miércoles, 18 de junio de 2014

Las exploraciones españolas del Pacífico (1521-1606): ¿éxito o fracaso? (5 de 7)


Por la Dra. Annie Baert, hispanista, profesora de español y especialista en Estudios Ibéricos, en la Universidad de la Polinesia francesa, en Tahití.
                                                            Traducción de José Mª Álvarez Blanco.

Sin embargo, la razón principal que examina está claramente relacionada con la longitud:
«En cuanto a la primera, es cierto que no nos han dado la verdadera longitud de las Islas Salomón, y digo que no hemos llegado a ellas porque están más al oeste que las que habemos descubierto. [...] Si el relato de Hernán Gallego [dijo] la verdad, a saber, que las Islas Salomón se encuentran en latitudes 7º a 12º sur, a 1.450 millas de Lima, no se podía  hallarlas. [...] Por tanto, debemos pensar que dichas islas no están detrás, sino delante»

Y la tercera razón está relacionada indirectamente

«En cuanto a la tercera razón, la ignorancia, no hay nada que añadir. Lo cierto es que navegó [...] sin conocer otra longitud que la que cada uno determinó por estimación: entonces es posible que el error venga del que ha hecho la estimación, o del propio navegante, y que hubiera pensado recorrer menos camino que el realmente navegado»

La palabra clave aquí es «ignorancia», que no es sinónimo de «falta de rigor». En ese momento, la «longitud» no era más que la distancia recorrida entre el punto de partida, e incluso en línea recta, algo que, en el mar es bastante utópico. Sin embargo, se recuerda que sin los instrumentos adecuados, no podríamos conocerla y que era necesario conformarse con estimarla, lo que era muy aleatorio, porque dependía de la experiencia del piloto que tenía el piloto de las prestaciones de su barco, porque era muy difícil darse cuenta de la presencia de una corriente favorable en los trópicos, que lleva hacia el oeste, y con frecuencia llega a ser  de un nudo[1] (1 milla/hora), lo que haría que el barco recorriera hasta 24 millas al día, y podría explicar, al menos parcialmente, algunos errores de posición.

Sin embargo, cuando se examinan de cerca, estos «errores» se hacen más comprensibles. Según Hernán Gallego, las Salomón estaban a 1.450 leguas de Lima, o 4.930 millas náuticas, cuando en realidad, 7000 kilómetros separan San Cristóbal de Perú, en línea recta. La diferencia, enorme, de ± 2.000 millas, de hecho, a grosso modo correspondería aproximadamente a un fallo de un nudo cada uno de los 82 días que había durado el viaje. En cuanto a Quirós, pensaba que estaba a 850 leguas, 2.890 millas de Tahuata (Marquesas) en Santa Cruz, pero la distancia real es de 3.250 millas: la diferencia 360 millas, muestra que durante una travesía de cinco semanas, se equivoca en 10 millas (0,4 nudos) por día. Se constata así que Quirós era dos veces menos equivocado que Gallego: sin duda tenía una intuición más fina sobre la marcha de su barco y era mejor marinero, lo que confirmaría la veracidad de su conclusión: las islas que buscaba estaban «antes», es decir, en el oeste de Santa Cruz. Le hubiera bastado realmente recorrer 239 millas náuticas (440 km) que quedan más o menos a la misma latitud para llegar a San Cristóbal. Pero las condiciones de vida a bordo se convirtieron en tan terribles que el objetivo ya no era explorar el océano, sino la necesidad urgente de llegar a una «tierra cristiana[2]»

