sábado, 14 de junio de 2014

Las exploraciones españolas del Pacífico (1521-1606): ¿éxito o fracaso? (4 de 7)


Por la Dra. Annie Baert, hispanista, profesora de español y especialista en Estudios Ibéricos, en la Universidad de la Polinesia francesa, en Tahití.
                                                            Traducción de José Mª Álvarez Blanco.

Allí se producen auténticas proezas náuticas basadas, sin embargo, en un malentendido o falsa certeza; si Hernán Gallego en 1568 y Quirós en 1595 y en 1606, se sintieron obligados a cruzar el ecuador para buscar vientos favorables por 40º norte, mientras estaban en 10º o 15º sur, y que estaban mucho más cerca de los que del sur soplaban en los años cuarenta, es que creían, como todo el mundo en esa época, que el  «Gran Océano»  estaba ocupado por un inmenso continente austral que Magallanes, que lo había cruzado diagonalmente habría bordeado sin verlo. Sin embargo, en 1568, Mendaña quería ir hacia el sur abandonando las Islas Salomón, «porque el viaje parecía más corto», pero Gallego creía que sería necesario sobrepasar mucho los 30º sur «para ver si allí abajo existía la posibilidad de volver al Perú» lo que no consideraba una certeza, y que esto tenía el riesgo de ser un viaje largo y peligroso, mientras que el tornaviaje por el norte ya había demostrado su eficacia[1].  Gallego prefirió la certeza a la suposición, lo que nadie podría reprochar a un gran marinero, aunque hoy se sabe que habría ganado en intentar la aventura. En este sentido, en su Petición Nº 4, dirigida en 1598 al virrey de Perú, Quirós consideraba que sería un gran alivio «ser dispensado de ir a través de Nueva España [...], un viaje tan caro en tiempo como en dinero»[2]. Estas hazañas náuticas no hubieron que repetirse más tarde, pues cuando en el siglo XVIII Bonechea también realizó viajes de ida y vuelta entre el Perú y la actual Polinesia Francesa, sabía que para volver a El Callao, podía ir a buscar los vientos del oeste en las altas latitudes australes, y recorrió las 5.780 millas náuticas  (10.700 km) que separan Tahití de Valparaíso (Chile), en 61 días, ganando 175 kilómetros al día en el camino - en comparación con los lentos y dolorosos trayectos de 65 a 80 km  antes mencionados de ganancias al día.

Los relatos de los pilotos iban claramente destinados a sus futuros colegas. Francisco Albo escribió así sobre el paso del estrecho: «Cuando os encontréis en este paso evitar algunos bancos a tres leguas, a continuación encontraréis dos islotes de arena y entonces estaréis delante de la entrada del canal, donde podéis navegar con facilidad y sin dudarlo» o sobre la travesía hasta las Filipinas: «seguir el rumbo oeste-noroeste, y llegaréis exactamente a ellas»[3]. Hernán Gallego, el piloto de Mendaña escribió así mismo: «Compadezco a los que el viento podría llevar a estas islas; gracias a este relato y lo que he añadido a los cartas náuticas, sabrán donde se encuentran y cuáles son los obstáculos [...] a evitar»[4].

Las latitudes indicadas en los diarios de a bordo son generalmente bastante poco erróneas. Veamos tres ejemplos. Las de Francisco Albo muestran una diferencia con la verdad de 20' o 37 kilómetros en el Estrecho. En cuanto a las «Islas desafortunadas» se trata de las primeras islas descubiertas en el Pacífico en Enero y Febrero de 1521[5], él situó Fakahina a 16º 15', mientras que se encuentran a 15º 59'; para Flint, él cometió un error de 20' y luego indicó «más de 13º» para Guam, cuya latitud exacta está entre 13º 10' y 13º 30'. Hernán Gallego calculó que Santa Isabel, la primera de las Islas Salomón, estaba a 7º 50', mientras que está en 7º 55', e indicó «un poco menos de 10º» para Guadalcanal, en lugar de 9º 30. Quirós estimó que Hao (Tuamotu) tenía una latitud de 18º cuando el faro situado actualmente en su costa norte está a 18º 04' y no se equivocó en la latitud de la isla de Santo (Vanuatu), 15º sur[6].

