domingo, 21 de septiembre de 2014

Guadalcanal en los libros y guías de viajes (siglos XVI – XIX) (5 de 5)

                                           Salvador Hernández González
                                           Revista de Guadalcanal año 2014

“Al salir de Llerena el camino discurre durante cuatro leguas por vastas llanuras de trigo punteadas por colinas cónicas hasta Guadalcanal, que según se dice, ha sido la céltica Tereses. Las minas de plata y plomo están situadas a cosa de una milla al nordeste. El río Genalija [sic] separa a Extremadura de Andalucía. Estas minas fueron descubiertas en 1509 por un campesino llamado Delgado que, arando, topó con mineral. En 1598 fueron arrendadas a los hermanos Marco y Cristóbal Fugger, de Augsburgo, que también tenía arrendadas las minas de mercurio de Almadén; y ellos, guardando bien su propio secreto, extrajeron del Pozo rico tales riquezas que su nombre acabó siendo proverbial y Ser rico como un Fúcar quería decir en los tiempos de Cervantes lo mismo que ser tan rico como Creso. Constituyeron una calle en Madrid a la que dieron su nombre. Sus descendientes, en 1635, fueron obligados a renunciar a las minas, pero antes, y llevados del despecho que sentían, desviaron hacia ellas un arroyo. A pesar de todo la fama de sus adquisiciones sobrevivió a esto y tentó a otros especuladores con sueños de mundos de oro; y en 1725 lady Mary Herbert y míster Gage trataron de drenar las minas; son los que menciona Pope:
¡Almas afines! Cuyas vidas une la avaricia, y un mismo hado entierra en las minas asturianas.
Un ligero error por parte del poeta, tanto por lo que se refiere al metal como a la geografía.
El proyecto se quedó en nada, como tantos otros créditos, etc.: Châteaux en Espagne; y los obreros ingleses fueron saqueados por los españoles, que no querían que “herejes y extranjeros” vinieran a España a llevarse el oro. En 1768 un cierto Thomas Sutton hizo otra intentona de explotar las minas”.
Por otra parte, la revolución de los transportes que supuso la llegada del ferrocarril en la recta final del siglo XIX, junto con la mejora de los caminos, favoreció la edición de numerosas guías del viajero que recogían la herencia de aquellas primeras guías de caminos de postas propias del siglo XVIII. Su finalidad es obviamente facilitar al viajero una información ajustada y precisa sobre las vías de comunicación y medios de transportes, junto con apretadas reseñas de las comarcas y poblaciones por las que discurren las rutas en cuestión, ya sean carreteras o la red de ferrocarriles. Las fichas de las localidades suelen responder generalmente a un esquema que recoge los datos básicos de sus coordenadas geográficas, vías de comunicación, número de habitantes, aspectos socio – económicos y breves alusiones a la historia y al patrimonio artístico. Este planteamiento emparenta en cierto modo estas guías de viajes con los diccionarios geográficos, que como ya se ha dicho alcanzaron tan amplio desarrollo editorial durante los siglos XVIII y XIX y de los que son en cierto modo continuadoras, si bien las guías potencian lógicamente la información práctica y de utilidad para el viajero y dejan en un segundo plano el componente erudito.
Dada la abundancia de este tipo de obras, no siempre fáciles de localizar, señalaremos algunas muestras de aquellas que hemos manejado, bien físicamente o bien en formato digital, y que incluyen, en apretado y casi telegráfico texto, la reseña de Guadalcanal. En este sentido, un autor prolífico en este género fue Francisco de Paula Mellado, autor de numerosas guías de viajes, entre las que su España geográfica describe en 1845 a nuestra localidad con el siguiente texto de tono enciclopédico[1]:
“GUADALCANAL: Villa situada a quince leguas de Sevilla, en terreno llano cerca de Sierra Morena. Su fundación es remota y su nombre de origen arábigo. Conserva inscripciones del tiempo de los romanos. Consta de 966 vecinos y 3.884 habitantes. Pertenece a la diócesis de León en su priorato de San Marcos y al partido judicial de Cazalla de la Sierra. Tiene tres parroquias, un pósito, un hospital, tres conventos de monjas, uno que fue de frailes y un estanco. En la quinta de 1844 entraron en suerte 279 jóvenes de 18 a 24 años. Pagó de contribución 63.794 reales y cosecha al año común 16.000 fanegas de granos y legumbres, 7.000 arrobas de vino y 3.000 de aceite, que con sus pastos y frutos menores importan 674.000 reales. Hay granjería y tráfico de ganados, molinos harineros y una mina de plata en su término, explotada en la actualidad”.
La llegada del ferrocarril a Guadalcanal, como estación incluida en la línea Mérida – Sevilla, supondrá el que nuestra localidad figure en algunas de las guías que nacen para orientar al viajero en la utilización de la red ferroviaria española. Si bien esta línea que comunica Extremadura con Sevilla no vino a completarse en su trazado completo hasta 1885, ya poco antes, en 1881, Comas Galibern describe el recorrido en su Guía del viajero en España, dejándonos la siguiente ficha sobre nuestra localidad[2]:
