viernes, 2 de noviembre de 2012

GENTE DE GUADALCANAL - 4

Paisaje de San Sebastián (Colombia)

              Por José Mª Álvarez Blanco

Como las fuerzas del padre Diego, aunque estaban alentadas del las generosidades del espíritu no eran de bronce, sucumbieron a la continuación de la fatiga, sobreviniéndole unas calenturas penosísimas, mal que se hacía más aflictivo por verse sin médico que le asistiera, sin compañía de amigos, en un páramo desierto y lejos de todo alivio humano. Grandes fueron los trabajos, soledad y penas que el P. Fr. Diego, sufrió en esta enfermedad; porque si había de comer alguna cosa, la tenía que guisar él, y esto de un día para otro, siendo lo ordinario cocer hoy un poco de pescado para comerlo mañana. Con esto se le agravó al P. Fr. Diego el accidente de modo que fue preciso enviar a Tucunaca un indio para que le avisase al hermano Fr. Blas, pidiéndole que pasase a San Sebastián a poner cobro en las cosas de la misión por si Dios se lo llevaba. Vino el hermano Fr. Blas, y quiso Dios que a los pocos días le faltase al Padre Fr. Diego la calentura, que nunca más le repitió, y, viendo la mejoría, se volvió Fr. Blas a su pueblo.
            A esta razón llegaron a Cartagena [de Indias] siete religiosos Capuchinos de la provincia de Castilla, para hacer misión en Darién. Venía entre ellos en venerable siervo de Dios Fr. Francisco de Pamplona, que era el que la tal misión había solicitado; y todos fueron con fraternal amor y gran caridad hospedados en Cartagena por el P. F. Gaspar de Sevilla, prefecto de la misión de Uraba, y sus compañeros, lo cual es otra prueba evidente de lo que dejamos dicho en el capítulo XI, El hermano Fr. Francisco de Pamplona fue con otros PP. al Darién donde supo que el P. Fr. Diego estaba en San Sebastián, y le envió a decir que quería pasar a verlo y comunicar con él algunas materias, noticia que recibió gustosísimo el P. Fr. Diego, y lleno todo de júbilo le respondió que viniese en buena hora, y que se trajese un sacerdote para que le confesase, porque hacía muchos meses que carecía de los dichosos frutos de aquel Venerable Sacramento, aunque por la misericordia de Dios se hallaba en conciencia tal, que en todos ellos no había dejado de decir misa ni un día tan sólo.
            Emprendió el viaje en una lancha para hacer su visita el hermano Fr. Francisco llevando por su compañero al Padre Fr. Basilio De Valde-Nuño, y  levantándose un viento recio hizo naufragar la canoa en que navegaban los dos pobres misioneros, de modo que salieron a tierra por milagro, todos mojados y muertos de frío; y  por ser tarde, y el terreno de intricadas malezas, les fue preciso quedarse en el campo aquella noche, en la cual fue imponderable lo que padecieron de el hambre, sed, desnudez y desabrigo, tanto que estuvieron para rendir el último aliento a las crueles manos de trabajos tan crecidos.
            Al día siguiente llegaron al pueblo de San Sebastián tan destrozados que no les faltaba sino espirar, pero el P. Fray Diego que tenía ya noticias de que venían, les recibió cariñosamente, hízoles muchos agasajos, dioles de comer de lo que te nía prevenido y les hizo todos los obsequios posibles. Permitió Dios que los indios matasen en aquella ocasión un venado, y como ellos por sus supersticiones no se lo comen, se lo trajeron todo al P. Fr. Diego, el cual tuvo con eso para regalar a sus amantísimos huéspedes. A los dieciocho días se volvió el P. Fr. Basilio a su misión del Darien con el hermano Fr. Francisco y el P. Fr. Diego quedó sólo como antes, muy pesaroso de la ausencia y amable compañía de los dos misioneros con quienes tuvo gran consolación su espíritu; y esta fue la única ocasión en que pudo confesarse en dieciocho meses que vivió allí sin compañero (P. Cord. Ms.120).
            Entretanto estaba en Cartagena el P. Fr. Gaspar de Sevilla investigando todas las cosas que pasaban en la misión, proveyendo desde allí lo que juzgaba más conveniente y conociendo que de los ocho religiosos que habían quedado estaban todos enfermos sin poder cobrar la salud perdida, menos el P. Fr. Diego de Guadalcanal, y el hermano Fr. Blas de Ardales, y que estos estaban separados cada uno en su pueblo con grandísimo desconsuelo de ambos, por hallarse privados de la amable compañía de los religiosos, dio orden de que el hermano Fr. Blas con todas las cosas pertenecientes a la misión desamparase el pueblo de Tucunaca o Tunucuna y se pasase al de San Sebastián para acompañar al P. Fr. Diego. Puso Fr. Blas en ejecución la orden del Prelado, y fue cosa de admiración el sentimiento, pena y quebranto que mostraron los indios en su despedida. Habíalos tratado este religioso con grandísimo agrado, afabilidad y cariño, y como este es un imán tan poderoso para los corazones que, aunque sean como el hierro duro, los atrae, se hallaban los suyos cautivos del agrado del Fr. Blas, por lo que sintieron mucho su separación>>.

(Texto procedente de la obra: “Reseña histórica de la provincia capuchina de Andalucía. Varones ilustres en ciencia y virtud que florecieron en ella desde su fundación hasta el presente por el M.R.P. Ambrosio de Valencina”. Tomo V. Capítulo XIII. pp. 132-139. Sevilla, 1908).

Poco puedo añadir sobre este segundo Diego de Guadalcanal, salvo que el topónimo Tunucuna o Tucunaca corresponde actualmente a un arroyo; en cambio San Sebastián es un municipio de la República de Colombia, localizado al sur del departamento del Cauca, fundado en 1562 por Pedro Antonio Gómez.

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