domingo, 28 de noviembre de 2010

RETAZOS DE LA VIDA DEL GENERAL CASTELLÓ - 27


Las Cortes depusieron a Alcalá Zamora, nombraron a Azaña Presidente de la República y a Martínez Barrios Presidente de las Cortes. Casares Quiroga pasó a Presidencia del Gobierno conservando su cargo de Ministro de la Guerra.
El 14 de abril se lanzó una bomba debajo de la tribuna pre­sidencial; hubo tiros y un gran alboroto. Al desfilar la Guardia Civil mataron al teniente Reyes. En su entierro el General Po­zas, Director de la Guardia Civil, ordenó que se condujera el cadáver por la calle Serrano, mas las Comisiones presididas por Gil Robles lo llevaron por la Castellana en dirección al Pa­lacio de las Cortes. Hubo un choque violento entre la Guardia Civil y los Guardias de Asalto y, como consecuencia de ello, hubo muchos muertos y heridos. Enterado el Presidente del Go­bierno de estos incidentes, comenzó en la Gaceta a destituir a los jefes de la Guardia Civil que no eran afectos a la República; lo mismo hizo con los Guardias de Asalto.
En Alcalá de Henares, un Capitán de Caballería que iba en bicicleta vio en la calle cómo unos paisanos golpeaban a un hombre que estaba en el suelo. Al tratar de intervenir, fue agre­dido y para salvarse se refugió en su casa, en las afueras de la ciudad. El populacho lo siguió hasta allí; él se asomó por distintas ventanas para hacer creer que no estaba solo y co­menzó a disparar, para dar tiempo a que llegasen sus compa­ñeros del Regimiento. El alcalde dio cuenta al Ministerio de lo ocurrido y ordenaron al Jefe del Regimiento que se trasladase por carretera a Palencia. Tanto el Coronel como los Jefes y Oficiales se negaron a ponerse en marcha y el Regimiento fue conducido al nuevo destino por sargentos. Se les formó causa por sedición y el Tribunal que los juzgó dictó penas severas. Como yo era autoridad judicial, estudié el asunto con mi audi­tor y rebajamos las sanciones. La mayor pena impuesta fue de doce años; el Ministro me llamó a su despacho para advertirme sobre mi benevolencia y le contesté que como autoridad judi­cial no admitía insinuaciones de nadie.
También hubo un choque entre los alumnos de la Academia de Toledo y los ciudadanos. Se notaba ya la malquerencia entre paisanos y militares.
El 12 de julio se supo en toda España la noticia del asesi­nato de Calvo Sotelo. Sorprendió también la muerte misteriosa del General Balmes. El General Franco se trasladó a Gran Ca­naria para asistir a su entierro. Luego, en lugar de regresar a Tenerife donde estaba con mando, se fue a Casablanca y al día siguiente llegó a Tetuán. El 17 de julio se dio, a través del Mi­nisterio de la Guerra, la orden de acuartelamiento de las tropas en toda España. Las noticias que se recibían de Marruecos eran muy confusas sobre el levantamiento en aquel territorio.»

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