Los pilotos sabían determinar y seguir un rumbo bastante exacto, aunque se puede leer que en 1567 «Mendaña [...] salió de El Callao el 20 de noviembre en dirección a las islas Filipinas, se desvió mucho hacia el sur y llegó a las Islas Salomón»[7]. Además su objetivo no era ir a las Filipinas, teniendo en cuenta que el puerto de Lima está 12º sur, vemos que por el contrario globalmente ganó cuatro grados hacia el norte. El relato de Gallego explica claramente que si efectivamente siguió rumbo sur-sureste, durante tres semanas, estaba en las instrucciones del Presidente de la Audiencia de Perú, según el cual las islas que estaban buscando se encontrarían a 600 leguas de la costa en 15º sur, y solo a partir del 16 de diciembre siguió el rumbo oeste-noroeste[8].

Es claro, sin embargo, que el cálculo de longitudes no se puede poner en los méritos navegantes de los navegantes del siglo XVI, y sabemos que fue necesario esperar hasta la segunda mitad del siglo XVIII y a la aparición del cronómetro para calcularlas. Albo afirmó que las Filipinas estaban «en la longitud 106º 30' del estrecho de «Todos los Santos»[9], cuando hoy sabemos hoy que están separadas por 160 grados. Gallego, que sólo se expresaba en leguas - (desde 1524, se contaban 17,5 leguas para un grado de latitud[10], lo que significaba que la legua «española» valía 3,43 millas) - encontró que la primera isla vista en 1568 Nui (Tuvalu), estaba a 1.450 leguas de Lima  (4.930 millas náuticas), confundiéndose en 26% (la distancia exacta es 6230 millas). La diferencia es realmente enorme, y parece dar la razón a los investigadores que hablaron de «falta de rigor en los métodos de navegación» y de «inexactitudes en las indicaciones dadas...», lo que hizo que algunas islas no se pudieran volver a encontrar.

El mismo Quirós se preguntó por qué no había cumplido su misión durante su viaje en 1595, y dedicó a esta pregunta todo el capítulo XXXIX de su gran relato[11].

En mi opinión, hay tres posibles razones por las que no hemos encontrado las Islas Salomón, que estábamos buscando. La primera es que se nos hubiera indicado una longitud menor que la real, para que no les pareciera demasiado lejos a las personas que fueron a establecerse allí. La segunda sería que una pasión nacida de intereses especiales les habría hecho ocultar la verdadera latitud y habría indicado un número inferior o superior de grados. La tercera sería la ignorancia o el error debido a los instrumentos, ya que no existen indicaciones de las distancias con certeza o una mala estimación o un error de transcripción»

Si solo considera la latitud, es porque en este punto está seguro de sí mismo, salvo hacer intervenir las «pasiones» particulares, siempre  posibles, pero en las que él realmente no cree.


[1] Relatos del inspector real Gómez Hernández Catoira y del piloto mayor Hernán Gallego, en Austrialia Franciscana, op. cit., I, p. 192 y III, p. 155.
[2] Pedro Fernández de Quirós: Memoriales de las Indias Australes, Madrid, 1991, ed. Historia 16, p. 76.
[3] La primera vuelta al mundo, op. cit., pp. 76 y 83.
[4]Relato de Hernán Gallego, en Austrialia Franciscana, op. cit., III, p. 94.
[5]Aunque Pierre-Yves Toullelan y Bernard Gille escriben que Magallanes «navega en el Pacífico sin ver nada», en De la conquête à l’exode, ed. Au Vent des Iles, Papeete, 1999, I, p. 82.
[6]Latitudes de Francisco Albo en La primera vuelta al mundo, op. cit., p. 78-80 ; de Gallego en Australia Franciscana, op. cit., III, pp. 68 y 70; de Quirós en Histoire de la Découverte…, op. cit., pp. 220 et 275.
[7]E. Taillemitte, «L’approche européenne, 1595-1767», Encyclopédie de la Polynésie, Papeete, 1986, éd. Ch. Gleizal/ Multipress, Vol VI, p. 14.
[8]Relato de Hernán Gallego, en Austrialia Franciscana, op. cit., III, p. 99.
[9]La primera vuelta al mundo, op. cit., p. 81.
[10]Gallego lo recuerda además en su relato en Austrialia Franciscana, op. cit., III, p. 159.
[11]Histoire de la Découverte…, op. cit., pp. 160-167.

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