La capilla de San Vicente Ferrer de
Guadalcanal y la antigua Hermandad del Rosario de la Aurora.
Salvador Hernández González.
Revista Guadalcanal año 2000
La antigua capilla de San Vicente, destinada hoy a usos
bien distintos de su función religiosa ordinaria, es uno de los monumentos de
Guadalcanal de más desconocida historia, vacío que queremos llenar aportando
una serie de noticias históricas ciertamente dispersas y aisladas, pero
evocadoras de su origen, sus vicisitudes y su desaparecido patrimonio
artístico, todo ello bajo el denominador común del culto del Santo Rosario,
añeja y olvidada devoción de otros siglos en la localidad.
Esta
devoción, propagada por la
Orden Dominicana desde la Baja Edad Media, se
consolida en el siglo XVI gracias a la institución en 1573, por el Papa Pío V,
de la festividad de Nuestra Señora del Rosario para conmemorar la victoria de
Lepanto (7 de octubre de 1571) y alcanza su mayor auge durante los siglos XVII
y XVIII gracias a los numerosos Rosarios públicos que se crearon
entonces, especialmente en Sevilla y su archidiócesis. En efecto la
religiosidad popular adquiere en Sevilla auténtica naturaleza en torno a la
segunda mitad del siglo XVII, fenómeno en el que jugó importante papel las
misiones cuaresmales promovidas por las autoridades eclesiásticas, en las que
el rezo del Santo Rosario, como devoción a la vez individual y comunitaria, es
fomentado por los propios misioneros. De esta forma, el Rosario se convierte en
signo visible y tangible de la presencia de Dios y en un auténtico medio de
salvación, por lo que esta práctica piadosa se constituye en paradigma de la
religiosidad popular1. Tras el fallecimiento en olor de
santidad del dominico Fray Pedro de Ulloa (1690), se genera todo un movimiento
fundacional de congregaciones de marcado carácter penitencial y de culto
interno en relación con esta devoción del Santo Rosario. Así se inició una
auténtica explosión que se expandió por las diversas parroquias, iglesias y
conventos en un cortísimo espacio de tiempo2.
En el caso de
Guadalcanal, los orígenes de la
Hermandad del Rosario nos son conocidos gracias a unas notas
históricas elaboradas por Don Antonio Muñoz Torrado e insertas en el expediente
incoado en 1925 por el Arzobispado de Sevilla sobre la venta de la ermita de
San Vicente 3. Según nos
relata Muñoz Torrado, las reglas de la Hermandad del Rosario de Guadalcanal fueron
aprobadas el 8 de octubre de 1691 por el Prior del convento Santo Domingo de
Llerena, dada la pertenencia de la localidad durante aquella época y hasta
fines del siglo XIX en lo eclesiástico a la antigua Provincia de León de la Orden de Santiago. Por ello
los vínculos con la citada localidad pacense, donde residían las autoridades
religiosas de dicha Provincia de León, eran estrechos, no debiendo extrañar que
los dominicos del convento llerenense, como el más cercano a Guadalcanal, se
encargasen de fomentar en la localidad la devoción al Rosario mediante
predicaciones y la fundación de una hermandad de esta advocación mariana.
A principios del siglo XVIII y como nos sigue contando
Muñoz Torrado, la Hermandad ,
instalada desde su origen en la parroquia de Santa María, entró en decadencia,
de la que salió gracias al impulso del Venerable Simón el Ermitaño, muerto en
1711 y al que se debió la edificación de la capilla de la que tratamos,
dedicada a San Vicente Ferrer -y no a su homónimo mártir-, santo dominico
valenciano (1350-1419) famoso por sus fervorosas y multitudinarias misiones. El
Venerable Simón, que vivía retirado en la ermita de San Benito, consiguió
enfervorizar de nuevo a los cofrades y devotos del Rosario mediante la salida
procesional por las calles de la localidad al amanecer y para tener un templo
propio donde celebrar sus cultos, poco después de su muerte la Hermandad del Rosario de
la Aurora
comenzó a labrar el templo de San Vicente, que vino a finalizarse en 1739. Ya a
fines de siglo, el 1 de enero de 1792, la cofradía aprobó nuevas Reglas.
A lo largo del siglo XIX la cofradía permanece activa en
San Vicente, aunque sufriendo diferentes altibajos y vicisitudes. En los
primeros años de dicha centuria ocurrió un curioso episodio relacionado con
esta iglesia, que igualmente nos es relatado por Muñoz Torrado:
"Por los años de 1818 vino a Guadalcanal a residir una
ilustre dama que ocupó cargo en la corte, cerca de la Reina. Presentóse
un día festivo en Santa María a la hora de la Misa Mayor , con traje
poco honesto. Pasaba el tiempo y los fieles se impacientaban, acercándose
alguno a la Sacristía
para preguntar la causa de no celebrarse la Misa. Era Vicario D.
Paulino de Caro, Caballero Santiaguista y Vicario y Juez Eclesiástico de la
villa, y salió al altar y dijo que no saldría a Misa hasta que no se retirara
aquella Señora que no vestía conforme a la honestidad. Salió la Señora del templo humillada
en su soberbia, y retirose a su casa. Desde aquel día vistió honesta y
humildemente, y asistía todos los días a Misa en la iglesia de San Vicente, y obtuvo privilegio
del Obispo-Prior (de Llerena) para que hubiese Reservado allí. Su cadáver
recibió sepultura en el centro del crucero.
Dicha señora era Doña Rosa Maffeito, fallecida en 1838. Su
hija, Doña Ana Espinosa de los Monteros y Morales, esposa de Don Leandro López
y Ayala, ambos vecinos de Guadalcanal, consiguieron en 1851 autorización eclesiástica
para que en la ermita de San Vicente se estableciese el sagrario donde rendir
continuo culto al Santísimo 4. El 22 de enero de dicho año dicho
matrimonio se dirigía por escrito al Gobernador Eclesiástico del Priorato de
San Marcos de León ofreciéndose a mantener el culto eucarístico en dicho
recinto sagrado. Tres días más tarde el citado Gobernador Eclesiástico pidió
informes sobre el asunto al Párroco de Santa María de la Asunción , quien el
siguiente día 27 contestó en sentido positivo a la propuesta de dichos señores,
"pues además de ser bastante crecido el número de cofrades y devotos del
Santo Rosario de la Aurora ,
sito en dicha ermita, y de concurrir diariamente a sacar por las calles y hora
de la madrugada el Santo Rosario, se celebran en dicha ermita funciones de
iglesia y misas rezadas en todos los días del año, a las que concurren muchos
fieles, lo mismo que a recibir el Sacramento de la Penitencia ,
particularmente en la
Cuaresma ". El 1 de febrero siguiente dicho Gobernador
pidió a los solicitantes que otorgasen, ante notario, escritura de obligación
de sus bienes, por lo cual se comprometen al mantenimiento del culto eucarístico en San Vicente, que en efecto,
fue otorgada el 6 del propio mes ante el escribano Antonio José Calleja, siendo
testigos Dionisio Palacios, Juan Pérez y Narciso Calleja. Los bienes con que se
garantizaba el cumplimiento de los devotos propósitos de Don Leandro y Doña Ana
eran sus casas en la calle Valencia, "que lindan a mano derecha entrando
en ellas con huerto de casas de Doña Joaquina Sánchez y por la izquierda y espaldas
con el mismo huerto (...) "y la finca "La Jayona ". Finalmente,
el 3 de marzo siguiente el Doctor Don Genaro de Alday, Provisor del Obispado
-Priorato de San Marcos de León, concedió su permiso para que se estableciese
sagrario con Sacramento perpetuo en San Vicente, encomendando su inspección al
Párroco de Santa María, corriendo a cargo del matrimonio López de Ayala y de
sus sucesores el mantenimiento de la lámpara que habría de iluminar al
Santísimo, de los vasos sagrados y de otros enseres del culto.
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