Por José F. Titos Alfaro. Revista de Guadalcanal año 1980
En los Anales de Don Diego Ortiz de Zúñiga, caballero de la Orden de Santiago, di con la descripción que se hace de un terremoto, que en 1504 afectara a Sevilla y su provincia, y cuya sinopsis es la siguiente:
«En Sevilla, en el año del Señor del 1504, Viernes Santo, día 5 de abril, como a la hora de Tercia, siendo Sumo Pontífice Julio II y Arzobispo de Sevilla D. Juan de Zúñiga, y reinando en Aragón, Castilla, Sicilia y Cerdeña los cristianísimos Reyes Don Fernando y Doña Isabel, mientras el Clero y el pueblo estaban juntos en la Catedral para celebrar los Santos Oficios, un repentino terremoto estremeció con horrible y cruel estruendo todas las iglesias y casas, de modo que amenazaban caerse. Todos los hombres, mujeres y niños daban tan grandes voces como si hubieran perdido el juicio, y se herían el pecho temerosos de la ira de Dios, invocando el favor y auxilio del Señor y la Beatísima Virgen. Los caballos, los jumentos, los bueyes y los perros aterraban con sus aullidos. El Guadalquivir, elevado su nivel por tres o cuatro veces y sobremanera alterado, se desbordó, y parecía haber llegado el día del Juicio Final.
Los que estaban en los campos aseguraban haber visto oscurecerse el sol y caer grandes granizos y que se abrían grandes pozos arrojando abundante agua por sus bocas, y los montes abiertos exhalando vientos con cenizas. En los pueblos de Carmona, Cantillana, Villanueva y Lora se cayeron los edificios, oprimiendo a muchas personas y hay quien afirma haber visto fuentes, cuyas aguas eran del color de la sangre, en los pueblos de Almadén, Cazalla, GUADALCANAL y otros, que fueron casi enteramente destruidos».
Casualmente (y la cosa va de terremotos) pude dar con otro legajo, tan rancio y matusalénico como el anterior, en el que se dice:
«El día de Todos los Santos de 1755 hubo un gran terremoto en la Sierra Norte de Sevilla. En acción de gracias, por no haber recibido daño ni en sus personas ni inmuebles ni en ganados, la Comunidad de la Parroquia de Santa María de Guadalcanal, presidida por el párroco don Juan de Ortega, acordó celebrar perpetuamente una Misa seguida de Procesión con el Santísimo por la Plaza Mayor, en la que habrá dos altares, repletos de flores, para sendas Estaciones de su Divina Majestad. Los gastos de cera y flores, por un importe de 16 reales de vellón, serán sufragados por el Consejo de la Villa».
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