martes, 10 de junio de 2014

Las exploraciones españolas del Pacífico (1521-1606): ¿éxito o fracaso? (3 de 7)


Por la Dra. Annie Baert, hispanista, profesora de español y especialista en Estudios Ibéricos, en la Universidad de la Polinesia francesa, en Tahití.
                                                            Traducción de José Mª Álvarez Blanco.

Intentando llegar a una primera conclusión, se puede constatar que pocos navíos sobrevivieron a estas terribles travesías: solamente la expedición de Legazpi y la de Quirós llegaron por completo o casi por completo a sus destinos, lo que se puede resumir del siguiente modo:

Expediciones
Navíos
que salieron
Navíos
perdidos
Llegados a su destino
Vueltos al puerto de
partida
Tripulación
Supervi-vientes
Magallanes: 1519-1522
5
4
1
1
243
17
Loaísa: 1525-1526
7
4
1
1+1 (*a)
450
«muy pocos»
Saavedra : 1527-1529
3
2
1
0
110
«muy pocos»
Grijalva: 1537-1538
1
1
0
0
?
2
Villalobos: 1542-1546
6
4 (*b)
6
0
370-400
145
Legazpi : 1564-1566
4
0
4
0
350
330
Mendaña 1: 1567-1569
2
0
2
2
160
125
Mendaña 2: 1595
4
2
2
0
430
110
Quirós: 1605-1606
3
0
3
0
140-160
2 muertos

*a: una nave volvió a España después de deserción en el Atlántico, a la que hay que añadir la Santiago que no volvió a España sino que se dirigió a México.
*b: naves desaparecidas después de la llegada a las Filipinas.

El cuadro anterior muestra que los resultados mejoraron netamente a partir de 1564, exceptuando la trágica expedición de 1595; las razones de ello son múltiples y diversas: por la experiencia acumulada, por la suerte (si se piensa por ejemplo que ningún hombre de Quirós fue víctima del escorbuto en 1605-1606, sin que se haya sabido jamás la verdadera razón) y, por supuesto, por el progreso del conocimiento cartográfico, incluso teniendo en cuenta que fue modesto.

***
Cuando Magallanes llegó al Pacífico, un océano que ningún europeo había atravesado, sólo sabía dos cosas: su propia latitud (su piloto Francisco Albo situó el cabo Deseado 52º al sur) y la de las «Islas de las Especias», las Molucas, que su amigo Francisco Serrão le había descrito que estaban en el ecuador. Así pues Magallanes sabía que tenía que recorrer todo el hemisferio sur en diagonal. Si bien no tenía más que una estimación imprecisa de las longitudes, esto no era un obstáculo para la elección del camino a seguir: el noroeste, que Pigafetta describe así: «navegamos entre el oeste y mistral[1]». Pero situó estas islas en los mapas, así como Guam, lo que ayudó a sus sucesores. Loaisa, instruido por Elcano, cruzó el estrecho llamado por su descubridor «Todos los Santos» más lentamente (48 días frente a 36 que empleó Magallanes), pero sin las incertidumbres de 1521, en terreno ya reconocido, y no dudó en cuanto al camino a seguir ni en identificar «Las Islas de los ladrones», cuya latitud y características ya se conocían. Entre la tripulación de esta expedición se encontraba un joven de 17 años, Andrés de Urdaneta, quien comenzó a acumular experiencia y conocimientos náuticos que le permitieron, 40 años después, encontrar el camino hacia el éxito con el tornaviaje. Vio aparecer Nueva Guinea en los mapas después del paso de Ortiz Retes, primero, y durante mucho tiempo como el extremo norte de una gran tierra y se mantuvo el nombre que él le dio[2]. Cuando en 1568, Hernán Gallego abandonó las Islas Salomón, conocía su existencia y una parte de su latitud: «nos pareció que era Nueva Guinea, porque su latitud no era mayor de 4º sur, y fue Iñigo Ortiz de Retes quien la descubrió... »[3]; y cuando, en 1595, Quirós dirigió la San Jerónimo desde Santa Cruz a Manila, sabía que tenía que alejarse de ella[4]. Del mismo modo, cuando Váez de Torres pasó entre Nueva Guinea y Australia en 1606, era consciente de que bordeaba la costa sur de la Isla grande bautizada por Ortiz de Retes 60 años antes, y su notable navegación supuso ampliar el conocimiento de la región.

Si Legazpi confirmó la entrada de las Filipinas y las Marianas en el mundo hispánico, sus compañeros Arellano y Urdaneta hicieron posible la ruta regular entre México y Manila, y es gracias a ellos como Mendaña y Quirós, los primeros en hacer descubrimientos reales en el Pacífico Sur, pudieron alcanzar el continente americano, dirigiéndose en primer lugar rumbo norte-noreste para encontrar los grandes vientos del oeste que les llevaron a las costas de los actuales Estados Unidos, y luego no tuvieron más que bordear hasta los alrededores de Acapulco. Se trata de navegaciones sin posibles escalas, ya que no hay islas en las zonas que habían de atravesar, de longitud equivalente ‒ hay en línea recta 5.826 millas náuticas (10.600 kilómetros) desde San Cristóbal (Islas Salomón) hasta Santiago de Colima (México) y 5.849 millas náuticas (10.645 kilómetros) desde Santo (Vanuatu) hasta Acapulco ‒ cuya única dificultad fue el tiempo. En 1568 Mendaña realizó la primera travesía en 163 días (recorriendo 65 kilómetros al día) y, en 1606 a Quirós le llevó 133 días para la segunda travesía (80 km al día). El regreso en 1595 fue un poco diferente, ya que doña Isabel Barreto había decidido ir desde Santa Cruz a Manila, lo que desde un punto de vista náutico era más difícil que ir a México, a pesar de la menor distancia (3.100 millas, 5.640 kilómetros, siempre en línea recta), a pesar de un régimen de vientos caprichosos en la zona llamado «calmas ecuatoriales», y a la posible presencia de tierras todavía desconocidas. Quirós hizo este viaje en 84 días (67 km al día). Para la comparación, recordemos que en el viaje desde El Callao hasta Fatuiva (en las Islas Marquesas), se completó un trayecto ligeramente mayor (3.622 millas, 6.600 km), en 35 días (188 km/día), esta vez realmente en línea recta. Cuando cruzó la zona de las calmas ecuatoriales, que se sorprendió, porque había sido instruido por los relatos de su antecesor Hernán Gallego, a lo que añadió su propia experiencia, mejorando el conocimiento de esta región: «tiene calmas planas y los cambios bruscos de viento, 5º sur a 5º norte, como hemos sabido por Hernán Gallego y yo en nuestros respectivos viajes, aunque él que cruzó estos parajes en septiembre, había sufrido más, como dice en su relato». También había tenido por esta lectura informaciones sobre las navegaciones de regreso a México, relativas a la expedición de Legazpi, que se hacían «por cabos conocidos, y sobre una ruta trazada, puesto que está en el hemisferio norte»[5].


[1] La primera vuelta al mundo, op. cit., pp. 76 et 223.
[2] Al igual que esta, otras islas o archipiélagos han tenido siempre el nombre que les asignaron los españoles: Filipinas, Salomón (y las islas de Guadalcanal y Santa Cruz), Marquesas, isla de Santo (Espíritu Santo) a Vanuatu — los topónimos «Marianas» y «Carolinas» datan de los siglos siguientes.
[3] Hernán Gallego: «Viaje y descubrimiento de las Yslas Salomón en el Mar del Sur… », en Celsus Kelly (ed): Austrialia Franciscana, Madrid, 1967, Franciscan Historical Studies/Archivo Ibero-Americano, III, p.159.
[4]Histoire de la découverte…, op. cit., p. 132.

[5] Histoire de la découverte…, op. cit., p. 74, 161-162 et 167.

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