Por la Dra. Annie Baert, hispanista, profesora de español y especialista en Estudios Ibéricos, en la Universidad de la Polinesia francesa, en Tahití.
Traducción de José Mª Álvarez Blanco.
Sabemos lo que sucedió a Magallanes, sus
cinco barcos y 243 de sus hombres: él murió en Filipinas el 27 de abril de
1521; sólo la Victoria volvió a España, al mando de Elcano, llevando sólo 17
marineros. Sin embargo, fue vendida a su llegada y continuó navegando, haciendo
dos viajes más a Santo Domingo. Gómez de Espinosa fracasó en volver con la Trinidad y solo tres de sus hombres
pudieron volver a Europa.
Uno solo de los siete barcos de Jofre de
Loaisa, el Santa María de la Victoria,
llegó a las Molucas, dos terminaron su vida en las rocas - el Sancti Spiritus, en el Estrecho de
Magallanes, y el Santa María del Parral
en Filipinas - dos desaparecieron con hombres y bienes - el Anunciata en el Atlántico Sur y el San Lesmes, en el Pacífico Sur - y otros
dos se separaron más o menos voluntariamente de sus compañeros - el San Gabriel subió por el Atlántico y
regresó a España, y el Santiago llegó
a México. Loaisa y después Elcano, que le sucedió como jefe de la expedición solo
cinco días, murieron en el camino, y muy pocos de los 450 hombres embarcados volvieron
a España diez años más tarde, en 1536.
De las tres naves de la expedición de Álvaro
de Saavedra, la Florida llegó a las Molucas,
pero no regresó a México, mientras que la Santiago
y la Espíritu Santo - desaparecieron
en el mar, y sólo sobrevivieron unos pocos de sus 110 hombres.
Hernando de Grijalva había salido de México
para socorrer a Pizarro, que se encontraba en dificultades en el Perú, pero,
después de haber comprobado que la situación de este último ya no requería su concurso,
envió el patache Trinidad a Acapulco y se dirigió al oeste para "descubrir nuevas tierras" - ¿por
orden de Cortés o por su cuenta?. Las opiniones difieren. Aún así, durante un interminable
vagar alrededor de 10 meses, fue asesinado por su tripulación amotinada, que
embarrancó la Santiago en la costa norte de Nueva Guinea y que se encontró más
tarde en las Molucas con solo dos supervivientes.
Los seis barcos que mandaba Ruy López de
Villalobos llegaron bien a Mindanao, Filipinas. Llevaban entre 370 y 400 hombres,
y más de la mitad de ellos, incluido el propio Villalobos murió durante la expedición,
contándose 145 supervivientes en 1548. En el archipiélago, cuatro navíos fueron
destruidos por las tempestades, la Santiago
fue vendida y volvió a la mar bajo bandera portuguesa, pero hay que resaltar la
hermosa carrera náutica de la San Juan,
que intentó dos veces regresar a México sin éxito y terminó su vida en Tidore.
Se sabe que Miguel López de Legazpi fundó
la colonia española de Filipinas, que está fuera de nuestra área geográfica,
sin embargo, nos ocupamos de ella en este estudio debido a que la travesía del
Pacífico de este a oeste, se había convertido en un especie de «clásico» y se llevó a cabo sin
incidentes notables. Legazpi se embarcó con 350 hombres a bordo de cuatro
barcos, uno de los cuales remolcaba un pequeño bergantín en el que viajaban
cuatro marineros. Pero fueron sobre todo dos de sus subordinados, Don Alonso de
Arellano y Fray Andrés de Urdaneta, uno a
bordo del pequeño patache San Lucas y
el otro de la gran nave San Pedro, quienes
abrieron por separado la ruta de regreso a México, abriendo el camino de la
primera línea comercial regular, el llamado «Galeón de Manila». No sólo no perdieron ningún barco, sino que hay que
destacar su larga vida y el gran número de travesías por el Pacífico que
realizaron después. En cuanto a las pérdidas humanas, además de tres ejecuciones
en Filipinas por intentos de amotinamiento, sabemos que tres de los 20 hombres
del San Juan y 16 de los 200
marineros del San Lucas murieron
durante tempestades cuando regresaba a México. A estas cifras totalmente aceptables,
hay que añadir, sin embargo, las de la San
Jerónimo, enviado desde que México informara del éxito de Urdaneta, así
como suministros y refuerzos a Legazpi, pero el barco llegó a Manila en tan
malas condiciones que tuvieron que resignarse a desguazarla. En cuanto a sus
170 tripulantes, que estaba previsto que se unieran a las tropas de la joven
colonia, más de 10 (entre ellos el capitán Pero Sánchez Picón) fueron
asesinados por sus compañeros y otros treinta fueron abandonados y represaliados
en el atolón de Ujelang en las Islas Marshall.
