(Se mantiene la ortografía de la época)
En cumplimiento de los despachos anteriores, Zarate partió inmediatamente de Valladolid á Guadalcanal, donde llegó el 6 de noviembre, y al dia siguiente comenzó á practicar diligencias para poner cobro en los metales sacados de los pozos, y fundidos ya, convocando maestros y operarios, conforme á lo que se le habia mandado.
El dia 9 nombró formalmente á Sebastian Gorjazo, vecino de Guadalcanal, para que tuviese especial cuidado y custodia de todo lo tocante á las minas. Lo llevó el mismo dia á ellas, y por ante escribano hizo notificar á los fundidores que estaban alli, que sin estar presente dicho Gorjazo no procediesen á hacer ninguna fundicion, pena de cien mil maravedis para la cámara de su Magestad. Fueron notificados Francisco Blanco, vecino de Fuentecantos, Diego Hernandez, Gabriel Sanchez y Esteban Lozano, todos fundidores.
En seguida nombró por guardas de los pozos á Lope de Castilla, vecino de Azuaga, y á Anton Delgado, vecino de Llerena.
Ocurrieron algunas disputas y contestaciones sobre si el comisionado Zarate debia ejercer jurisdiccion en el negocio de su cargo; y aunque el gobernador Marques de Falces y su alcalde mayor hicieron las protestas de fórmula, no embarazaron las operaciones; de lo cual, y de cuanto le había ocurrido hasta el 21 de este mes, da cuenta en carta dírigida á la señora Princesa, que se copia á continuacion, en la cual avisa, que la plata que salía de las minas era de ley de once dineros y veinte granos, y que no convenia darla otro uso que hacerla moneda. Participa tambien que el plomo plata cifinado producirá entre tercio y quinto de plata fina, que es cosa, dice, que apenas se vió en Potosi. Finalmente refiere otras muchas particularidades interesantes, y que ya habian llegado algunos afinadores de Sevilla. La carta es del tenor siguiente.
****
Carta de Agustin de Zárate á la Princesa Gobernadora dándole cuenta del estado de las Minas de Guadalcanal.
Contadurías generales, núm. 3072.
20 de noviembre de 1555.
Un dia después que llegué á esta villa escribí á vuestra Magestad haciendole saber lo que hasta entonces habia pasado, que era la competencia con el gobernador sobre el ejercicio de la jurisdiccion de este negocio en que vine á entender; y por lo que, despues ha subcedido, entendí que aquella habia sido forma de cumplimiento solamente para ejecutar lo que por el Consejo de las órdenes se le envió ordenado, porque nunca mas habló sobre el negocio, antes en lo que despues acá se ha ofrescido he hallado al Marques de Falces, y á su alcalde Mayor con buena voluntad, y han fecho todos los ofrecimientos necesarios para darme favor é buen despacho en todo lo que se les pidiese, confiando en que tienen enviado allá la relacion y testimonio de lo fecho para que allá se provea.
La misma noche que llegué supe que Martin Delgado habiendo publicado entre todos los vecinos, y en su misma casa, que iba á nuestra señora de Guadalupe á cumplir cierto voto, un dia antes que yo llegase era ido á Sevilla, llevando consigo dos cargas de plata afinada de lo que habia sacado del metal antes de los diez é seis de noviembre en que el Marques notificó la cédula de vuestra Magestad para que cesase la labor de las minas, é hizo embargar lo que halló en ellas á aquella sazon; y visto esto y lo mucho que importaba haber á las manos aquel dinero, y que si yo me descuidaba los procuradores y deudos de Martin Delgado le avisarían de mi venida, y de lo que contenia en mi comision, para que escondiese ó trasportase el dinero, me paresció prevenirles con diligencia, y ánsí aquella noche despaché á Sebastian Castellanos, comisario que ha sido de V. M. en los negocios que yo he tratado en Flandes con una requisitoria y el traslado de mi comision para el licenciado Salazar, alcalde Mayor de Sevilla, que hiciese embargar todo el dinero que hallase en poder del dicho Martin Delgado. Castellanos se dió tal diligencia que con no haber postas llegó otro dia á Sevilla, y hallado la posada de Martin Delgado hizo sus diligencia con el licenciado Salazar, y en suma se le embargaron veinte é una planchas y media de plata que pesaron al pie de seiscientos y cincuenta marcos, y doscientos ducados en dinero de cierta plata que aquella tarde había vendido para gastar, sin otros cincuenta ducados que se le dejaron para venir á esta villa. Al tiempo del embargo valdrá aquella plata con el dinero cuatro mil y cien ducados largos. No la haré traer á esta villa porque para cualquier efeto está mejor en Sevilla, especialmente que ninguna plata de la que aquí hoviere conviene disponer se dé otra manera sino labrandose en moneda, porque con esto se la dará á la plata su verdadero valor por el ensay y liga, y de otra forma no se puede dejar de perder mucho, porqué con ser la plata que sale ordinariamente de once dineros y veinte granos, que valen por su verdadero valor dos mil y trecientos y setenta, apenas se halla por ella vendiendola al contado dos mil y trecientos llevandose á vender á Sevilla, y aqui no hay quien dé por ella de seis ducados arriba; y esta misma orden convendrá tener en toda la otra plata que se sacare y que se comience á labrar luego, teniendo cuenta con no perderlo del ojo por la poca seguridad que me parece que hay en la casa; y para cualquier efeto en que haya de servir esta plata está mejor fecha moneda despacio, de manera que cuando ocurra la necesidad no sea nescesario aguardar la labor. El recaudo y seguridad de la moneda yo la tomo á mi cargo, y me profiero que se hará con muy poca costa y á mucha ventaja. V. M. envié á mandar lo que es servido se haga en este artículo.
