lunes, 30 de enero de 2012

Indianos de Guadalcanal: sus actividades en América y sus legados a la metrópoli – Siglo XVII - 7

Por Javier Ortiz de la Tabla Ducasse - III Jornadas de Andalucía y América. Huelva 1983

CONCLUSIONES

Cuando contemplamos un movimiento migratorio de tal magnitud en Guadalcanal, incluso después de descubiertas sus famosas minas; cuando comprobamos el éxito de muchos de estos indianos como conquistadores, pobladores, comerciantes y mineros; cuando vemos salir del pueblo hombres adultos que liquidan su hacienda y dejan sus familias para marchar a Indias y los encontramos en Perú o México relacionados estrechamente con parientes y paisanos anteriormente establecidos, llegamos a pensar en la importancia que los factores de atracción del Nuevo Mundo, más tal vez que los de repulsión del Viejo, tuvieron para ciertos sectores de estos emigrantes.

Por otra parte su asentamiento en América resulta menos caprichoso y fortuito que lo que hasta aquí conocíamos. No marchan a ciegas a descubrir nuevos Dorados; van a asentarse junto o con sus familiares y paisanos; a continuar sus negocios comerciales o mineros, como luego en el XVIII y XIX repetirán montañeses, vascos, navarros, asturianos y gallegos.

Van y vienen a la península con mayor facilidad que se creía; envían cartas, encargos, caudales y bienes con mayor frecuencia que la sospechada. Muchos regresan sanos y salvos como auténticos indianos a su villa natal.

Son activos mercaderes, financieros, mineros, tenderos y arrieros, pioneros en algunas actividades coloniales, más que simples y ociosos rentistas como muchas veces se les pinta.

Mandan importantes sumas a su pueblo, pero gran parte de su hacienda queda, aún sin herederos allá, en Indias, a través de capellanías, limosnas, y obras pías, gastos de entierro, etc.; legados a amigos y familiares también indianos o hijos legítimos o naturales allí establecidos.

Sin duda en Guadalcanal tanto el movimiento migratorio como la remesa de caudales que apuntamos tuvo importantes repercusiones que estamos lejos aún de poder calibrar. Cuando conozcamos más ejemplos locales o regionales tal vez todas estas afirmaciones queden más precisas o puedan ser generalizadas.

sábado, 28 de enero de 2012

Indianos de Guadalcanal: sus actividades en América y sus legados a la metrópoli – Siglo XVII - 6

Por Javier Ortiz de la Tabla Ducasse - III Jornadas de Andalucía y América. Huelva 1983

LOS CAUDALES INDIANOS

Salvo el doctrinero Martínez Pava, el resto de indianos parece haber conseguido una relativa suerte y fortuna en sus diversas actividades en Indias y aún con todo, del clérigo pudo recibir su sobrina 340 pesos como ayuda a su dote.

¿Cómo influyó su suerte en la vida de Guadalcanal?

Con esta documentación presente la cuantificación de los caudales remitidos a la villa tiene varias limitaciones. Por una parte en cuanto a la documentación de capellanías sólo suele coger la cifra destinada a tal fin. La de bienes de difuntos, si incluye testamento suele ser más precisa en el resto de las mandas, aunque si se trata de remanentes de bienes y herencias globales es imposible calibrar la cuantía.

Por otra parte, según se desprende de esta documentación, hay que contemplar la posibilidad y evidencia, a veces, de que estos indianos durante su vida iban remitiendo, o traían personalmente, caudales y bienes a la península. Algunas de estas mandas pueden rastrearse en los fondos de los archivos notariales de Sevilla -y sin duda en los de Guadalcanal-; otras, con seguridad, no habrán dejado rastro documental. Por ello es importante conocer el entorno familiar más próximo de los emigrantes para, a través de sus parientes, calibrar la posible incidencia de legados americanos en sus patrimonios.

Con todo, las mandas testamentarias y fundaciones de capellanías, limosnas y obras pías de Guadalcanal, pueden ser un índice para valorar el impacto americano en la villa. Y el impacto lo recibimos ahora también nosotros al cuantificar dichos envíos.

Desde los 340 pesos de Martínez Pava hasta los 50.000 de su pariente González de la Pava o los 40.000 ducados de Alvaro de Castilla, hay distintos tipos de fortunas. Grosso modo desde 1580 hasta la década de 1620, en estos 19 casos, hemos contabilizado en las distintas mandas unos 38 millones de maravedises, cifra impresionante para dicho número de emigrantes. Hay que tener en cuenta que sólo las fundaciones del convento de González Pava y el hospital de Alvaro de Castilla totalizaron 76.300 ducados.

Profundizando más el análisis observamos que el total remitido por seis de estos emigrantes supuso unos 35 millones de maravedises (20 llegaron del Perú y 15 de Nueva España) procedentes fundamentalmente de la actividad minera. Y curiosamente iban a beneficiar directa o indirectamente a familias de reconocido prestigio y posición en la villa: los Castilla, los de la Cava, los de la Pava y los Bastidas.

Igualmente las capellanías beneficiarían a las familias de los fundadores, como patronos y capellanes; vincularían diversas propiedades a esta institución y a estas familias y servirían como sistema de crédito a innumerables vecinos de la villa.

En el aspecto artístico es innegable la repercusión de estos caudales. Son diversos los casos en que se ordena erigir nuevos altares, retablos y capillas; efectuar algunas reformas u obras; levantar un convento y un hospital, e indirectamente, al enriquecer a familias, capellanes e iglesias se posibilitaba un posterior mecenazgo de estos.

Es interesante advertir la canalización de gran parte de estos capitales hacia instituciones religiosas y la Iglesia en general, fenómeno que sin duda incidirá e incrementará la acumulación de bienes en «manos muertas».

Tal vez la institución de estas capellanías y obras pías favoreció el fenómeno observado por distintos autores en la España del XVII de la proliferación del clero, muchos de cuyos miembros conseguían disfrutar estos bienes como parientes más o menos cercanos de los fundadores. Sin duda estas rentas fueron buenos estímulos y acicates para incrementar las «vocaciones» de hidalgos y segundones depauperados.

jueves, 26 de enero de 2012

Indianos de Guadalcanal: sus actividades en América y sus legados a la metrópoli – Siglo XVII - 5

Por Javier Ortiz de la Tabla Ducasse - III Jornadas de Andalucía y América. Huelva 1983

En Arica se establecieron como dueños de recuas y esclavos los hermanos Alonso y Francisco González de la Espada, quienes como Cristóbal de Arcos Medina aparecen relacionados con Cristóbal López de la Torre y Benito Carranco, tal vez pariente éste de la madre de ambos Beatriz Carranco. Otro pariente suyo había pasado al Perú (Jerónimo González de la Espada) regresando más tarde a Guadalcanal. Un hermano de éste, Pedro Martínez Pava, murió como cura de la doctrina de Cajatambo dejando como heredera de sus cortos bienes a su sobrina Ana de Bonilla, que pudo cobrarlos gracias a las diligencias de su pariente Francisco Núñez de Bonilla en Lima. Martínez Pava, como doctrinero, no consiguió la fortuna, inmensa, que había logrado su pariente Alonso González de la Pava en Potosí.

