NOTAS PARA LA HISTORIA DE LA COFRADÍA DE LA SOLEDAD DE GUADALCANAL, DURANTE EL SIGLO XIX.
Por Germán Calderón Alonso
Revista de Guadalcanal año 1997
I.
INTRODUCCIÓN.
Es muy desconocida la historia de las cofradías de la villa
de Guadalcanal. Intentaremos, pues, en este pequeño artículo, hacer una
aportación en este sentido referida en este caso a la Hermandad del Santo
Entierro de Cristo y Ntra. Sra. de la Soledad , residente en la Iglesia Mayor de la
población, la parroquia de Santa María de la Asunción.
Se trata del estudio de unos autos que se instruyeron por
la corporación en 1851 debido a que las otras dos parroquias de la población,
Santa Ana y San Sebastián, no acudían a su procesión del Viernes Santos. Hay
que imaginarse la “indignación” de los cofrades ante estos hechos que parecen,
a primera vista, un desprecio por parte del clero de ambas collaciones hacia
una procesión, que en todo tiempo y lugar, ha sido considerada oficial, por
tratarse, claro está, del entierro de nuestro Salvador.
Hay que tener en cuenta que el 11 de mayo de ese mismo 1851
se firmó el concordato entre el Gobierno Moderado presidido por Bravo Murillo y
la Santa Sede ,
rigiendo la sede de Pedro, el Papa Pío
IX. Se acaba así con una situación extremadamente anómala de enfrentamiento
entre la Iglesia
y el Gobierno Español, nacida por la disolución el 11 de octubre de 1835 de las órdenes religiosas masculinas
y la puesta en venta de sus bienes el 19 de febrero de 1836, obra del ministro
Juan Álvarez Mendizábal. Guadalcanal hasta 1851 pertenecía a una jurisdicción
eclesiástica exenta, el Priorato de San Marcos de León de la Orden Militar de
Santiago, concretamente a su Vicaría de Tentudía. Tras el concordato pasó a
depender de la autoridad episcopal del arzobispo de Sevilla. Pues bien, existía
un tribunal especial de las Órdenes Militares, con sede en la corte, y el Secretario
de éste, D. Alfonso de Cuenca, enterado del asunto se dirigió el 11 de junio de
1851 al Gobernador Eclesiástico interino del Priorato de San Marcos, que
gobernaba éste al no existir un prior en estos momentos tan extraños. Le expuso
la pretensión de la hermandad, representada por su mayordomo, que era también
teniente de alcalde de la villa D. Ignacio Vázquez, y que era que las
parroquias asistieran a la procesión del Viernes Santo con cruz parroquial alta
y llevando los clérigos capas pluviales, lo cual era lo más lógico en estos
casos. Particularmente hasta ahora no vemos nada anormal en la pretensión de
los cofrades. El Gobernador se dirigió entonces a los párrocos con fecha 16 de
junio para que expresaran lo que opinaban de lo que se nos antoja espinoso asunto, con el fin de que
él lo trasladara al tribunal eclesiástico. Pero antes deberíamos ver, pues es
todo un fresco costumbrista, el informe del 28 de mayo del “celoso” mayordomo
de la cofradía. D. Ignacio Vázquez. El fin de pedir que acudieran los cleros
parroquiales era que se realizase “... con toda la suntuosidad que se requiere
el funeral del primer sacerdote de la
Ley , el Hijo de Dios...”. No se puede decir más en menos
espacio, dada cuenta de que no se había dirigido a los curas pues veía cercana
la negativa como se la habían dado sus antecesores.
Lo más llamativo del asunto es que D. Ignacio alegaba que
al entierro de un sacerdote los demás acudían
con cruces y capas, mientras que no iban al de Cristo. La verdad es que
el argumento parece, en principio demoledor. Pero veamos que respondieron los
párrocos.
II.
LA RESPUESTA DEL CLERO DE SANTA ANA.
El párroco de Santa
Ana, D. José Baños, oído su clero, dio cumplida respuesta al gobernador
eclesiástico, sede vacante de San Marcos. En primer lugar alegó que no todos
los cofrades del Santo Entierro tenían la pretensión de que asistieran las dos
parroquias con cruz y capa pluvial, sin tan sólo alguno entre los que no se
encontraban los eclesiásticos que, seguramente, se habían opuesto a esta pretensión. A ello había que
sumar que la corporación no poseía reglas aprobadas por la autoridad
eclesiástica, lo cual ni entonces ni ahora decía nada a su favor. Lo cierto es
que los hermanos no sólo se habían dirigido al tribunal de órdenes sino que
antes habían mostrado su pretensión en la Santa Visita que hizo
D. José Gómez Jurado, párroco de Ntra. Sra. de los Ángeles de Bienvenida. En
ella se negó el visitador a sus deseos y los hermanos no se avinieron a la
concordia de procesiones que se pretendía hacer, estipulando que Santa María asistiese a las procesiones del Hábeas
Christi de Santa Ana y San Sebastián. En
contrapartida, estas dos parroquias acudirían al Santo Entierro una vez que
hubieran acabado los oficios en sus templos, los cuales, lógicamente se
estimaban más importantes. Ello se consideraba una “obligación de justicia”
mientras que acompañar a Santa María “que es igual en todo a las demás”, no lo era. En el fondo
lo que late es la rivalidad entre la parroquia “mayor” y las otras dos. Todo
ello nos recuerda los pleitos de preeminencia entre Santa María y San Pedro en Arcos de la Frontera y entre Santa
María y Santiago en Utrera o los conflictos entre Santiago y San Sebastián en
Alcalá de Guadaira. Estas luchas entre parroquias, que se nos antojan tan
antievangélicas, son muy habituales en la historia de la Iglesia andaluza. Por otra
parte, el párroco opone un argumento irrebatible, pues era mucho más importante
una procesión en la que desfilaba el
mismo Jesucristo, que otra en la que salía tan solo su imagen. Por otro
lado alegaba en lo referente a los entierros de los clérigos de la villa, que
existía obligación de asistir a ellos por establecerse en unas constituciones
que estaban legalmente aprobadas por el ordinario. Además la presencia en estos
entierros la tenía la parroquia en la cual se hacía el funeral y las tres
clerencias actuaban, para el caso, como si se tratara de una solo. Finalmente
si se consentía en la pretensión de Santa María iría subordinada a las otras y
con el tiempo se establecería una costumbre que obraría a favor de la
supremacía. Como hemos de suponer, ello es lo que no se debía de consentir. Además
dice que la no presidencia de Santa María había sido declarada “en juicios
contradictorios y sentencias ejecutorias”. Por último hay que decir que, según
el párroco, había costumbre de acudir a la procesión del Santo Entierro sólo
con la cruz. En fin, que lo que subyace e invade todo el conflicto es la
disputa entre la matriz y las otras dos parroquias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario