Por Javier Ortiz de
CONCLUSIONES
Por otra parte su asentamiento en América resulta menos caprichoso y fortuito que lo que hasta aquí conocíamos. No marchan a ciegas a descubrir nuevos Dorados; van a asentarse junto o con sus familiares y paisanos; a continuar sus negocios comerciales o mineros, como luego en el XVIII y XIX repetirán montañeses, vascos, navarros, asturianos y gallegos.
Van y vienen a la península con mayor facilidad que se creía; envían cartas, encargos, caudales y bienes con mayor frecuencia que la sospechada. Muchos regresan sanos y salvos como auténticos indianos a su villa natal.
Son activos mercaderes, financieros, mineros, tenderos y arrieros, pioneros en algunas actividades coloniales, más que simples y ociosos rentistas como muchas veces se les pinta.
Mandan importantes sumas a su pueblo, pero gran parte de su hacienda queda, aún sin herederos allá, en Indias, a través de capellanías, limosnas, y obras pías, gastos de entierro, etc.; legados a amigos y familiares también indianos o hijos legítimos o naturales allí establecidos.
Sin duda en Guadalcanal tanto el movimiento migratorio como la remesa de caudales que apuntamos tuvo importantes repercusiones que estamos lejos aún de poder calibrar. Cuando conozcamos más ejemplos locales o regionales tal vez todas estas afirmaciones queden más precisas o puedan ser generalizadas.
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