A través de la Historiografía artística: Aproximación bibliográfica.
Salvador Hernández González
Revista Guadalcanal año 2004.
Ya a mediados del siglo XIX, nos
encontramos con ese monumento bibliográfico de la historiografía española que
es el Diccionario geográfico – histórico – estadístico de Pascual Madoz,
obra modélica entre las de su género y que ciertamente debió aprovechar el
material recogido por Tomás López. En su obra, Madoz atiende a aspectos tan
variados como la situación de la localidad dentro del marco provincial,
distancias a los centros administrativos de los que depende y localidades
vecinas, situación del casco urbano, límites municipales, red hidrográfica y
características del terreno, abordando además la cuantificación no sólo de la
producción agropecuaria, industrial, comercial y de los efectivos
poblacionales, sino también del personal eclesiástico y edificios religiosos,
que inserta dentro del marco descriptivo del urbanismo local planteado en su
obra. En el caso de Guadalcanal, el autor cita de pasada las tres parroquias,
el hospital de la Caridad ,
y las iglesias de los Milagros, San Vicente, la Concepción y el
Espíritu Santo, las ermitas de Nuestra Señora de Guaditoca, San Benito y el
Cristo, más el convento de San Francisco, que para entonces ya había sido derribado
.
La segunda mitad de la centuria,
marcada ya por el signo de la historiografía romántica, conocerá la
proliferación de diccionarios histórico – geográficos que no suelen prestar excesiva
atención al patrimonio artístico (salvo en el caso de los grandes monumentos de
las capitales de provincia, generalmente), sin que se aborde el análisis
sistemático de los monumentos ubicados en los pueblos, situación de desinterés
que afecta igualmente a la provincia de Sevilla, cuya escasez de estudios sobre
el arte en sus diversas localidades contrasta con la abundante nómina de
trabajos sobre la capital, entre los que ocupa lugar primordial la producción
de José Gestoso y Pérez, auténtico punto de partida de la historiografía
artística sevillana posterior.
Esta
situación de inercia va a experimentar un profundo giro a comienzos del siglo
XX. Los nuevos planteamientos historiográficos, de acuerdo con la ilusión de un
resurgimiento cultural y científico que hiciese superar el trauma de la crisis
de 1898, reclamaban la necesidad de catalogar nuestra riqueza artística, como
instrumento básico e imprescindible para su estudio y difusión. De acuerdo con
este sano criterio, un decreto de 1 de junio de 1900 ordenaba la formación de
un Catálogo monumental de España, usando de criterios más científicos,
rigurosos y precisos, tarea que se haría por provincias y sería publicada por
el Estado . Tan ambicioso proyecto nació marcado por la penuria tanto de medios
como de personal cualificado para llevarlo a cabo, por lo que sólo aparecieron,
muy irregularmente, los catálogos de unas pocas provincias. El de Sevilla,
encomendado al arquitecto Adolfo Fernández Casanova y terminado en 1909, fue
uno de los que quedaron sin publicar, estando depositado el manuscrito original
en Madrid, concretamente en la
Biblioteca del “ Instituto Diego Velázquez “, organismo
especializado en la investigación de la Historia del Arte y dependiente del C.S.I.C.
Paralelamente,
la labor documentalista emprendida desde las primeras décadas del siglo XX por
los investigadores sevillanos en el Archivo de Protocolos de la capital hispalense
aportaban diversas referencias relativas a Guadalcanal. Iniciada esta labor de
exhumación documental por el ya citado Gestoso y Pérez, su línea fue continuada
por la labor personal de López Martínez y la de los investigadores agrupados en
el entonces recién nacido Laboratorio de Arte de la Universidad de
Sevilla, con nombres tan señeros para la historiografía artística como Bago y
Quintanilla, Hernández Díaz, Muro Orejón y Sancho Corbacho. En el caso de
Guadalcanal, las noticias aportadas se centran en los contratos de ejecución de
diversas obras de arte para los templos de la localidad, que por desgracia no
nos es dado contemplar a causa del aniquilamiento sufrido por su patrimonio
artístico en los trágicos días de julio de 1936. La mayoría de los encargos se
suceden a lo largo del siglo XVI, época dorada para la actividad artística en
Guadalcanal, cuando a causa de la inyección económica que supuso tanto los
caudales procedentes de los emigrantes a Indias como la actividad de las minas
de plata, se prodigaron las fundaciones piadosas polarizadas en torno a las
iglesias, conventos y ermitas, para las que no se ahorraron medios en lo
tocante a su ornato con preseas artísticas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario