Por la Dra. Annie Baert, hispanista, profesora de español y especialista en Estudios Ibéricos, en la Universidad de la Polinesia francesa, en Tahití.
Traducción de José Mª Álvarez Blanco.
Intentando llegar a una primera conclusión, se puede
constatar que pocos navíos sobrevivieron a estas terribles travesías: solamente
la expedición de Legazpi y la de Quirós llegaron por completo o casi por
completo a sus destinos, lo que se puede resumir del siguiente modo:
Expediciones
|
Navíos
que salieron
|
Navíos
perdidos
|
Llegados a su
destino
|
Vueltos al
puerto de
partida
|
Tripulación
|
Supervi-vientes
|
Magallanes: 1519-1522
|
5
|
4
|
1
|
1
|
243
|
17
|
Loaísa: 1525-1526
|
7
|
4
|
1
|
1+1 (*a)
|
450
|
«muy pocos»
|
Saavedra : 1527-1529
|
3
|
2
|
1
|
0
|
110
|
«muy pocos»
|
Grijalva: 1537-1538
|
1
|
1
|
0
|
0
|
?
|
2
|
Villalobos: 1542-1546
|
6
|
4 (*b)
|
6
|
0
|
370-400
|
145
|
Legazpi : 1564-1566
|
4
|
0
|
4
|
0
|
350
|
330
|
Mendaña 1: 1567-1569
|
2
|
0
|
2
|
2
|
160
|
125
|
Mendaña 2: 1595
|
4
|
2
|
2
|
0
|
430
|
110
|
Quirós: 1605-1606
|
3
|
0
|
3
|
0
|
140-160
|
2 muertos
|
*a: una nave volvió a España después de
deserción en el Atlántico, a la que hay que añadir la Santiago que no volvió a España sino que se dirigió a México.
*b: naves desaparecidas después de la
llegada a las Filipinas.
El cuadro anterior muestra que los resultados mejoraron
netamente a partir de 1564, exceptuando la trágica expedición de 1595; las
razones de ello son múltiples y diversas: por la experiencia acumulada, por la
suerte (si se piensa por ejemplo que ningún hombre de Quirós fue víctima del escorbuto
en 1605-1606, sin que se haya sabido jamás la verdadera razón) y, por supuesto,
por el progreso del conocimiento cartográfico, incluso teniendo en cuenta que
fue modesto.
***
Cuando Magallanes llegó al Pacífico, un océano que ningún
europeo había atravesado, sólo sabía dos cosas: su propia latitud (su piloto
Francisco Albo situó el cabo Deseado 52º al sur) y la de las «Islas de las Especias», las Molucas, que
su amigo Francisco Serrão le había descrito que estaban en el ecuador. Así pues
Magallanes sabía que tenía que recorrer todo el hemisferio sur en diagonal. Si bien
no tenía más que una estimación imprecisa de las longitudes, esto no era un
obstáculo para la elección del camino a seguir: el noroeste, que Pigafetta
describe así: «navegamos entre el oeste y
mistral[1]». Pero situó estas islas en los
mapas, así como Guam, lo que ayudó a sus sucesores. Loaisa, instruido por Elcano,
cruzó el estrecho llamado por su descubridor «Todos los Santos» más lentamente (48 días frente a 36 que empleó Magallanes),
pero sin las incertidumbres de 1521, en terreno ya reconocido, y no dudó en
cuanto al camino a seguir ni en identificar «Las Islas de los ladrones», cuya latitud y características ya se conocían.
