a través de la Historiografía artística:
Aproximación bibliográfica
Salvador Hernández González
Revista Guadalcanal año 2004
1. Visiones globales del patrimonio
artístico de Guadalcanal: de los diccionarios geográficos a los catálogos
monumentales y guías artísticas.
Como testimonio de su pasado,
Guadalcanal conserva un interesante patrimonio monumental integrado como es
sabido por una serie de construcciones tanto religiosas como civiles que
guardan en su interior piezas artísticas de diferente valor, pero que son
elocuente muestra de la religiosidad popular y formas de vida de otras épocas.
En torno a las fundaciones eclesiásticas y piadosas establecidas en la
localidad, como las parroquias de Nuestra Señora de la Asunción , San Sebastián y
Santa Ana, los conventos de San Francisco, la Concepción , Espíritu
Santo y Santa Clara, los antiguos hospitales, el santuario de Nuestra Señora de
Guaditoca, las ermitas y cofradías, etc. se desenvolvió la actividad de
diversos artistas (arquitectos, escultores, pintores, orfebres, etc.) que se
dieron cita para el ornato de estos recintos sagrados.
Patrimonio que viene marcado a lo
largo de su historia por la peculiar circunstancia de constituir una interesante
encrucijada artística, punto de encuentro entre el arte andaluz y el extremeño,
en virtud de la pertenencia de Guadalcanal a Extremadura hasta que los cambios
administrativos del siglo XIX determinaron la adscripción de nuestra localidad
a Andalucía. Como sabemos, la dependencia jurisdiccional de la localidad con
respecto a la Orden
de Santiago – presente en buena parte del territorio extremeño – y su inclusión
dentro del marco administrativo de la denominada Provincia de León de
dicha orden militar marcaron el desarrollo de su vida tanto civil como
eclesiástica. De ahí que Guadalcanal haya formado parte hasta el siglo XIX del
territorio de la Baja
Extremadura , destacando las relaciones de dependencia
jurisdiccional que mantenía con respecto a Llerena, capital religiosa y sede
del Priorato de San Marcos de León, del que como ya hemos apuntado dependían
jurisdiccionalmente los templos y clerecía de la localidad. Y si a ello unimos
la condición de Llerena como importante centro artístico, donde laboran numerosos
artífices que abastecen la demanda de piezas destinadas tanto a sus propios
templos como a los de otras localidades de la zona, es lógico que Guadalcanal
fuese también destinataria de la producción de los obradores llerenenses, que
acabarían dejando su impronta estilística en nuestro legado monumental. Sin
embargo, este componente extremeño de nuestro patrimonio queda matizado por las
influencias andaluzas que suben desde Sevilla, verdadero emporio artístico cuyo
peso irradia a las regiones limítrofes, determinando que los encargos de obras
de cierta envergadura se encomendasen a los prestigiosos talleres hispalenses.
Esta maraña de relaciones explica
que ante la contemplación de los edificios religiosos de Guadalcanal puedan
advertirse rasgos formales propios de la arquitectura bajoextremeña, como
pueden ser los modelos de portadas, el diseño de torres y espadañas, la
tipología de las cubiertas, etc., elementos obviamente compartidos por otros
templos de las localidades pacenses vecinas y matizados en nuestro caso por el
sello andaluz presente en la imaginería de origen sevillano venerada por
nuestra cofradías, obra como se sabe en su mayor parte de destacados imagineros
del siglo XX. Pero esta presencia del arte sevillano ya se había dejado sentir,
como veremos, de antiguo, pues ya desde el siglo XVI la documentación de los
archivos hispalenses revela los encargos hechos en la ciudad del Guadalquivir
de retablos, esculturas y pinturas con destino a los templos de Guadalcanal,
que venían a rivalizar con las ejecutadas en los talleres llerenenses. Por
desgracia, los reveses de nuestra historia contemporánea, en especial los
desgraciados sucesos de la
Guerra Civil , acabaron reduciendo drásticamente esta herencia
artística, que sólo podemos evocar a través de las noticias documentales,
algunos testimonios fotográficos y las pocas piezas salvadas de la hecatombe,
como el retablo mayor de la iglesia del convento del Espíritu Santo y algunas
pocas esculturas, como la del Señor de la Humildad y Paciencia.
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