Por José Mª Álvarez Blanco
Al lector no versado en los
entresijos del mundo de los académicos le parecerá en principio sorprendente
que un dictamen como el anterior, aparezca en una publicación de una sociedad
dedicada específicamente a la
Historia y no a las Bellas Artes, que, como es sabido, tiene
su propia institución denominada Academia de Bellas Artes de San Fernando. Sin
embargo, es usual que las Academias no solamente reciban en su seno a los especialistas
en su disciplina, sino también, aunque minoritariamente, a profesionales prestigiosos
en otros campos relacionados.
Como me ha llamado la atención
la circunstancia anterior, he podido comprobar que el arquitecto Fernando
Chueca Goitia[1]
(Madrid 1911-2004), ingresó primero en la Academia de la Historia , concretamente
en 1966, y posteriormente, en 1973, en la de Bellas Artes de San Fernando.
En cuanto a los valores
puramente arquitectónicos de la modesta iglesia de nuestra villa, el dictamen
del Sr. Chueca no fue muy halagüeño que digamos y menos indulgente aún es el
calificativo que aplicó a sus colegas del Colegio de Arquitectos de Andalucía
Oriental y Badajoz que remitieron su dictamen a la Academia de la Historia. Como es
sabido Don Fernando Chueca es autor, aunque solo en parte, de la Catedral de la Almudena de Madrid, cuya
construcción ─desde su comienzo en 1883 con planos de Francisco de Cubas, interrupciones
de sus obras en cuya dirección se sucedieron Miguel Olabarría, Enrique Mª
Repullés y Juan Moya, y finalmente ganadores del concurso convocado al efecto el citado Fernando Chueca
y Carlos Sidro─ se prolongó durante 90 años, hasta su finalización e inauguración
en 1993 por el papa Juan Pablo II en su cuarto viaje a España. El edificio
enclavado frente al Palacio de Oriente presenta una mezcla de estilos tanto
arquitectónicos como decorativos, y como sucede con la fiesta de los toros
suscita una marcada división de opiniones, que van desde el elogio más encendido
hasta términos tan descalificadores como pastiche o bodrio. Respecto a estos
últimos constatamos pues, que aunque no responsable de la totalidad de la obra,
el arquitecto Chueca, como todo aquel que expone su obra a la consideración del
público recibió calificativos, en su cuota parte, tan poco halagadores como los
que en 1986 dedicó al arquitecto sevillano que informó sobre la Iglesia de la Concepción de Guadalcanal.
No deja de llamarme la atención
la mención que el citado informe hace de la pila bautismal y los azulejos del
frontal del altar mayor. Respecto a la primera, si mal no recuerdo, protagonizado
por un cura de infausto recuerdo, hubo un intento de venta a un anticuario,
impedido –repito que si la memoria no me falla─ por entre otros Manuel López
Blandez y Rafael Torrado Aguión que siempre fueron celosos defensores del
patrimonio artístico de la villa. La pila bautismal –que era de la iglesia de
San Sebastián- acabó en la ermita de San Benito y que los azulejos del altar
mayor fueron desmontados y –creo- que vendidos. Como el paso del tiempo es
inexorable, dentro de poco habrá que emprender una nueva acción reparadora para
evitar su hundimiento, para la que soy pesimista debido a que el mecenas no sea
una especie presente en nuestro ecosistema y que la escasez de recursos de las
arcas públicas parece que va para largo.
José María Álvarez Blanco
Madrid, enero de 2013
[1] El lector interesado puede
consultar la biografía de F. Chueca Goitia en Wikipedia y ver la entrevista que
su amigo el filósofo Julián Marías le hizo en su casa sevillana del barrio de
Santa Cruz en el 18 de enero de 1982, en http://www.rtve.es/alacarta/videos/personajes-en-el-archivo-de-rtve/julian-marias-entrevista-fernando-chueca-goitia-casa-sevilla/1112294/