González de la Pava amasó como minero en el Cerro un importante capital que le permitió destinar 50.000 pesos de a ocho para fundar un convento en Guadalcanal, regresar a su pueblo y seguir dedicado a la actividad minera. Su sobrino, Juan González de la Pava, tal vez no contento con esta fortuna decidió probar la suya propia, marchó a América siendo desheredado por su tío.

Precisamente había sido albacea testamentario de otro de sus paisanos muerto en Potosí en 1601, el capitán Francisco de la Cava, que en su actividad mercantil logró también un buen capital, que luego benefició a sus parientes e iglesias de Guadalcanal.

En el virreinato novohispano estos indianos aparecen también vinculados con actividades mineras y comerciales. Tal vez fuera el caso de Diego Ramos Gavilán (cuyos parientes hemos visto en Perú), y que entre otras sumas mandó a su pueblo 4.000 ducados para obras pías. Igualmente asentado en México y generoso al morir fue Antonio de Bastidas, que se hallaba en la capital virreinal junto con su hermano Cristóbal de Bonilla Bastida y relacionado con sus paisanos Hernando y Rodrigo Ramos, comerciantes y mineros del virreinato. Cristóbal llegó a ser prior del Consulado de México, lo que indica la preeminencia y fortuna lograda en 1617. 8

En Tlaxcala murió Alonso López, dejando 3.000 pesos de plata y otros bienes para una capellanía. Otro homónimo Alonso López de la Torre se había asentado con su hermano en Taxco. Allí acudieron ante la suerte de su tío García Núñez de la Torre, uno de los primeros mineros de la zona, quien fundaría otra capellanía en Guadalcanal y dejaría por herederos de sus minas a sus sobrinos, que las siguieron explotando. Al morir Alonso López de la Torre, además de otras mandas enviadas a sus parientes, fundó una capellanía que disfrutaría su sobrino nieto Pedro Bonilla de la Torre.

Si en Taxco encontramos a los de la Torre, Bonilla y Ramos, en Guanajuato se establecieron Alvaro de Castilla Calderón y Gonzalo de Bonilla Barba, fundadores de capellanías y prósperos indianos. Alvaro de Castilla aparece como mercader y minero, al igual que su hermano Juan de Castilla, repartiendo su actividad entre México y Guanajuato, donde conocieron su prosperidad sus paisanos Diego Gutiérrez, sastre de Guadalcanal, Pedro Sánchez Holgado, Rodrigo de Ortega y Agustín de Sotomayor, que vueltos a la península propagaron su fortuna.

Finalmente Gonzalo de Bonilla Barba, llegando al virreinato después que los anteriores, repite su modelo. Se estableció en México y Guanajuato, dedicándose primero al comercio de menudeo, asociándose a los Castilla (Juan y Alvaro, que parecen ser los socios capitalistas), prosperando en esta actividad, pasó al arrendamiento de haciendas de minas y terminó como propietario de minas e ingenios de beneficio de metales. Aparece también vinculado en sus relaciones mercantiles y mineras a Hernán y García Ramos Caballero, mercaderes y mineros; a Cristóbal Martín Zorro, como vecino y amigo Luis de Castilla Chávez, alguacil mayor de minas en Guajuato, siendo testigos en su testamento sus también paisanos Pedro Ramos y Alonso de Castilla. Toda una colonia de Guadalcanal en Guanajuato.

martes, 24 de enero de 2012

Indianos de Guadalcanal: sus actividades en América y sus legados a la metrópoli – Siglo XVII - 4

Por Javier Ortiz de la Tabla Ducasse - III Jornadas de Andalucía y América. Huelva 1983

RADICACIÓN Y ACTIVIDAD EN AMÉRICA

A lo largo del XVI los polos de atracción fundamentales para los vecinos de Guadalcanal iban a ser Nueva España y Perú. Tal tendencia viene demostrada también por el lugar de residencia de los individuos a examen: 8 en el Perú, 2 en Quito, 6 en Nueva España, 1 en Panamá y otro en el Río de la Plata.

La emigración de Guadalcanal, aunque aparece con los más diversos destinos, se centró casi en exclusiva en ambas áreas antes indicadas siendo esporádicas y excepcionales las salidas a otras regiones. Incluso encontramos distintos enclaves peruanos o mexicanos con diversos representantes de este pueblo.

En ambos bloques, peruano y novohispano, hay una curiosa similitud de actividades entre los colonos: mineros, mercaderes y tenderos en el área andina; mineros y comerciantes en Nueva España.

En su trabajo sobre los mineros y comerciantes del México Borbónico Brading analiza el fenómeno típico de emigración peninsular, preferentemente montañesa, a los centros comerciales y mineros del virreinato, atraídos por su bonanza y, sobre todo, por reclamos familiares insertándose en las elites regionales 7

Si este es un fenómeno típico en el siglo XVIII que puede extenderse a otras áreas hispanoamericanas, por la breve muestra que ahora contamos respecto a la emigración de Guadalcanal, se puede avanzar que dicho modelo se establece en fechas y siglos anteriores como se verá a continuación.

En el trabajo anterior sobre Guadalcanal insistí en la importancia que el éxito de un familiar o paisano en Indias pudo tener en la villa para motivar la salida posterior de diferentes emigrantes más, para repetir la aventura o proseguir la fortuna del indiano venturoso.

Fama, fortuna y arraigo consiguieron en los primeros momentos de la conquista varios sujetos que irán atrayendo a familiares y paisanos. En Tierra Firme, en las expediciones de Nicuesa, Balboa y Pedrarias, Francisco González de Guadalcanal, que se asentó en Panamá donde fue regidor; en Perú, Fernán González Remusgo de la Torre, regidor de Lima, tras el que aparecen varios parientes en el virreinato; también allí, Diego Gavilán, destacado en la conquista, encomendero y fundador de Huamanga, donde se asentará su linaje atrayendo a deudos y amigos, siendo tronco de la familia indiana del famoso cronista de Copacabana Alfonso Ramos Gavilán; en Quito, Rodrigo Núñez de Bonilla, conquistador, tesorero, encomendero y fundador de un destacado linaje indiano, gobernador de los Quijos como su pariente y paisano Alonso de Bastida, de similar trayectoria y fortuna; junto a ellos Pedro Martín Montanero y Juan Gutiérrez de Medina, también conquistadores y encomenderos; y en el mismo ámbito quiteño los Ortega Valencia, la familia del descubridor de la isla de Guadalcanal. De estos mismo linajes continúan pasando a Indias durante el XVI y XVII distintos miembros.

Ya he señalado el caso notorio de los Bonilla en otras Jornadas. Ahora insistiré en relaciones y vinculaciones de estos individuos en sus actividades en el Nuevo Mundo.