Otro dia después que llegué fuí con el Marques de Falces á ver las minas, y hallé que las muy ricas de Martin Delgado estaban tapadas y cubiertas con rama, de fórma que no se pudiese cabar en ellas. Hay en estas cinco pozos, y en los tres de ellos se labró solamente siete dias, y con estar poco mas hondos de dos estados, se sacaron de ellos mas de treinta mil ducados de valor, y si dura en lo que paresce, en lo cual hasta agora ninguna quiebra ni diminucion se siente, saldrá tanta riqueza cuanta jamas se ha visto ni oido en estos reinos. Ellos tienen todas las señales que se requieren para esperar perpetuidad de la riqueza. Ya V. M. está informado, y es ansi, que sale del plomo plata afinado entre tercio y quinto de plata fina, que es cosa que apenas se dió en Potosí. De manera que aunque de golpe despareciese la mina, en las puentes y fronteras que hay de un pozo á otro se sacará gran cantidad, cuanto mas que, como arriba digo, no hay para qué desesperemos de la buena opinion que se tiene concebida hasta que veamos señales de la diminucion. Como ha visto esta gente la cuenta y recaudo que se pone en esta hacienda, procuran disminuirla de palabra, y hacer entender que es poco, y ansi podrá ser que se divulgue allá esta nueva; pero V. M. será servido creer lo que yo escribiere, porque procuraré que aquello sea cierto, y antes me acortaré siempre en lo que dijere.
El dia 9 nombró formalmente á Sebastian Gorjazo, vecino de Guadalcanal, para que tuviese especial cuidado y custodia de todo lo tocante á las minas. Lo llevó el mismo dia á ellas, y por ante escribano hizo notificar á los fundidores que estaban alli, que sin estar presente dicho Gorjazo no procediesen á hacer ninguna fundicion, pena de cien mil maravedis para la cámara de su Magestad. Fueron notificados Francisco Blanco, vecino de Fuentecantos, Diego Hernandez, Gabriel Sanchez y Esteban Lozano, todos fundidores.
En seguida nombró por guardas de los pozos á Lope de Castilla, vecino de Azuaga, y á Anton Delgado, vecino de Llerena.
Ocurrieron algunas disputas y contestaciones sobre si el comisionado Zarate debia ejercer jurisdiccion en el negocio de su cargo; y aunque el gobernador Marques de Falces y su alcalde mayor hicieron las protestas de fórmula, no embarazaron las operaciones; de lo cual, y de cuanto le había ocurrido hasta el 21 de este mes, da cuenta en carta dírigida á la señora Princesa, que se copia á continuacion, en la cual avisa, que la plata que salía de las minas era de ley de once dineros y veinte granos, y que no convenia darla otro uso que hacerla moneda. Participa tambien que el plomo plata cifinado producirá entre tercio y quinto de plata fina, que es cosa, dice, que apenas se vió en Potosi. Finalmente refiere otras muchas particularidades interesantes, y que ya habian llegado algunos afinadores de Sevilla. La carta es del tenor siguiente.
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Carta de Agustin de Zárate á la Princesa Gobernadora dándole cuenta del estado de las Minas de Guadalcanal.
Contadurías generales, núm. 3072.
20 de noviembre de 1555.
