Manuel Maldonado Fernández
Revista Guadalcanal año 2012
Por esta última circunstancia, a lo largo del XVII
una buena parte del dinero que circulaba a crédito procedía de indianos enriquecidos,
dinero puesto en el mercado del empréstito público por parte de los patronos y
capellanes de las fundaciones piadosas instituidas, que por regla general se
trataba del pariente local (seglar o clérigo, respectivamente) más próximo al
fundador, sucediéndoles sus herederos[1].
Durante el XVI, el dinero solía colocarse en juros (deuda pública), pero, tras
las periódicas bancarrotas que acompañaron al reinado de Felipe II, los
patronos y capellanes prefirieron situarlo sobre las rentas, dehesas y otros
bienes de propio concejiles. Así, centrándonos en el concejo santiaguistas de
Guadalcanal y los de su entorno, hemos podido concretar una relación directa de
acreedor-deudor entre el convento del Espíritu Santo de Guadalcanal y las
rentas, dehesas y propios de este mismo concejo; entre el convento de Santa
Clara de dicha villa y las rentas y propios del concejo de Azuaga; o, como en
el caso que nos ocupa, entre el convento de la Concepción de
Guadalcanal y las rentas, dehesas y propios del concejo de Llerena[2].
Pues
bien, en esta ocasión nos centramos en Álvaro de Castilla, el convento de las
concepcionistas fundado por este último en su villa natal y el estrecho vínculo
crediticio que dicha institución mantuvo con los propios y rentas de Llerena,
fincas y rentas que prácticamente estuvieron hipotecadas por el citado convento
desde principios del XVII hasta finales del XVIII.
[1] Con el paso del tiempo, determinar a quién le correspondía
el patronazgo o la capellanía resultaba una tarea complicada, dando paso a
numerosos pleitos por la titularidad de dichos oficios, que de ello quedan
numerosos testimonios en el archivo general del arzobispado de Sevilla.
[2] Como
es conocido, los tres conventos femeninos de Guadalcanal fueron fundados por
sendos indianos locales. Así, el convento de San José de la Penitencia de la Regla de Santa Clara fue
fundado sobre 1612, con el dinero que mandó el indiano Jerónimo González de
Alanís, quedando dicho instituto religioso sometido en primera instancia al
Ministro General de la orden de la provincia franciscana de los Ángeles y al
Ministro General de todos los Franciscanos existentes en los Reinos de España.
El siguiente en fundarse fue el de la Concepción , en 1621, con el dinero que mandó
Álvaro de Castilla, constituyéndose su primera comunidad con religiosas
procedentes del convento concepcionista de Mérida, en este caso sujeta a la
jurisdicción ordinaria del priorato de San Marcos de León. El último en
aparecer fue el del Espíritu Santo, en 1627, con religiosas procedentes del
citado convento local de San José de la Penitencia y por encargo de Alonso González de la Pava , otro indiano
guadalcanalense. Más datos en AGAS, Sec. Justicia, Serie Ordinarios, leg. 195.
También en MIRÓN, A. (Guía de Guadalcanal.
Constantina, 1989) y GORDÓN BERNABÉ, A. ("El convento del Espíritu
Santo", en Revista de Feria y
Fiestas, Guadalcanal, 2000).