¿Qué añadieron los viajes de Mendaña y Quirós a la tierra habitada?. Está claro que en Europa en el siglo XVIII, no sólo se sabía de la existencia de las Islas Salomón, las Marquesas y Tierra del Espíritu Santo (actual Vanuatu), sino también de la navegabilidad del estrecho de Torres que  aparece sin lugar a dudas en los mapas publicados por De Brosses en 1756, en los que ocupan un lugar destacado extractos de los relatos de Quirós y Philibert Commerson, botánico y cirujano de Bougainville, que escribió en su diario: «En los mares del Sur  hemos reconocido las tierras de Quirós, que son una parte de las tierras australes ...». Además, Dalrymple del Servicio Hidrográfico del Almirantazgo británico había informado Joseph Banks antes de su partida de los descubrimientos ya realizados en el Pacífico, en una carta de su puño y letra, y los había publicado en 1767, mostrando en particular, la ruta de Torres a través del estrecho, de acuerdo con el Memorial de Arias («el hizo la del oeste, teniendo siempre a la derecha otra tierra, muy grande que bordeó en más de 600 leguas [ ... ] hasta Bachan y Terrenate[3]») . Nosotros no seguiremos pues el Dictionnaire d’Histoire Maritime que afirma, en la entrada «Descubrimiento y exploración de los mares del sur».. «....de 1567 a 1596, una fase española sin grandes consecuencias y perdida de vista por la Europa no hispánica» pero que sin embargo concluye: «Por lo menos en los mapas mundi se veía  encogerse el continente austral», sin preocuparse de la paradoja[4].

En lo que se refiere a la perpetua sospecha de ocultamiento (la «inexactitud de las indicaciones dadas de forma deliberada o no»), con las que los españoles habrían rodeado sus descubrimientos[5], Quirós parece responder de antemano, siempre se trata de las Islas Salomón: «Su posición no podría ser tan secreta porque había cuatro pilotos cuando fueron descubiertas, ni ellos ni todas las personas que estaban con ellos, podían ignorarlas». Nunca se imaginó que un «secreto» compartido por tanta gente pudiera permanecer en las sombras. No sólo se había aprovechado de esta inevitable circulación de los conocimientos, cuando tuvo que ir desde Santa Cruz a Manila, «sin un mapa, y sólo con la ayuda de lo que se decía[6]» sino que fue hasta allí para su provecho cuando la Corona hizo oídos sordos a sus proyectos, difundió por toda Europa sus textos, que contenían información y suposiciones de las islas descubiertas y por descubrir[7]. En 1610, el Consejo de Indias tuvo a bien ordenar que se recuperaran todos estos textos «se imprimieran y se distribuyeran a los españoles y los extranjeros, incluidos los borradores» esto era inútil y Quirós escribió al rey cuatro años más tarde «todo el mundo lo sabe[8]»



[1]Según las Instructions Nautiques, la velocidad de la corriente ecuatorial sur «est comprise entre 0,5 et plus de 2 nœuds», SHOM, Paris, Imprimerie Nationale, 1973, Série K, volume IX, p. 42.
[2] Véase a este respecto: Annie Baert, «L’angoisse des immensités océanes», en Bernard Rigo (s.d.), L’espace-temps, Bulletin du LARSH n° 2, Papeete, 2005, éd. Au Vent des Îles, pp. 89-105.
[3] Serge Tcherkézoff, en Tahiti-1768, Jeunes filles en pleurs, Papeete, 2004, éd. Au Vent des Îles, pp. 55 et 146 ; George Collingridge: The Discovery of Australia, Sydney, 1895, réed. 1987, pp. 200 et 234; Memorial del Dr. Juan Luis Arias al Rey Felipe IV, Madrid, 1631-1633, en Austrialia Franciscana, op. cit., I, p. 236.
[4] Paris, 2002, Robert Laffont, Coll. Bouquins, I, p. 142. Advertimos que en este artículo, que todo lo que concierne a «la fase española » es impugnable: la dirección de la expedición de 1567, el origen del nombre de las islas Salomón, cuyos indígenas serían «Papues caníbales», el establecimiento de una «colonia» en Santa Cruz, los abusos de poder  de doña Isabel, el «descubrimiento» de Guam y de Manille, la vuelta a México por «el famoso galeón», para terminar  en «lunas de miel sucesivas».
[5] Lugar común que se vuelve a encontrar por ejemplo en Philippe Bachimon, Tahiti, entre mythes et réalités, Paris, 1990, éd. du CTHS, p. 128; en Jean-Jo Scemla, Le Voyage en Polynésie, Paris, 1994, Robert Laffont, Coll. Bouquins, p. XXIX; en Jean Guiart, Découverte de l’Océanie, co-éd. Haere Po, Papeete & Le Rocher-à-la-Voile, Nouméa, 2000, I, p. 80, etc.
[6]Histoire de la Découverte…, op. cit., pp. 161 y 142.
[7]Véase a este respecto: Annie Baert, «Des îles bien peu secrètes. Les récits de trois voyages espagnols dans le Pacifique aux XVIè et XVIIè siècles et leur diffusion à travers l'Europe et l'Amérique», Revue Française d'Histoire du Livre, Bordeaux, n° 94-95, 1997, p. 165-186.
[8]Memoriales de las Indias Australes, op. cit., p. 366 (n. 230) y p. 433.
�zoff+ � n < �X � mso-bidi-font-style:normal'>Tahiti-1768, Jeunes filles en pleurs, Papeete, 2004, éd. Au Vent des Îles, pp. 55 et 146 ; George Collingridge: The Discovery of Australia, Sydney, 1895, réed. 1987, pp. 200 et 234; Memorial del Dr. Juan Luis Arias al Rey Felipe IV, Madrid, 1631-1633, en Austrialia Franciscana, op. cit., I, p. 236.