Un dia después que llegué á esta villa escribí á vuestra Magestad haciendole saber lo que hasta entonces habia pasado, que era la competencia con el gobernador sobre el ejercicio de la jurisdiccion de este negocio en que vine á entender; y por lo que, despues ha subcedido, entendí que aquella habia sido forma de cumplimiento solamente para ejecutar lo que por el Consejo de las órdenes se le envió ordenado, porque nunca mas habló sobre el negocio, antes en lo que despues acá se ha ofrescido he hallado al Marques de Falces, y á su alcalde Mayor con buena voluntad, y han fecho todos los ofrecimientos necesarios para darme favor é buen despacho en todo lo que se les pidiese, confiando en que tienen enviado allá la relacion y testimonio de lo fecho para que allá se provea.
La misma noche que llegué supe que Martin Delgado habiendo publicado entre todos los vecinos, y en su misma casa, que iba á nuestra señora de Guadalupe á cumplir cierto voto, un dia antes que yo llegase era ido á Sevilla, llevando consigo dos cargas de plata afinada de lo que habia sacado del metal antes de los diez é seis de noviembre en que el Marques notificó la cédula de vuestra Magestad para que cesase la labor de las minas, é hizo embargar lo que halló en ellas á aquella sazon; y visto esto y lo mucho que importaba haber á las manos aquel dinero, y que si yo me descuidaba los procuradores y deudos de Martin Delgado le avisarían de mi venida, y de lo que contenia en mi comision, para que escondiese ó trasportase el dinero, me paresció prevenirles con diligencia, y ánsí aquella noche despaché á Sebastian Castellanos, comisario que ha sido de V. M. en los negocios que yo he tratado en Flandes con una requisitoria y el traslado de mi comision para el licenciado Salazar, alcalde Mayor de Sevilla, que hiciese embargar todo el dinero que hallase en poder del dicho Martin Delgado. Castellanos se dió tal diligencia que con no haber postas llegó otro dia á Sevilla, y hallado la posada de Martin Delgado hizo sus diligencia con el licenciado Salazar, y en suma se le embargaron veinte é una planchas y media de plata que pesaron al pie de seiscientos y cincuenta marcos, y doscientos ducados en dinero de cierta plata que aquella tarde había vendido para gastar, sin otros cincuenta ducados que se le dejaron para venir á esta villa. Al tiempo del embargo valdrá aquella plata con el dinero cuatro mil y cien ducados largos. No la haré traer á esta villa porque para cualquier efeto está mejor en Sevilla, especialmente que ninguna plata de la que aquí hoviere conviene disponer se dé otra manera sino labrandose en moneda, porque con esto se la dará á la plata su verdadero valor por el ensay y liga, y de otra forma no se puede dejar de perder mucho, porqué con ser la plata que sale ordinariamente de once dineros y veinte granos, que valen por su verdadero valor dos mil y trecientos y setenta, apenas se halla por ella vendiendola al contado dos mil y trecientos llevandose á vender á Sevilla, y aqui no hay quien dé por ella de seis ducados arriba; y esta misma orden convendrá tener en toda la otra plata que se sacare y que se comience á labrar luego, teniendo cuenta con no perderlo del ojo por la poca seguridad que me parece que hay en la casa; y para cualquier efeto en que haya de servir esta plata está mejor fecha moneda despacio, de manera que cuando ocurra la necesidad no sea nescesario aguardar la labor. El recaudo y seguridad de la moneda yo la tomo á mi cargo, y me profiero que se hará con muy poca costa y á mucha ventaja. V. M. envié á mandar lo que es servido se haga en este artículo.
Otro dia después que llegué fuí con el Marques de Falces á ver las minas, y hallé que las muy ricas de Martin Delgado estaban tapadas y cubiertas con rama, de fórma que no se pudiese cabar en ellas. Hay en estas cinco pozos, y en los tres de ellos se labró solamente siete dias, y con estar poco mas hondos de dos estados, se sacaron de ellos mas de treinta mil ducados de valor, y si dura en lo que paresce, en lo cual hasta agora ninguna quiebra ni diminucion se siente, saldrá tanta riqueza cuanta jamas se ha visto ni oido en estos reinos. Ellos tienen todas las señales que se requieren para esperar perpetuidad de la riqueza. Ya V. M. está informado, y es ansi, que sale del plomo plata afinado entre tercio y quinto de plata fina, que es cosa que apenas se dió en Potosí. De manera que aunque de golpe despareciese la mina, en las puentes y fronteras que hay de un pozo á otro se sacará gran cantidad, cuanto mas que, como arriba digo, no hay para qué desesperemos de la buena opinion que se tiene concebida hasta que veamos señales de la diminucion. Como ha visto esta gente la cuenta y recaudo que se pone en esta hacienda, procuran disminuirla de palabra, y hacer entender que es poco, y ansi podrá ser que se divulgue allá esta nueva; pero V. M. será servido creer lo que yo escribiere, porque procuraré que aquello sea cierto, y antes me acortaré siempre en lo que dijere.
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