El Pacífico Norte fue luego surcado
regularmente desde México a Filipinas sin grandes descubrimientos, por lo que
no nos detendremos en este asunto. Sin embargo, hay que recordar que el llamado
tornaviaje hacia el oeste, nunca fue
seguro. Salvador Bernabeu escribió que en 50 años, desde 1580 hasta 1630, los
barcos que no llegaron a buen puerto eran más que los que lograron este
retorno, y que a lo largo de toda la historia de la ruta transpacífica, se
tienen noticias de la pérdida de una treintena de galeones y miles de vidas[1]. La exploración
del Gran Océano experimentó luego una nueva etapa en el hemisferio sur, con
tres expediciones desde Perú[2].
En su primera misión, Álvaro de Mendaña y
Neira se hizo a la mar con dos barcos, que reunió en el puerto de El Callao, y
cerca de 160 hombres, de los cuales 35 perecieron en enfrentamientos con los
nativos, por fiebres tropicales o escorbuto. La flota de su segundo viaje
constaba de cuatro barcos, ninguno de los cuales volvería al puerto de El Callao.
Se perdieron dos el Santa Isabel y
sus 182 pasajeros a corta distancia de la isla de Santa Cruz, al sureste de las
Salomón, y la fragata Santa Catalina,
durante la travesía entre Santa Cruz y Filipinas; en ella se habían embarcado
en el Perú 32 personas, pero no está claro cuantas se encontraban a bordo
cuando desapareció - sólo se sabe que se encontró varado en la costa, con las
velas desplegadas y los pasajeros «muertos
y descompuestos». La galera San Felipe llegó a las Filipinas y, al parecer,
allí se quedó; la nave San Jerónimo llegó
a Manila, y luego volvió a atravesar el Pacífico hasta Acapulco, de donde partió
de nuevo hacia el oeste y acabó con su vida en un arrecife de Luzón en 1600.
Aproximadamente el 75% de las 430 personas de a bordo perdieron la vida en esta
aventura: unos murieron con su barco, otras de fiebres tropicales, de escorbuto
o en la represión de una tentativa de amotinamiento. Pedro Fernández de Quirós
tenía 140 a 160 compañeros cuando salió en 1605 para dirigir una flota de dos
barcos y un patache; el 16 de Diciembre de 1606, él personalmente entregó el San Pedro y el San Pablo a las autoridades españolas en el puerto de Acapulco, desde
donde regresó rápidamente a Filipinas; Váez de Torres condujo el patache los Tres Reyes Magos a Fort Ternate, en las Molucas, y el San Pedro a Manila. Las únicas pérdidas humanas fueron un viejo
fraile franciscano, Fray Martín de
Munilla, que tenía casi 80 años y la de otro hombre de a bordo de la San Pedro, que murió en Santo herido por
una «flecha envenenada», pero esta vez
no hubo crímenes ni ejecuciones ni víctimas del escorbuto.
[1]Salvador Bernabeu, El Pacífico ilustrado: del lago español a
las grandes expediciones, Madrid, 1992, Editorial Mapfre, p. 67-70.
[2]Véase el relato de estas tres expediciones de Pedro
Fernández de Quirós: Histoire de la
découverte des Régions Australes: Îles
Salomon, Marquises, Santa Cruz, Tuamotu, Cook du Nord et Vanuatu, Paris,
2001, L’Harmattan.
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