En el área peruana se encuentran varios con actividades centradas en el comercio y la minería, con diversas conexiones y similitudes entre sí.

En Lima se asentó Cristóbal de Arcos Medina como mercader dedicado al tráfico de ropa de Castilla. En sus operaciones comerciales aparece relacionado con Benito Carranco y Cristóbal López de la Torre, probablemente también de Guadalcanal, que aparecerán además vinculados a los hermanos González de la Espada, como luego se verá. Consiguió una regular fortuna valorada en unos 10.000 pesos, parte de la cual fue a parar en mandas y obras pías a Guadalcanal. Además de sus paisanos antes mencionados, la mujer de su hermano, María Yáñez de Bastida, contaba con otros parientes en el virreinato.

Otra señora de este apellido, Mayor de Bastida, sería la beneficiaria de algunos bienes de su marido, Luis de Funes Bonilla, muerto en Lima a principios del XVII. Había pasado a Indias hacia 1570-80 y aparece al servicio de D. Alonso de Vargas, como administrador de su hacienda y recaudador de sus tributos en Arica. Allí contaba con varios paisanos y conocidos que mencionaremos más adelante y entre ellos Luis de Bastida, quien regresó más tarde a Guadalcanal. Sin hijos de su matrimonio, dejó heredero universal de sus bienes, que no parecen muy cuantiosos, a su hijo natural Francisco Funes de Bonilla.

Otro de sus parientes, Juan de Bonilla Mexía, moría poco después en Lima, sin que sepamos su ocupación aunque parece haber estado centrada en dicha capital y en Cuzco, fundando una capellanía. Otra fundaría en la misma iglesia de Santa María, su paisano Fernando Rodríguez Hidalgo, que también se había instalado en la ciudad de Los Reyes donde murió.

Antonio del Castillo, cuyo sobrino Diego Martín Rincón disfrutaría su capellanía y la de Rodríguez Hidalgo, murió en 1553 en Huamanga, aunque sus bienes no llegaron a Sevilla hasta 1600. Tenía tienda en dicha villa y murió en la estancia de su paisano Diego Gavilán, que fue su albacea testamentario. Como Funes Bonilla dejó cinco hijos, mestizos, de diversas madres, a quienes recordaría en su testamento, no dejando descendencia legítima de su mujer.

domingo, 22 de enero de 2012

Indianos de Guadalcanal: sus actividades en América y sus legados a la metrópoli – Siglo XVII - 3

Por Javier Ortiz de la Tabla Ducasse - III Jornadas de Andalucía y América. Huelva 1983

SEMBLANZA PERSONAL Y FAMILIAR

La primera característica más destacable de los 19 seleccionados es la mayoría absoluta de varones frente a una sola mujer.

Mientras en la lista de capellanías de Guadalcanal, indianas o no, encontramos un sinnúmero de fundadoras, en las de bienes de difuntos son escasas las hembras que aparecen, y no solamente para esta villa sino para el resto peninsular Sin duda ello se debe a que pocas mujeres fueron «sueltas» o desparejadas a Indias o siguieron en tal estado allí, mientras que los varones sí lo hicieron con frecuencia. Por otra parte gran cantidad de mujeres del pueblo habían acompañado sus maridos, hermanos o parientes a los distintos lugares del Nuevo mundo donde se establecerían más tarde, como Mariana Vélez de Ortega, una de las primeras que llegaron a la Nueva España. 6

Pocos datos se conocen de la edad al pasar a Indias, al fundar las capellanías o al testar. En el momento de su viaje se puede adivinar, por referencias, la de dos o tres: un hombre adulto que deja hijos jóvenes en el pueblo y otro casado en segundas nupcias que dejaba varios hijos de ambos matrimonios. Al testar se supone, por distintas referencias, que la mayoría lo hace a una edad avanzada ( dentro de la esperanza de vida del Antiguo Régimen): uno lo indica expresamente estar en cama poco antes de morir y no poder firmar por su estado; otra, la única mujer, (Beatriz del Castillo), al estar presente en su testamento un nieto como testigo. Del resto, deduce por la edad de sus hermanos, hijos y sobrinos en España.

En cuanto al estado civil se conoce directamente siete casos en que queda especificado en la documentación y mayoritariamente lo especifican los casados. En cuatro casos más podemos pensar que, por su testamento y final de sus bienes, trata de hombres solteros a quienes heredan sus hermanos, sobrinos o parientes. No hay pues ninguna similitud en ellos. Salvo uno casado en América, con mujer de distinta naturaleza regional, los casados habían dejado sus familias en la península y sus mujeres eran igualmente de Guadalcanal o pueblos próximos (Llerena). Beatriz del Castillo, muerta en Salta, era viuda de un Alonso González Sancha, con quien debió pasar a Indias, y era posiblemente del mismo pueblo que su mujer, por sus apellidos.

Cinco de los casados dejaron descendencia legítima en España o Indias; uno, más abundante mestiza (cinco frente a uno) y otro que no la tuvo de su matrimonio, sí la consiguió en América teniendo un hijo mestizo. En cuatro casos más, solteros, sabemos que no tuvieron descendencia legítima y en el resto de los casos se ignora.

No obstante abundan los datos sobre los parentescos de estos individuos en Guadalcanal e incluso entre sí. Prácticamente todos dejaron hermanos en el pueblo (de uno a cinco siendo más frecuentes dos o tres); dos estuvieron acompañados por uno de ellos en América y algunos presentan ciertos parentescos. Entre todos encontramos en distintos lugares y fechas a Luis Funes de Bonilla, Juan Bonilla Mexía, Alonso de Bonilla y Gonzalo de Bonilla Barba, parientes por el apellido común, en distinto grado; Antonio de Bastidas, pariente también de los anteriores y a Diego Ramos Gavilanes y Alvaro de Castilla, igualmente parientes.

viernes, 20 de enero de 2012

Indianos de Guadalcanal: sus actividades en América y sus legados a la metrópoli – Siglo XVII - 2

Por Javier Ortiz de la Tabla Ducasse - III Jornadas de Andalucía y América. Huelva 1983

INDIANOS ANDALUCES

También di a conocer anteriormente diversos factores que incidieron en el movimiento migratorio de los naturales de Guadalcanal al Nuevo Mundo, destacando la vinculación y proximidad del pueblo a Sevilla y el asentamiento en Indias de distintos vecinos que atrajeron a parientes y paisanos. 3

Desde fechas inmediatas al Descubrimiento se encuentran relaciones comerciales entre Guadalcanal-Sevilla-Indias, sobre todo en despachos de vino y el pase de mercaderes y emigrantes. 4

Hay que recordar que el fenómeno migratorio de Guadalcanal se realizará fundamentalmente durante el siglo XVI, si bien continúa en la primera mitad de la centuria siguiente, a menor ritmo, para casi desaparecer a partir de 1650, al menos por lo que demuestran los datos conocidos hasta ahora. Los territorios de máxima atracción serán, en ambos siglos, por mayoría absoluta, Nueva España, seguida de las Antillas y el Perú. Luego se verá cómo en estos ámbitos existen determinados centros o ciudades con varios vecinos de Guadalcanal ya asentados o llegados en diferentes fechas.

