miércoles, 17 de septiembre de 2014

Guadalcanal en los libros y guías de viajes (siglos XVI – XIX) (4 de 5)

                                   Salvador Hernández González
                                Revista de Guadalcanal año 2014

El Señor Don Joseph de Carvajal, Ministro de Estado, que deseaba informarse de lo que era esta mina, me mandó examinarla, y me hizo entregar varios papeles antiguos, que se reducían a la historia de lo que en ella se ha trabajado y dos planes de sus pozos y galerías. El primero de estos planes incluía once pozos desde ochenta a ciento y veinte pies de profundidad, y el segundo, que me pareció hecho por persona más inteligente, no contenía más que diez. Del extracto que hice para aquel Ministro se sacan dos verdades y cinco conjeturas.
Las dos verdades son, que los dos hermanos Fúcares abandonaron esta mina el año de 1635; y que entonces las betas de plata eran muy ricas. La primera conjetura es que habiendo querido el Ministerio subir el arriendo y poner nuevos derechos a los dichos Condes Fúcares, estos introdujeron una corriente de agua en la mina, que para sus trabajos tenían desviada, y la inundaron y abandonaron precipitadamente; la segunda, que estos Asentistas pusieron máquinas y acuñaron moneda dentro de la misma mina para defraudar los derechos del Rey, con cuyo dinero se granjearon protectores poderosos en la Corte, y así pudieron evadirse de España; la tercera, que la última galería se hundió, y que aunque ahora se compusiese, no daría para los gastos de la obra; la cuarta, que hay un manantial de agua en el último pozo tan abundante, que sería de un coste inmenso el desaguarle, y se correría el riesgo de no hallar la beta, o de hallarla exhausta; la quinta, que la abundancia de plata de las minas de América hizo olvidar los trabajos de ésta; y la política persuadió que debía reservarse para cuando aquellas pudiesen faltar.
Varios autores antiguos y modernos han celebrado la riqueza prodigiosa de esta mina. El Cardenal Cienfuegos en su Historia de San Francisco de Borja hace un elogio grande de ella. La Historia de la Casa de Herasti, pág. 264, dice que esta mina había producido ocho millones de pesetas, cuya suma se empleó con otras en la fábrica del Escorial. Alonso Carranza en su Tratado de Moneda de España, pág. 101, afirma que una semana con otra se sacaban de Guadalcanal sesenta mil ducados y que al lado de la mina se había fundado el lugar por los que acudían a los trabajos[1].
A legua y media hacia poniente de la mina de Guadalcanal hay otra mina en una peña muy alta, que ya los antiguos tantearon, según se ve por un pozo y una galería que se distinguen de las demás obras modernas. La beta se presenta mal, y a mi entender, es una vena trastornada: esto es, que es más rica en la superficie que en lo profundo, pues a la vista tiene seis pies de extensión, y se compone de espato y cuarzo. Corre de norte a sur en el primer pozo, que es el antiguo; pero en los modernos se nota que muda del este al oeste, siguiendo la dirección de la montaña”.
El siglo XIX será un siglo viajero por antonomasia, de acuerdo con la nueva mentalidad del Romanticismo, que impone el viaje por placer y para captar lo desusado, el color local. España se convierte en la meta de numerosos viajeros extranjeros, que acuden atraídos por el exotismo de unas tierras en las que el paso de la Historia parece haberse detenido y que sigue brindando los mismos atractivos que habían despertado el interés de los viajeros dieciochescos.
La situación de Guadalcanal como tránsito entre Extremadura y Andalucía favoreció el paso de algunos de estos viajeros románticos. El primero fue el francés Alexandre de Laborde, escritor, viajero, anticuario y político (1773 – 1842). Su pasión por las artes le llevó a viajar por Inglaterra, Holanda, Italia y España. Su primera toma de contacto con nuestro país se produjo durante el reinado de Carlos IV y bajo el patrocinio del Secretario de Estado Manuel Godoy. Fruto de esta primera estancia – a la que seguiría una segunda acompañando a Napoleón I en la invasión de España por las tropas francesas – fue la publicación del Itinerario descriptivo de España (1809) y el Viaje pintoresco e histórico de España (1806 – 1820). En esta última obra, de la que utilizamos la traducción publicada en Valencia en 1826, Laborde expresa sus impresiones al pasar por Guadalcanal en su vuelta de Mérida a Sevilla, en un breve texto que en algunos aspectos sigue muy de cerca al Viaje de España de Ponz, al que ya nos hemos referido[2]:
“Guadalcanar [sic] es una villa de cerca de 1.000 habitantes, con 2 parroquias, 2 conventos de religiosos y 2 de religiosas, cuya jurisdicción es del orden de Santiago. A un cuarto de legua entre N. y E. están las minas de la plata, cuyo producto es bastante considerable, y su explotación digna de verse: en sus minas se ha encontrado en estos últimos tiempos un 10 por 100 de platina, metal que hasta ahora se creía existir sólo en América”.
Este interés por las minas es compartido por otro de los grandes viajeros decimonónicos, Richard Ford (1796 – 1858). Nacido en Londres, cursó estudios de Derecho, con vistas a una profesión de abogado que nunca llegó a ejercer, pues sus intereses se encaminaban más a la estética que a la abogacía. Dado que poseía una rentable fortuna y estaba dotado de gustos refinados, entre 1815 y 1822 realizó cuatro giras por Europa, continuadas por el viaje que emprendió en 1830 con destino a Andalucía, con la intención añadida de buscar mejoría para el estado de salud de su esposa Harriet Capel, con la que se había casado en 1824. Desde su llegada a Sevilla en el otoño de 1830 y hasta su vuelta a Inglaterra en 1833, Ford emprenderá un largo recorrido por España, que plasmó en obras como el Manual para viajeros por España y lectores en casa, publicado en 1844. Dentro de su periplo viajero, el paso por Guadalcanal se produjo en la primavera de 1831, cuando regresaba a través de Extremadura y con destino a Sevilla, del viaje que había emprendido en el mes de abril a Madrid[3]. En su crónica viajera, Ford da breves noticias del descubrimiento de los yacimientos, el arriendo de las minas a los banqueros Fugger, el abandono de la explotación y los sucesivos intentos por reanudar la actividad extractiva[4]:




[1] [Nota de Bowles] “Esto se escribía hace veinte años. Después las cosas han mudado mucho de semblante, porque una compañía de extranjeros ha emprendido el beneficio de est mina con permiso del Rey; y no obstante haber consumido capitales muy cuantiosos, y haber desaguado los pozos, hasta ahora no han podido dar con la beta”. Se refiere Bowles a los sucesivos intentos acometidos en el siglo XVIII para recuperar la explotación de estas minas, entre los que adquirió cierta notoriedad el de Lady Mary Herbert. Véase MURPHY, Martín: “Lady Mary Herbert, una minera en Sierra Morena”, Archivo Hispalense nº 239 (1995), págs. 29 – 43; y MALDONADO SANTIAGO, José Manuel: “Apuntes sobre la Empresa Real Minera de Guadalcanal”, Revista de Feria y Fiestas de Guadalcanal (2005), págs. 175 – 183.

[2] LABORDE, Alexandre de: Itinerario descriptivo de las Provincias de España. Valencia, 1826. Pág. 242.
[3] ROBERTSON, Ian: “Richard Ford y las cosas de España”, en La Sevilla de Richard Ford (1830 – 1833). Fundación El Monte, Sevilla, 2007.
[4] FORD, Richard: Manuel para viajeros por Andalucía y lectores en casa. Reino de Sevilla. Turner, Madrid, 1980. Págs. 295 – 296.

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