, que no lo es fingido; pues
voto años, amigo, que todo cuanto ha dicho este año de 26, en su calendario, he
observado yo en estos países. No me parece bien que este Martínez, con sus
quijadas de cangrejo, gane dinero y le pierda aun el tiempo. Halagar a uno, por
morder al otro, es propiedad de culebra, que lo ejecuta a un tiempo. Cuide el
doctor Martín (mal nombre este, ello a duende me huele) cuide, digo, de su
Teatro Anatómico, y déjele al Crítico, que lo primero le ha dado de comer, y lo
segundo ni aun de cenar; ya fe que limpie de la centinela, le ha de sudar el
rabo, que el Navarrillo lo puso para pelar, según me ha dicho el cura de este
lugar, que yo lleve el diablo palabra entiendo de ella. Amigo mío, cada cual a
su negocio, a obrar bien, que Dios es Dios, así he oído decir lo dice San
Agustín, no porque yo lo he visto, pero me acuerdo de lo que me decía mi abuela:
Hijo, cuando oyeres cosa que haya dicho algún santo, ten cuidado, pues te
acreditas en referirlo de discreto, de leído, y no de necio. Yo, amigo, y
querido de mi alma, ni soy lo uno, ni lo otro, pues sólo soy lo que vuesa
merced quisiere, y así le suplico tenga paciencia conmigo, que como estoy con
el grande sentimiento de la prenda más amada que tenía, que ya por justos
juicios de Dios, la llevó, ojalá lo hubiera hecho dos años ha, que estuve
casado con ella. Le aseguro me sirve de gran gusto el dilatarme en la conversación
con vuesa merced, o en la carta, que es lo mismo. Ya habrá usted reparado,
amigo, como se explica el astrólogo salamanquín: Es un demonio en el modo de
decir tan sutil.
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