Entre la tripulación de esta expedición se encontraba un joven de 17 años,
Andrés de Urdaneta, quien comenzó a acumular experiencia y conocimientos
náuticos que le permitieron, 40 años después, encontrar el camino hacia el
éxito con el tornaviaje. Vio aparecer
Nueva Guinea en los mapas después del paso de Ortiz Retes, primero, y durante
mucho tiempo como el extremo norte de una gran tierra y se mantuvo el nombre
que él le dio[2]. Cuando en 1568, Hernán Gallego
abandonó las Islas Salomón, conocía su existencia y una parte de su latitud: «nos pareció
que era Nueva Guinea, porque su latitud no era mayor de 4º sur, y fue Iñigo Ortiz
de Retes quien la descubrió... »[3]; y cuando, en 1595, Quirós
dirigió la San Jerónimo desde Santa
Cruz a Manila, sabía que tenía que alejarse de ella[4]. Del mismo modo, cuando Váez de
Torres pasó entre Nueva Guinea y Australia en 1606, era consciente de que bordeaba
la costa sur de la Isla grande bautizada por Ortiz de Retes 60 años antes, y su
notable navegación supuso ampliar el conocimiento de la región.
Si Legazpi confirmó la entrada de las Filipinas y las
Marianas en el mundo hispánico, sus compañeros Arellano y Urdaneta hicieron
posible la ruta regular entre México y Manila, y es gracias a ellos como Mendaña
y Quirós, los primeros en hacer descubrimientos reales en el Pacífico Sur,
pudieron alcanzar el continente americano, dirigiéndose en primer lugar rumbo
norte-noreste para encontrar los grandes vientos del oeste que les llevaron a
las costas de los actuales Estados Unidos, y luego no tuvieron más que bordear hasta
los alrededores de Acapulco. Se trata de navegaciones sin posibles escalas, ya
que no hay islas en las zonas que habían de atravesar, de longitud equivalente ‒
hay en línea recta 5.826 millas náuticas (10.600 kilómetros) desde San Cristóbal
(Islas Salomón) hasta Santiago de Colima (México) y 5.849 millas náuticas (10.645
kilómetros) desde Santo (Vanuatu) hasta Acapulco ‒ cuya única dificultad fue el
tiempo. En 1568 Mendaña realizó la primera travesía en 163 días (recorriendo 65
kilómetros al día) y, en 1606 a Quirós le llevó 133 días para la segunda
travesía (80 km al día). El regreso en 1595 fue un poco diferente, ya que doña
Isabel Barreto había decidido ir desde Santa Cruz a Manila, lo que desde un punto
de vista náutico era más difícil que ir a México, a pesar de la menor distancia
(3.100 millas, 5.640 kilómetros, siempre en línea recta), a pesar de un régimen
de vientos caprichosos en la zona llamado «calmas
ecuatoriales», y a la posible presencia de tierras todavía desconocidas. Quirós
hizo este viaje en 84 días (67 km al día). Para la comparación, recordemos que en
el viaje desde El Callao hasta Fatuiva (en las Islas Marquesas), se completó un
trayecto ligeramente mayor (3.622 millas, 6.600 km), en 35 días (188 km/día),
esta vez realmente en línea recta. Cuando cruzó la zona de las calmas
ecuatoriales, que se sorprendió, porque había sido instruido por los relatos de
su antecesor Hernán Gallego, a lo que añadió su propia experiencia, mejorando
el conocimiento de esta región: «tiene
calmas planas y los cambios bruscos de viento, 5º sur a 5º norte, como hemos sabido
por Hernán Gallego y yo en nuestros respectivos viajes, aunque él que cruzó
estos parajes en septiembre, había sufrido más, como dice en su relato».
También había tenido por esta lectura informaciones sobre las navegaciones de
regreso a México, relativas a la expedición de Legazpi, que se hacían «por cabos conocidos, y sobre una ruta
trazada, puesto que está en el hemisferio norte»[5].
[2] Al igual que esta, otras islas o archipiélagos han
tenido siempre el nombre que les asignaron los españoles: Filipinas, Salomón (y
las islas de Guadalcanal y Santa Cruz), Marquesas, isla de Santo (Espíritu
Santo) a Vanuatu — los topónimos «Marianas» y «Carolinas» datan de los siglos
siguientes.
[3] Hernán Gallego: «Viaje y descubrimiento de las Yslas Salomón en el Mar del Sur… »,
en Celsus Kelly (ed): Austrialia
Franciscana, Madrid, 1967, Franciscan Historical Studies/Archivo
Ibero-Americano, III, p.159.
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