“Guadalcanal, a 101 kilómetros de Sevilla, villa de unas 5.441 almas, en cuyo término municipal existen varias minas de plomo que fueron en otro tiempo muy ricas. Actualmente hállanse por decirlo así, abandonadas, a consecuencia de la decadencia en que la industria minera se encuentra. Esto sin embargo, con una dirección bien entendida y con capitales suficientes, estos yacimientos se podrían explotar  con buen éxito.
Esta población es muy industriosa, y además de esto recoge aceite y un vino de grande estima”.
De tono parecido, pero con fichas aun más sintéticas, es el Consultor del viajero, de Julián Aguilar, del que hemos utilizado la tercera edición publicada en Madrid en 1886. Destinado también al viajero por ferrocarril, incluye el recorrido y horarios de la línea de Mérida a Sevilla, al tiempo que las poblaciones atravesadas por aquélla quedan reseñadas en apretados párrafos en los que se proporcionan los datos básicos de utilidad práctica para el viajero, como distancia de la estación al casco urbano, establecimientos de hospedaje y servicios de ocio. Así de Guadalcanal se incluye esta escueta ficha[3]: 500 metros a pie para llegar al pueblo. Para alojamiento, las posadas o algunas casas particulares que reciben huéspedes”.
Conviviendo con el auge de estas guías de viajes, el Romanticismo, al promover el estudio de la historia y el patrimonio como señas de identidad nacionales, dio un importante impulso a la publicación de las corografías o descripciones regionales, en algunos casos formando parte de colecciones que abarcaban la totalidad del país. Por sus planteamientos y contenidos informativos estas guías regionales son herederas y al mismo tiempo deudoras de la larga serie de diccionarios geográficos que se inician en el siglo XVII y que cuenta con ejemplos tan conocidos como los de Madoz y Miñano, de los que ya dimos cuenta en su momento para Guadalcanal[4]. Nuestra localidad aparece reseñada en algunas de estas obras corográficas, aunque en menor medida que en los diccionarios geográficos. En 1896 Valentín Picatoste publicó el volumen correspondiente a la provincia de Sevilla, que forma parte de su inconclusa colección Descripción e historia política, eclesiástica y monumental de España, donde se reseña nuestro pueblo como “centro industrial y agrícola de alguna consideración, célebre antes por sus ricas minas de plomo argentífero, hoy dadas al olvido” [5].
Sí se completó en cambio la España Regional de Ceferino Rocafort y Casimiro Dalmau, publicada en Barcelona entre 1913 y 1919. A Andalucía se dedica el volumen I, donde se plantea un recorrido regional articulado en función de la división administrativa en partidos judiciales, los cuales a su vez quedan encuadrados por aspectos como la situación geográfica, límites políticos y administrativos, accidentes geográficos (orografía, cauces fluviales, etc.), red de comunicaciones (ferrocarriles y carreteras), etc. De cada población se indica el número de habitantes, la distancia a la capital de provincia, comunicaciones, producción económica y monumentos de interés. Así de Guadalcanal, perteneciente al partido judicial de Cazalla de la Sierra, se indica lo siguiente[6]: “Villa de 6.563 habitantes, a 110 kilómetros de Sevilla, con estación de ferrocarril. Hállase situada en la sierra de su nombre, en el corazón de Sierra Morena. Cosecha aceite, cereales y vinos; explota minas de plata y de hierro; fabrica harinas, gaseosas y ladrillería; cría ganados, y celebra feria el 4 de septiembre”.
En definitiva, la llegada del siglo XX da paso a un nuevo tipo de guías regionales y libros de viajes de texto conciso, más atento a la información objetiva y práctica que a la vivencia romántica del camino, que surge como inmediato precedente de las numerosas guías con las que en nuestros días el viajero o el turista sigue recorriendo este rincón de la Sierra Norte, tan cargado de historia y riqueza patrimonial, a cuyo conocimiento hemos querido contribuir con esta apretada antología de textos.



[1] MELLADO, Francisco de Paula: España geográfica, histórica, estadística y pintoresca. Madrid, 1845. Pág. 765.
[2] COMAS GALIBERN, José: Guía del viajero en España. Itinerario artístico y pintoresco por la Península Ibérica. Barcelona, 1881. Pág. 339.
[3] AGUILAR, Julián: El consultor del viajero. Madrid, 1886. Pág. 162.
[4] De este tipo de textos, difíciles a veces de localizar y de desigual valor informativo, nos hemos ocupado con anterioridad en relación con la localidad de que tratamos. Véase HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Salvador: “Guadalcanal en los Diccionarios histórico – geográficos (siglos XVII – XIX)”, Revista de Feria y Fiestas de Guadalcanal (2006), págs. 139 – 153.
[5] PICATOSTE, Valentín: Descripción e historia política, eclesiástica y monumental de España para uso de la juventud. Provincia de Sevilla. Madrid, 1896. Págs. 15 – 16.
[6] ROCAFORT, Ceferino – DALMAU, Casimiro: España Regional. Barcelona, 1913 – 1919. Vol. I, pág. 402.

No hay comentarios: