martes, 16 de noviembre de 2010

RETAZOS DE LA VIDA DEL GENERAL CASTELLÓ - 21


El Dictador planeó un desembarco en Alhucemas para aca­bar con la rebelión. De acuerdo con el Mariscal francés Petain, ambos convinieron una acción conjunta en Marruecos. El man­do francés opuso algunos reparos, pero finalmente se impuso el criterio de Primo de Rivera y la operación tuvo un resul­tado feliz. Se capturó a Abd-el-Krim, quien fue enviado a Mada­gascar.
Firmada la paz en Marruecos, impuesto el orden en el inte­rior, parecía que era el momento de abandonar el poder. Pero para los dictadores ese momento no parece llegar nunca. Primo de Rivera fundó la Unión Patriótica, compuesta de políticos fracasados, y creó una Asamblea Nacional; formó un gobierno de políticos de segunda fila ya en el plano civil. Consiguió anu­lar los partidos políticos monárquicos que habían perdido adep­tos, mas nadie vio que con ello los partidos de izquierdas fueron consiguiendo más prosélitos. La agitación política llegó hasta Marruecos y un día memorable el General Mola, jefe del te­rritorio de Larache, nos citó en la Comandancia de Artillería y con voz grave nos preguntó si el Dictador nos merecía con­fianza para seguir gobernando. La respuesta fue: "Terminadas las causas que motivaron la intervención armada en el Gobier­no de la Nación, y habida cuenta de que se había dado fin a la guerra de manera airosa, procedía liquidar la dictadura."
El Rey llamó al Dictador:
-"Creo, Miguel, que ha llegado el momento de dimitir" -y presentándole al General Berenguer le dijo:
-"Este es tu sucesor".»
Más adelante añade:
«Investido de los poderes, el General Berenguer forma un gobierno en el que él es Presidente; el General Marzo, Ministro de la Guerra, y el General Mola, Director General de Seguridad. La opinión pública, que ha estado siete años callada, va a ma­nifestarse. El primer incidente tuvo lugar en el Hospital de San Carlos donde los alumnos hicieron fuego contra la Guardia Civil. Poco después se manifiestan de manera violenta los so­cios del Ateneo; otro día, sobre Madrid, vuelan aviones en los que Queipo de Llano y Ramón Franco tiran octavillas tratando de sublevar a los descontentos. Fracasa la idea y ambos vuelan a Portugal. De acuerdo con ellos, el político Casares Quiroga, allá en Jaca, ha conseguido que varios jefes y oficiales, entre ellos los capitanes Galán y García Hernández se subleven. Salen fuerzas de Zaragoza, vencen a los revoltosos y ambos capitanes son aprehendidas, juzgados y fusilados. España está pasando días de inquietud. El General Berenguer no goza del prestigio de Primo de Rivera. Es el hombre de Annual. Pese a su caba­llerosidad, para los africanistas es un gafe.
El Rey, tal vez tratando de encauzar la situación, entregó el poder al Almirante Aznar, el cual formó gobierno con Beren­guer en el Ministerio de Guerra y el Marqués de Hoyos, Te­niente Coronel de Estado Mayor en la Gobernación. Con el propósito de restablecer la Constitución, convocó a elecciones municipales para luego ir a las de Diputados. Nadie menos indicado que el Marqués de Hoyos para un asunto de esta en­vergadura, que necesitaba un político experimentado. Yo esta­ba en Madrid en el curso de coroneles. Los votantes acudieron tranquilos a las urnas; por la tarde, como un rayo, circuló la noticia por Madrid: había triunfado la República en las cuaren­ta y nueve capitales de provincia. Por la mañana, en la Puerta del Sol se gritaba: "¡Viva la República!"
Por la tarde, cuando asistimos a la conferencia en el Museo y Biblioteca de Ingenieros, el Capitán General de Madrid nos dijo:
-"Señores coroneles, en las capitales de provincia ha triun­fado la República; el gobierno ha ordenado al General Sanjurjo, Director de la Guardia Civil, que pregunte a los coroneles de los tercios, si aceptan este triunfo; de lo contrario se decla­rará el Estado de Guerra cuyo bando tengo ya redactado. Se­ñores coroneles, el curso ha terminado, cada cual marche a su destino."
A la mañana siguiente se supo que la Guardia Civil había aceptado el voto popular, que el Rey había desoído a los parti­darios de resistir, abandonando el poder y marchado a Carta­gena acompañado del Almirante Miranda. Su esposa e hijos ha­bían quedado en Palacio. Había caído la Monarquía.

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