Para los períodos de emigración conocidos en el XVI (1506-1540; 1554-1577) se contabilizan 315 individuos de la villa que pasan con frecuencia en grupos familiares. Dicha emigración, aún con el vacío informativo de la etapa 1541- 1553, se efectúa fundamentalmente entre 1527 y 1565. Teniendo en cuenta este factor, que hace pensar en un elevado número de emigrados desconocidos para los años en que no existe documentación, más los que faltan por conocer entre 1577 y 1600, sumados los que se escapan de registros y controles oficiales en su paso al Nuevo Mundo, darán, como mínimo, una cifra superior a los 500 para todo el XVI. Pese a todo, teniendo en cuenta que el número de almas de Guadalcanal en dicho siglo se calcula en unas 5.000 hallamos que, como mínimo un 10 por ciento de la población pasó a Indias. 5

De estos 500 emigrantes que se calcula, se ha logrado una muestra de 20. La proporción indica que cuantitativamente no es una muestra representativa, pero sí lo puede ser cualitativamente.

Con respecto a los seleccionados hay que advertir que tienen distintas motivaciones y limitaciones en su elección como muestra: son los que están «más a mano», aquellos cuyo rastro documental es más próximo, al estar incluidos en las listas de bienes de difuntos del A.G.I. o entre los fundadores de capellanías en las listas de las mismas del Archivo Arzobispal de Sevilla.

Ahora bien, dichas premisas no significan que por ello tenga que ser un grupo homogéneo en origen, comportamiento, fortuna, etc. Su aparición entre la documentación de bienes de difuntos sólo conlleva, generalmente, que murió, con testamento o sin él, en Indias, sin herederos forzosos allí, o bien que el total o parte de su hacienda fue reclamado, por una causa u otra, desde la Península.

En cuanto a la fundación de capellanías u obras pía para nada delimita el status social o económico del individuo, y que las mismas oscilan en cuantía sin que tuviera que existir un máximo inalcanzable para amplios sectores, como en el caso de los mayorazgos, o un mínimo tal que fuera igualmente difícil de conseguir. Posteriormente se desarrollarán estos asertos al analizar las características del grupo.

Si por una parte la documentación de bienes de difuntos, como su nombre indica, es más precisa en cuanto a los de cada uno de ellos por incluir generalmente su testamento o almonedas, así como los reclamantes en la Península, los de capellanías agrandan el panorama del entorno familiar y social de cada fundador en Guadalcanal; informan del destino posterior de estos caudales y su inversión en el pueblo, si bien omiten muchos datos de su actividad o rastro en América, ya que a este efecto sólo se suele incluir la cláusula del testamento en que se refiere a la capellanía u obra pía.

Pese a la relatividad de la información siempre obtenemos más riqueza de datos que la proporcionada por la simple licencia de embarque o lista en catálogos diversos. Pese a todo, y más que biografías completas, podremos trazar un perfil sociológico de este grupo cuya semblanza e imagen se podrá trazar y adivinar con sucesivas investigaciones.

miércoles, 18 de enero de 2012

Indianos de Guadalcanal: sus actividades en América y sus legados a la metrópoli – Siglo XVII - 1

Por Javier Ortiz de la Tabla Ducasse - III Jornadas de Andalucía y América. Huelva 1983

LA EMIGRACIÓN A INDIAS

Hace un año, con esta misma ocasión, daba a conocer el valor que los fondos documentales concernientes a capellanías tienen para diversos temas de las relaciones hispano-americanas en la época colonial. No viene al caso repetir por tanto dichos asertos y nos remitimos a ellos a manera de introducción para comprender mejor lo que a continuación se expone.1 Además, desde entonces y en parte recogiendo más o menos aquel aporte, varios autores han seguido dicha línea temática en otros casos concretos, regionales o locales.

Fundamentalmente insistía en el valor que la documentación de capellanías, junto y como complemento de la relativa a bienes de difuntos (conservada ésta en el Archivo General de Indias), tiene para varios temas: emigración, aspectos económicos, sociales, culturales y artísticos a un lado y otro del Atlántico. Fijémonos ahora en el primer tema: la emigración.

Uno de los fenómenos más llamativos, importantes y trascendentales desde el descubrimiento de América es el de la emigración, que se produce desde 1492 y que no tendrá ya final, cobrando actualidad en nuestros días, proponiéndose a veces como panacea para distintos problemas actuales. Pese a su trascendencia y actualidad sigue siendo uno de los temas más desconocidos del pasado colonial.

Se han barajado cifras y afortunadamente se siguen publicando los catálogos de pasajeros, que ojalá estén completos en unos cuantos años más. Se han rebatido estas cifras y especulado sobre su validez como índice para cuantificar la emigración. Se insiste hasta la saciedad en destacar porcentajes de participación regionales, contrastando regiones y provincias con otras. En fin, aunque es importante medir y calcular cuántos, cuándo, de dónde y adónde fueron, ya es hora de fijarse en quiénes fueron, por qué se fueron y qué hicieron. Sin llegar al estudio biográfico individual, se propone ahora la biografía de grupos, destacando similitudes y rasgos diferenciadores, que además ya ha sido realizada para distintos casos y temas en la historia colonial hispanoamericana.

Con ello se conseguirá un conocimiento más profundo de las causas de la emigración, de sus repercusiones a uno y otro lado del Atlántico y en definitiva la conformación social, cultural y económica hispanoamericana.

Cuando se habla o escribe de la colonización española en América, con frecuencia se suele caer, o se aproxima a la caída, en alguno de los muchos tópicos, de un sentido u otro, que dicho tema conlleva. De estos españoles salidos para Indias en la Edad Moderna se pinta con frecuencia la imagen de los típicos aventureros, cuasi de Far West, buscadores del Dorado y Amazonas; nuevos «santiagos mataindios» enzarzados en cruelísimas y cruentísimas batallas con los aborígenes; insaciables explotadores de indios; violadores incontinentes de las indias e incansables expoliadores de las Indias. Otros hablan de héroes y semidioses, beatíficos patriarcas y evangelizadores ejemplares, destacados en grandes descubrimientos, conquistas, hechos y batallas.

De los «grandes capitanes» se ha escrito, en uno u otro sentido, hasta la saciedad, aunque queda aún una legión de ellos por conocer más a fondo y no sólo en las grandes batallas. De sus huestes también, aunque con menor insistencia. Y la imagen que estos proporcionan se ha ofrecido, por desconocimiento, para el resto de emigrantes en los diversos siglos.

Incluso si se quitan las celadas, armas y caballos a estos primeros guerreros tal vez se encuentre tranquilos colonos preocupados en acrecentar sus haciendas, rentas y encomiendas, a las que dedicaron mucha mayor parte de su vida no los pocos años o meses que ocuparon en batallas, conquistas y descubrimientos. Pero además la inmensa mayoría los miles de peninsulares marchados al Nuevo Mundo, lo eran en calidad de colonos para ejercer un sin fin de profesiones y ocupaciones en cuyo ejercicio pasaron toda su existencia, sin destacar en hazaña de armas o méritos relevantes por el estilo. Poblaron las nuevas ciudades fundadas por los primeros; se agruparon en nuevas villas, asientos o poblados; levantaron sus casas, molinos, ollerías, herrerías, tejares, obrajes, galpones y tiendas; sembraron sus huertas con frutas hortalizas y árboles «de Castilla»; sus heredades de viñas y pan sembrar; sus estancias de ganado porcuno, cabrío, caballar, vacuno y lanar; fundaron nuevas familias indianas, araron los campos, extendieron los límites de los asientos hispanos y en definitiva colonizaron a su manera y estilo aquella tierra.

De estos colonos casi nada se sabe y es de ellos de los quiero ocuparme a continuación. Para profundizar el tema y por ventajas que ofrece en cuanto a número de emigrantes y documentación variada disponible, elegí el caso de Guadalcanal, que puede ser extendido a otros pueblos y villas de la geografía peninsular. De todos los indianos de dicho pueblo, por limitaciones propias de esta comunicación, se ofrece a continuación una muestra.

Para ella me he valido de la información que proporcionan la documentación referente a capellanías, que se encuentra en el Archivo Arzobispal de Sevilla, y cuyas características di a conocer en otra ocasión, la relativa a bienes de difuntos del Archivo General de Indias y otra complementaria, al igual que escasa bibliografía. 2

Hay que advertir que si alguno de los indianos reseñados no conocieron los años del siglo XVII, sus mandas y legados a Guadalcanal surtieron efecto en dicha centuria por distintas causas y es por lo que se consignan, pese a la delimitación cronológica de estas Jornadas.

lunes, 16 de enero de 2012

Los enterramientos de la iglesia de Santa Ana

Por Antonio Gordón Bernabé. Revista de Guadalcanal año 1981

Era costumbre desde muy antiguo que los fallecidos cristianos se enterrasen en las iglesias, y así vino sucediendo en Guadalcanal, donde desde 1241 se haría en la única iglesia existente entonces, que era la mezquita bendecida, con la advocación de Nuestra Señora Santa Ana. Posteriormente, al dividirse el pueblo en tres collaciones o barrios parroquiales, se hacía en cada una de las tres iglesias correspondientes.

En ocasiones, bien por saturación o por voluntad del difunto, se recurría a las iglesias del Espíritu Santo, la Concepción, los Milagros, San Francisco y quizás algún convento u hospital más. Hay evidencia de restos humanos hallados en la explanada que circunda a Santa Ana, lo que demuestra que antiguamente también se usó aquel terreno.

El barrio de Santa Ana comprendía las calles de Juan Pérez, Fox, Granillos, Santa Ana, Berrocal Grande o Espíritu Santo, Berrocal Chico o calle Alta, Larga de San José, llamada antes calle del Arco y Sevilla fuera, calleja de Miera, calleja de la Jara, Cotorrillo, calle del Triángulo o Altozano Bazán, San Bartolomé, Valencia, Carretas, Tres Cruces, llamada antes Bodegas, Cuesta de Santa Ana y Plazuela de Santa Ana, y todos los vecinos fallecidos en ellas eran sepultados en dicha parroquial.

Entre las personas ilustres que descansan en ella, se encuentra el Vicario don Juan Pérez, que fue cura de esta iglesia a finales del siglo XVI y principios del XVII, que tenía sus casas de morada en la calle que tomó su nombre y todavía es conocida como calle Juan Pérez. También yace en ella don Cristóbal Gordón, caballero de la Orden de Santiago, Vicario y Juez eclesiástico de Guadalcanal, fallecido a mediados del siglo XVIII, habiendo sido cura de Santa Ana durante cuarenta años.

Existían varias clases de enterramientos en las bóvedas, con precios que iban de tres a veinticuatro reales; muchos se sepultaban en las capillas, como la de la Virgen del Carmen, Cristo del Buen Socorro, altar de San Marcos, San Isidro, etc., existiendo algunas lápidas en el suelo y en las paredes, algunas de ellas ilegibles y rotas, como la situada en la puerta de la iglesia con el nombre de Antón Martín, muy antigua, y apreciándose en la actualidad hundimientos de losetas en algunos lugares.

En febrero de 1849 se saturó de cadáveres y se convirtió la iglesia del Espíritu Santo en cementerio destinado para los fallecidos de Santa Ana hasta julio del mismo año.

En julio de 1855 se inauguró el cementerio común en los llanos de San Francisco, quedando así hasta nuestros días, por lo que, llos que no habían cumplido diez años en esa fecha, quedaron para siempre en Santa Ana, y según los libros de defunciones he contabilizado 195 párvulos y 161 adultos, que hacen un total de 356 difuntos los que se encuentran actualmente bajo las losas de Santa Ana, además de miles de restos.

sábado, 14 de enero de 2012

La antigua carnicería

Por Antonio Gordón Bernabé – Revista de Guadalcanal año 2003

Hoy les ofrezco una primicia que tenía guardada desde hace más de treinta años, cuando estaba buscando datos de capellanías sobre mis familiares Baltasar Gordón, Benito Carranco de la Pava, Bonilla, Gálvez, Ortega, Parra, Yanes-Camacho, de Cote, etc.

Diego Ramos de León el Rico que era hijo de Diego Ramos el Viejo y de Elvira Rodríguez de León, marchó a Indias en la primera mitad del siglo XVI y se asentó en México. Allí testó en 1556 y murió. Mandó fundar dos capellanías, una en el convento de San Agustín de México y otra en Guadalcanal, en la iglesia de San Sebastián, ésta con 3.000 ducados para decir misas por su alma y la de su familia. Eran sus hermanos García Ramos el Viejo, Alonso Ramos Rico y Rodrigo Ramos de León el Viejo. Mandaba que con ese dinero se comprara además una carnicería que se hallaba junto a la iglesia de San Sebastián “y se quite de tal negocio por la reverencia que se debe tener” según consta en la manda testamentaria. En estos casos solía intervenir el Santo Oficio de la Inquisición. En un caso semejante pero más grave, en el mismo siglo en Usagre, se mandó derribar las paredes de la casa y que nunca más se edificara en el solar, cosa que yo he presenciado. Esto me hizo pensar si en Guadalcanal se procedió igual pues siempre me extrañó ese rincón sin construir en la calle Santa Clara. Lo cierto es que la “carnecería pública” se puso próxima a la Almona, cerca de la calleja del matadero que estaba en la cava del Palacio. En el siglo XVIII aparece una carnicería particular en la casa de Cristóbal Ximenez Caballero, en la calle San Sebastián cercana a la iglesia.

En el siglo pasado, en los años cuarenta y cincuenta, recuerdo haber visto por allí un puesto de churros y si no recuerdo mal, también se vendió carne y pescado en la parte del rincón. Era la memoria popular de la tradición antiquísima.

Diego Ramos dejó otra manda de 1.000 ducados para edificar una capilla con retablo pintado con un crucifijo, Nuestra Señora y San Juan, con arco y reja de hierro, donde iría su nombre y con derecho de enterramiento de las personas de su linaje. Nombró patrono de la capellanía a su hermano Rodrigo Ramos y a falta de él, su hijo Alonso Ramos, el de la capilla de Santa María, y a falta de ellos, a su sobrino García Ramos de León y por último al pariente más cercano que podía ser Hernando Ramos el Rico. Este sobrenombre podría deberse a la riqueza o bien al apellido Rico de sus mayores, pues lo llevaban todos. Deja por patrono en último extremo, al guardián del convento de San Francisco de Guadalcanal, que lo era Fray Francisco Serrano. La capellanía contaría con dos capellanes -uno de su familia- y era servidera en la iglesia de San Sebastián, donde Diego era feligrés.

Si Diego Ramos levantara la cabeza vería con horror que, para colmo, su iglesia se había convertido en un mercado en los años cincuenta, lo que prueba la crisis de valores que se sufre en esta época que vivimos, crisis que se quiere solucionar por medio de psicólogos, cuando la solución está en recuperar los valores de nuestros antepasados, la fe, la dignidad, la moral, la honradez y la hombría de bien.

jueves, 12 de enero de 2012

1504 Terremoto en nuestra provincia

Por José F. Titos Alfaro. Revista de Guadalcanal año 1980

En los Anales de Don Diego Ortiz de Zúñiga, caballero de la Orden de Santiago, di con la descripción que se hace de un terremoto, que en 1504 afectara a Sevilla y su provincia, y cuya sinopsis es la siguiente:

«En Sevilla, en el año del Señor del 1504, Viernes Santo, día 5 de abril, como a la hora de Tercia, siendo Sumo Pontífice Julio II y Arzobispo de Sevilla D. Juan de Zúñiga, y reinando en Aragón, Castilla, Sicilia y Cerdeña los cristianísimos Reyes Don Fernando y Doña Isabel, mientras el Clero y el pueblo estaban juntos en la Catedral para celebrar los Santos Oficios, un repentino terremoto estremeció con horrible y cruel estruendo todas las iglesias y casas, de modo que amenazaban caerse. Todos los hombres, mujeres y niños daban tan grandes voces como si hubieran perdido el juicio, y se herían el pecho temerosos de la ira de Dios, invocando el favor y auxilio del Señor y la Beatísima Virgen. Los caballos, los jumentos, los bueyes y los perros aterraban con sus aullidos. El Guadalquivir, elevado su nivel por tres o cuatro veces y sobremanera alterado, se desbordó, y parecía haber llegado el día del Juicio Final.

Los que estaban en los campos aseguraban haber visto oscurecerse el sol y caer grandes granizos y que se abrían grandes pozos arrojando abundante agua por sus bocas, y los montes abiertos exhalando vientos con cenizas. En los pueblos de Carmona, Cantillana, Villanueva y Lora se cayeron los edificios, oprimiendo a muchas personas y hay quien afirma haber visto fuentes, cuyas aguas eran del color de la sangre, en los pueblos de Almadén, Cazalla, GUADALCANAL y otros, que fueron casi enteramente destruidos».

Casualmente (y la cosa va de terremotos) pude dar con otro legajo, tan rancio y matusalénico como el anterior, en el que se dice:

«El día de Todos los Santos de 1755 hubo un gran terremoto en la Sierra Norte de Sevilla. En acción de gracias, por no haber recibido daño ni en sus personas ni inmuebles ni en ganados, la Comunidad de la Parroquia de Santa María de Guadalcanal, presidida por el párroco don Juan de Ortega, acordó celebrar perpetuamente una Misa seguida de Procesión con el Santísimo por la Plaza Mayor, en la que habrá dos altares, repletos de flores, para sendas Estaciones de su Divina Majestad. Los gastos de cera y flores, por un importe de 16 reales de vellón, serán sufragados por el Consejo de la Villa».

martes, 10 de enero de 2012

Indianos en Guadalcanal - 4

Por Antonio Gordón Bernabé. Revista - Revista de Guadalcanal año1992

Jerónimo de Ortega Valencia, que se fue a Tierra Firme en 1570, lo encontramos en Guadalcanal en 1570, regresando ese mismo año a Indias. Gonzalo Yanes de Ortega, que había venido del Perú, lo vemos marcharse en 1556. Diego Alonso Larios, emigró en 1536 a México, volvió al pueblo en 1561, marcha otra vez acompañado de una esclava. También se ha encontrado a la perulera de Santiago en 1565 que tenía un esclavo. El nombre puede referirse a la calle Santiago o a su hospital. En 1577 María González. El más famoso perulero de Guadalcanal fue Alonso González de la Pava, que fundó el Convento del Espíritu Santo y un hospital anejo. Había hecho un gran capital en Potosí, en las minas de plata del Cerro, que estaban situadas en una montaña. Allí se relacionó con Francisco de la Cava y con Alonso González de la Espada. En 1615 ya estaba en Guadalcanal y en esa fecha se empieza a construir el Convento, figurando en 1619 en la iglesia de Santa Ana, como padrino de bautizo de una sobrina nieta, pues él no tuvo descendencia. Se sabe que poseía minas en la provincia de León en Extremadura. En la escritura de donación manda se digan misas por la conversión de los indios y por las ánimas de los indios muertos en las minas de Potosí, falleciendo en 1620 y siendo sepultado en el Convento del Espíritu Santo, donde se puede ver su retrato en el retablo.

Su sobrino Juan González de la Pava quiso imitarle y marchó al Perú, siendo desheredado por su tío. Sin embargo años más tarde aparece su nombre como patrono del Convento.

domingo, 8 de enero de 2012

Indianos en Guadalcanal - 3

Por Antonio Gordón Bernabé. Revista - Revista de Guadalcanal año1992
El caso de los Bonilla es el más representativo de una familia con éxito. Tras su tío Francisco de Guadalcanal, que marchó en 1517, pasó Rodrigo Núñez de Bonilla, que destacó en La Española y Tierra Firme, donde guerreó con sus armas y caballos, perdiendo muchos esclavos. De la conquista de Panamá pasó al Perú. Fue Tesorero de la Real Hacienda de Quito, recibiendo de Francisco Pizarro varias encomiendas, siendo de los más ricos de allí, pues se calculan en unos cien mil pesos. Más tarde fue nombrado gobernador de los Quijos. Su hijo Rodrigo reedificó la ciudad de Archidona, llamándola Santiago de Guadalcanal. En Quito encontramos también a Alonso de Bastida, que fue Tesorero Real. Pedro Martín Montanero y Juan Gutiérrez de Medina, fueron conquistadores y encomenderos. Miembros de la familia Ortega, Antonio y Pedro de Ortega Valencia, parientes de los Bonilla, que salieron de Guadalcanal en 1540, con rumbo a Nueva España, figurando en la Audiencia de Quito, y encontrándose Pedro como Alguacil Mayor de la provincia de Panamá en 1561. En el mismo registro de pasajeros encontramos a Bartolomé de la Parra, hijo del doctor Juan de la Parra. Sebastián del Toro y Rodrigo López, hijo de Pedro López el cerrajero. Otros miembros fueron Gonzalo Yanes de Ortega, su hermano, el mercader Alonso de Ortega; Rodrigo de Ortega y Jerónimo de Ortega Fuentes.

Otros indianos fueron: Cristóbal de Arcos, mercader de ropa en Lima; Pedro de Arcos, Luis de Funes Bonilla, Juan de Bonilla Mexía, que mandó una barra de plata a su hermana María de Bonilla, y cuando llegó ya había fallecido; Francisco Rodríguez Hidalgo; Alonso y Francisco González de la Espada, dueños de recuas en Arica. Alonso y Juan González de Sancha, en Tucumán; el capitán Francisco de la Cava, en Potosí; Cristóbal López de la Torre, Alvaro García de la Parra, Juan Garzón, Alonso del Toro, Luis Camacho, Martín de Valencia y Ortega, Hernán Sánchez, el bachiller Pedro de Adrada, Gonzalo Pérez, Francisco Muñoz de la Rica y Esteban García, hijo de Diego Alonso Quintero.

En México nos encontramos a Diego Ramos Gavilán y Antonio de Bastidas y su hermano Cristóbal de Bonilla Bastida, Hernando y Rodrigo Ramos, comerciantes y mineros; García Núñez de la Torre, en Taxco, minero. En Guanajuato, a Álvaro de Castilla Calderón, que destinó cincuenta mil ducados a erigir el Convento de la Concepción, y a su hermano Juan, ambos mercaderes y mineros, y a Gonzalo de Bonilla Barba, propietario de minas, igual que los anteriores. También se encontraban allí Hernán y García Ramos Caballero, Cristóbal Martín Zorro, Luis de Castilla Chaves, Alguacil Mayor de Minas; Pedro Ramos y Alonso de Castilla, que forman una colonia de Guadalcanal en Guanajuato. No podemos dejar de mencionar algunos más, como Pedro Sánchez de Gálvez, los Yanes, Rodrigo, Juan, Pedro, Gonzalo y Francisco, Miguel y Luis Ortega, Diego Ramos, el Rico y Martín Delgado, que marchó en 1535 y que tiene el mismo nombre que el descubridor de las minas de Pozo Rico.

Se llamaban “peruleros” a los que habían estado en Perú y volvían a Guadalcanal con riquezas. Parece ser que el nombre se extendió a los indianos de cualquier parte que volvieran a su tierra. Entre los peruleros que había en nuestro pueblo se han encontrado los siguientes: Benito Carranco, en 1624 aparece en la collación de San Sebastián. Había sido socio con los González de Espada y con Arcos en Lima. Juan Bonilla Mejías, Jerónimo Ortega de la Fuente, Luis de Bastida, Pedro Sánchez Holgado, Diego Gutiérrez, sastre en Guadalcanal; Francisco de Torres, Rodrigo de Ortega, que estuvo veinte años en México y regresó en 1608; Agustín de Sotomayor, que 1613 ya llevaba cuarenta años en el pueblo desde que volvió. Los cinco últimos testificaron en un pleito que hubo sobre Álvaro de Castilla y la Concepción. También hallamos a Jerónimo González de la Espada, hermano de Pedro Martínez de la Pava, cura de Cajatambo, en Perú. Éste al morir, dejó por heredera a su sobrina Ana de Bonilla, de Guadalcanal, en 1615. Bartolomé de la Parra, el hijo del doctor de la Parra, regresó a Santo Domingo, seguramente para ver a sus padres y en 1565 marchó a Nueva Granada.

sábado, 7 de enero de 2012

Indianos en Guadalcanal - 2

Por Antonio Gordón Bernabé. Revista - Revista de Guadalcanal año1992
Guadalcanal en esa época aparece como una de las villas más pobladas de la Baja Extremadura, con unas cinco mil almas. Las minas de plata descubiertas en 1555 no fueron obstáculos para la emigración, y aunque emigró mucha gente, hay que considerar las que vinieron a trabajar en las minas, que fueron muchas.
Aunque Guadalcanal pertenecía a la región Extremeña y formaba parte del triángulo formado por ella, Azuaga y Llerena, muy vinculados entre sí geográficamente y económicamente, se le relacionaba, como toda la sierra norte, con Sevilla, y de esta sierra eran los vinos que se exportaron a América desde el Descubrimiento mismo. Los vinos claretes, mostos y añejos eran famosos, hasta el punto de llevar los odres el nombre de Guadalcanal, y extendiéndolos los conquistadores por los nuevos territorios. El trasiego de gentes de un lado a otro del mar, llenaba el pueblo de noticias de ultramar, observándose que tras salir varios individuos de diversas familias en los primeros viajes, vemos salir familiares más tarde al mismo sitio. Todos dejaron hermanos en el pueblo. Muchísimos eran parientes y es que antiguamente las familias de nuestro pueblo estaban unidas por lazos de consanguinidad. El éxito de un indiano influía sobre los paisanos para marcharse, aunque todos no consiguieron éxito y fortuna. Los años de máximas emigración son 1536, con ochenta y nueve personas, con predominio de familias a México, y 1561 con cuarenta y siete, entre ellos muchas familias labradoras, a Nicaragua y Santo Domingo. De todo lo cual se deduce que la emigración de Guadalcanal es fundamentalmente en el siglo XVI.
El cronista Fernández de Oviedo, señala la fiebre que en todos los niveles despertaron las Indias cuando dice: “Hubo muchos que vendieron los patrimonios, rentas y haciendas que tenían y heredaron de sus padres, y otros, algo menos locos, las empeñaron por algunos años, dejando lo cierto por lo dudoso…, no temiendo en nada lo que tenían en comparación de lo que habían de adquirir y ganar en este camino.
El conquistador era por lo general individuo joven. Partían bastantes en pos de aventura, mejora económica y ascenso social. Querían servir a Dios y al rey, pero buscando también posición y riquezas.
Según las leyes de Indias, el indiano debía ser gente limpia de toda raza de moro, judío, hereje o penitenciado por el Santo Oficio de la Inquisición. Para emigrar era necesario registrarse en la Casa de Contratación de Sevilla con un informe favorable de testigos del pueblo y ponerse en contacto con los dueños de naos o bien con mercaderes acordando el pago. En el Archivo de Indias existe un registro de la familia Bonilla cómo sigue: “Juan de Bonilla e Alonso de Bonilla, hijos de Alonso de Bonilla e Teresa Sánchez su mujer, vecinos de Guadalcanal, pasaron en la nao de Sancho Prieto al Perú, pasajeros de licencia del capitán Francisco Pizarro; juraron Antonio de Ortega y Francisco Muñoz García, vecinos de Guadalcanal, que conocen e que saben que no son de los prohibidos. Año 1534”.
Del primero que se tiene noticia que emigró en 1509, es Pedro Gómez, artesano, que cambió su oficio por la espada. En 1515, Hernán González Remusgo de la Torre marchó para la conquista de Perú. Su sobrino Fernán González de la Torre, también se halló en dicha conquista. Francisco de Guadalcanal –su verdadero nombre era Francisco González de Bonilla- se asentó en Panamá, donde fue regidor. Mariana Veles de Ortega, una de las primeras que llegaron a Nueva España. Diego Gavilán, en la conquista del Perú, encomendero y fundador de Huamanga.

viernes, 6 de enero de 2012

LOS REYES MAGOS EN GUADALCANAL - 2ª PARTE

A continuación les ofrecemos el segundo vídeo de la Cabalgata de los Reyes Magos de Guadalcanal, que recorrieron las calles de Guadalcanal, ayer dia 5 de enero de 2012.

Pueden ver el vídeo, pinchando en la siguiente dirección:

http://www.youtube.com/watch?v=d7r4k4c6izA&feature=youtu.be

jueves, 5 de enero de 2012

REYES MAGOS EN GUADALCANAL

Los Reyes Magos han llegado a Guadalcanal a las 18:00 horas de hoy 5 de enero de 2012. En estos momentos están recorriendo las calles de Guadalcanal.

Si quieren, pueden ver un vídeo pulsando en la siguiente dirección:
http://www.youtube.com/watch?v=tAIj2_lO7gw&feature=youtu.be


miércoles, 4 de enero de 2012

Indianos en Guadalcanal

Por Antonio Gordón Bernabé. Revista - Revista de Guadalcanal año1992

Extremadura fue una de las regiones que más conquistadores aportaron a América. Guadalcanal, que pertenecía a ella, se distinguió con un gran número de emigrantes, y así figura entre los treinta y dos pueblos y ciudades que más gente envió. Más que Ciudad Real, Ávila, Guadalajara, Jaén, y Málaga. Más que Écija y Sanlúcar de Barrameda. Más que Plasencia, Mérida, Llerena y Jerez de los Caballeros. Más que Fregenal, Azuaga y Fuente de Cantos y sigue a Medellín, patria de Hernán Cortés, con poca diferencia.

¿Por qué se produjo la emigración?. La causa de la emigración ha sido siempre el buscar remedio a las necesidades que no se encuentran en el territorio de origen. En esa época vuelven al hogar tantos y tantos brazos que habían empuñado armas en las luchas sucesorias y en la guerra de Granada y ahora se encuentran sin meta. Toda la población, hidalgos y común, tendrían que dedicarse a las faenas agrícolas y ganaderas, de no ser porque el descubrimiento de las Indias abría una nueva salida para ellos.

Las etapas de la emigración, son las siguientes:

Etapa antillana, del 1506 al 1526, con salidas esporádicas individuales.

Etapa novohispana, del 1527 al 1540. El 70% se va a México, el 11% a las Antillas, 6,5% al Perú, 6% a Tierra Firme, dos individuos al Plata, uno a la Florida y otro a Guatemala.

Segunda etapa novohispana, del 1554 a 1561: 33% a México, 21% a Perú, 20% a Antillas, 6,5% a Tierra Firme, 12% Nicaragua, uno a Florida y otro a Venezuela.

Etapa Peruana, del 1566 a 1577; el 475 A Perú, 28% México y a Tierra Firme el 19%.

En el siglo siguiente marchan sobre todo a México, que era llamado Nueva España, al que sigue Perú. En estos países hay muchos descendientes de Guadalcanal. La mayoría de los emigrantes que pasan solos son solteros y los acompañados son padres de mediana edad. Los primeros son jóvenes reclutados que buscan aventuras. A mediados del siglo XVI baja el número de aventureros y aumentan las mujeres y los niños para reunirse con sus maridos. Una oleada de artesanos, mineros, tenderos, abogados, médicos, funcionarios reales y eclesiásticos, marchan para disfrutar de mejores oportunidades. A los jóvenes sin oficio ya no les dejan pasar, porque hay muchos ociosos. Los casados ya no emigran sin sus esposas, y si están en Indias, las reclaman, pues la mayoría de los colonizadores habían tomado concubinas indígenas. En una carta de un capellán al rey en 1545 se dice: “Acá tienen algunos a setenta indias; syno es algún pobre no ay quien baje de cinco o de seys; la mayor parte de quinze y veynte, de treynta e quarenta…”

En el archivo de Indias, hecho un recuento de guadalcanalenses en América, se ha hallado que entre 1493 y 1579 emigraron 352, desde el último año a 1600 fueron 38 y a lo largo del siglo XVII, setenta y cuatro, que hacen un total de 464 emigrantes, Si a esto añadimos los que se pudieron colocar de polizones, podrían llegar a los quinientos. Tenemos noticias de que en 1527 ya se había ido catorce y que la emigración fuerte fue entre 1527 y 1565.

lunes, 2 de enero de 2012

Humilladero del Cristo de la Salud

Edificio del Siglo XVIII. Posiblemente levantado junto a otro edificio existente, un establecimiento piadoso denominado, la Cruz del Abad Santo, del siglo XV. Junto a la ermita existe el templete del Humilladero, con una fuente y un azulejo en la pared frontal (en 1.977 fue vendido el edificio y desmontados los azulejos) fechado en 1770, representando un calvario, orlado de florones y grecas, con algunos versos, en la parte superior del crucifijo se lee: “HUMILLAVIT SEMETIPSVM VSQVE AD MORTEM ADP´L”. Debajo una cartela nos informa que el Cardenal Solís, arzobispo de Sevilla, concede cien días de indulgencias al que rezare un credo delante de este Cristo.

A ambos lados del calvario hay estas décimas:

DESDE ESSE SACRO MADERO

AGVAS VIVAS DISPENSAIS

JESVS I CON ELLAS DAIS

FORTALEZA AL PASAJERO

EN AQVESTE HVMILLADERO

SOL RESPLANDECEIS HERMOSO

QVITANDO DVEÑO PIADOSO

DE LAS TINIEBLAS EL VELO

DIRIGIENDO HACIA EL CIELO

DEL CANSANCIO LO PENOSO

DVLCE IMAN QVE A LOS SENTIDOS

ATRAES CON DVLCE CALMA

DEXANDO SVSPENSA EL ALMA

DE LA FE POR LOS OIDOS

A TVS PIES COMO AFLIGIDOS

TVS PIEDADES INVOCAMOS

NVESTRAS DESDICHAS LLORAMOS

I EN MISTERIOSA PISCINA

CON TV FVENTE CRISTALINA

OI NUESTRAS MANOS LAVAMOS.

Y a los pies, esta quintilla:

JVNTO A VNA FVENTE HVMILLADO

MI AMOR A BEBER CONVIDA

I EN VNA CRUZ EXALTADO

DOI AGVA DE MI COSTADO

QVE SALTA A LA ETERNA VIDA.