viernes, 3 de mayo de 2013

Notas histórico – artísticas en torno a la ermita de San Benito - 2


                                               
                                      Salvador Hernández González                    
                             Revista Guadalcanal año2005

No obstante, dentro de estos rasgos generales de las iglesias serranas, la ermita de San Benito contaba y cuenta con un rasgo distintivo que la diferencia de otros ejemplos similares en la comarca: la presencia de los pórticos que rodean el templo por los pies y el muro lateral derecho o de la Epístola. Estos interesantes soportales, que aparecen en otros templos de la localidad, como Santa Ana o Guaditoca, deben relacionarse con la estética del mudéjar extremeño  , donde este tipo de arquerías son frecuentes y se hallan representadas en ejemplos tan cercanos como la ermita de la Virgen del Ara en la vecina población de Fuente del Arco o la bellísima plaza mayor de Llerena, en cuya parroquia de Nuestra Señora de la Granada se repite la misma fórmula estética en las galerías altas que asoman a dicho espacio urbano. Aunque los actuales soportales de San Benito no son los primitivos, sino producto de intervenciones posteriores, la presencia de este tipo de pantalla arquitectónica se documenta perfectamente en el citado informe de la Visita Canónica de la Orden de Santiago de 1494, en el que se señala que “ a la entrada de la ermita estaba un portal bien hecho de ladrillo con sus arcos y un antepecho en que asientan los pilares de los dichos arcos “, cubriéndose este espacio con madera tosca, jara y teja vana. En el frente lateral se disponía otra galería, cuyos arcos descansaban sobre tres pilares, siendo la cubierta del mismo tipo que la del portal de los pies del templo. La ermita contaba además con otras dependencias secundarias de servicio, como un aposento junto al portal de los pies “para los que vienen a la ermita a velar y a sus devociones “, un corral en el que estaba sembrado un olivo, y la casa del ermitaño.
Pasando al interior del templo, presidía el presbiterio un altar en el que se veneraban una escultura de Cristo Crucificado y la imagen del titular San Benito, vestido con un roquete de lienzo y portando una cruz pequeña de madera, completándose el ornato con una pintura sobre tabla que representaba a la Virgen. Otros altares eran el de Nuestra Señora, con imagen de la Virgen con el Niño albergada en una hornacina de madera, más otras dos efigies de las que no se indica su advocación; y el de Santa Lucía, en el que se daba culto a la imagen de esta santa y la de San Blas. Este modesto patrimonio artístico se completaba con un corto ajuar litúrgico integrado por piezas como un cáliz de plata con su patena, otro cáliz de estaño y diversas vestiduras y ornamentos sagrados.
A fines de la centuria se emprenderán algunas obras de reforma en la ermita de San Benito. Así sabemos que en 1498 se comenzó a reedificar la capilla mayor, cuyas obras proseguían una década más tarde, cubriéndose con una bóveda de crucería de ladrillo, decorada con cinco claves de piedra  , algunas de las cuales deben ser las que hoy aparecen incrustadas en el muro lateral derecho como elementos decorativos.
Las intervenciones en el templo continuarían a lo largo del siglo XVI. En este sentido podemos apuntar que en 1550 se disponía, sobre la reja que separaba el presbiterio de la nave, unas pinturas que representaban a los doce apóstoles, las cuales se hallaban en fase de ejecución en esa fecha y que todavía en 1575 no se habían concluido, por lo cual los Visitadores exhortaron al mayordomo Pedro Ortega a que las acabase en el plazo de seis meses.

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