[4] Paris, 2002, Robert Laffont, Coll. Bouquins, I, p. 142. Advertimos que en este artículo, que todo lo que concierne a «la fase española » es impugnable: la dirección de la expedición de 1567, el origen del nombre de las islas Salomón, cuyos indígenas serían «Papues caníbales», el establecimiento de una «colonia» en Santa Cruz, los abusos de poder  de doña Isabel, el «descubrimiento» de Guam y de Manille, la vuelta a México por «el famoso galeón», para terminar  en «lunas de miel sucesivas».
[5] Lugar común que se vuelve a encontrar por ejemplo en Philippe Bachimon, Tahiti, entre mythes et réalités, Paris, 1990, éd. du CTHS, p. 128; en Jean-Jo Scemla, Le Voyage en Polynésie, Paris, 1994, Robert Laffont, Coll. Bouquins, p. XXIX; en Jean Guiart, Découverte de l’Océanie, co-éd. Haere Po, Papeete & Le Rocher-à-la-Voile, Nouméa, 2000, I, p. 80, etc.
[6]Histoire de la Découverte…, op. cit., pp. 161 y 142.
[7]Véase a este respecto: Annie Baert, «Des îles bien peu secrètes. Les récits de trois voyages espagnols dans le Pacifique aux XVIè et XVIIè siècles et leur diffusion à travers l'Europe et l'Amérique», Revue Française d'Histoire du Livre, Bordeaux, n° 94-95, 1997, p. 165-186.
[8]Memoriales de las Indias Australes, op. cit., p. 366 (n. 230) y p. 433.
[9]Carlos Barreda, Nova Imago Mundi, op. cit., pp. 121-122. Las «Capitulaciones» están reproducidas en las  pp. 257-260, y las Instrucciones en pp. 263-286 de esta obra.
[10]Relation du premier voyage autour du monde de Magellan, Paris, 1991, Libraire Jules Tallandier, pp. 95-96 ; texto español en La primera vuelta al mundo, op. cit., p. 191.
[11]Además del hecho de que Magallanes no había respetado la prohibición de mezclarse en las rivalidades eventuales entre las autoridades locales, lo que le había costado la vida, en Mactan (Filipinas), el 27 de abril de 1521.
[12] Antonio de Herrera, Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firme del mar océano (1601), ed. Universidad Complutense de Madrid, 1991, II, p. 253.

[13]Le concedió, además de recompensas financieras, un blasón con la célebre leyenda «primus circumdedisti me», al igual que a algunos de sus compañeros y a uno de ellos armó caballlero (Herrera, op. cit., II, pp. 382 et 404).

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