jueves, 29 de enero de 2015

“GUSTAVO”: LA NOVELA INÉDITA DE ADELARDO LÓPEZ DE AYALA


Por SERGIO KRSNIK CASTELLÓ – Revista de Guadalcanal año 2014


Adelardo López de Ayala ha pasado a la historia de literatura española como uno de los más notables dramaturgos de la segunda mitad del siglo XIX, dentro de la denominada “alta comedia” cuyo principal exponente fue  Manuel Tamayo y Baus.

Sin embargo, hay un aspecto de su personalidad literaria prácticamente desconocido, como es el de novelista. En efecto, en el haber de López de Ayala hay una novela, que el autor tituló escuetamente “Gustavo”, y de la cual apenas existen referencias.

La novela fue escrita en los inicios de su carrera, concretamente en 1852 (cuando el autor contaba apenas 24 años de edad), solo un año después de estrenar sus primeras obras de teatro (“Un hombre de estado” y “Los dos Guzmanes”, ambas de 1851), quizá en un intento de diversificar su obra y no circunscribirse únicamente al género dramático; los avatares que sufrió dicha novela sin duda le decantaron hacia el teatro y la poesía.

“Gustavo” es una novela atípica en el panorama de la narrativa española de la época: si durante el primer tercio del siglo XIX la producción narrativa en nuestro país se caracteriza por una cursi sensiblería, a partir de 1830, bajo la influencia del inglés Walter Scott, prolifera la novela histórica, cuyos principales exponentes son Enrique Gil y Carrasco (“El señor de Bembibre”, 1844) y Francisco Navarro Villoslada (“Doña Blanca de Navarra”, 1847), y que prácticamente convive con los primeros intentos de novela realista (“La gaviota” de Fernán Caballero, escrita en 1849, y “El clavo” de Pedro Antonio de Alarcón, publicada en 1853). Pese a estar escrita en ese momento, a ninguno de estos géneros se asemeja “Gustavo”; por el contrario, la misma responde a un nuevo aspecto “social” ampliamente asimilado en la narrativa europea de mediados del siglo, de forma principal aunque no exclusivamente en Francia. Recordemos que en Rusia Nicolai Gogol había empezado a publicar narrativa en 1831, en Inglaterra Charles Dickens hacía lo mismo en 1836, y en Francia Gustave Flaubert se estrenaba como novelista en 1836; sin duda López de Ayala conocía y había leído a estos tres autores cuando se decidió a escribir su novela. Aparte de ello, la novela puede considerarse un documento histórico de primer orden, ya que relata admirablemente el carácter de la ilustre bohemia literaria que se distinguía en Madrid a mediados del siglo XIX y que López de Ayala conocía de primera mano.

La novela, en síntesis, cuenta la historia de un escritor de incipiente éxito que, aunque enamorado de una respetable dama, decide celebrar sus éxitos literarios, junto con varios amigos, con la compañía de varias prostitutas.

La primera parte de la novela fue presentada a la Censura (entonces trámite obligatorio previo a la publicación de obras literarias) en mayo de 1852; al Censor (José Antonio Muratori) no debió de gustarle el atrevimiento de algunas escenas, por lo que con fecha 27 de mayo de dicho año prohibió su publicación. La corrección entonces propuesta por el autor, sustituyendo la palabra “poeta” por “compositor” o “artista”, obedeció quizá al deseo de evitar que la obra se tomase por autobiográfica (como en parte lo es) lo que pretendía ser únicamente narración novelesca, pero ni aún así la obra pudo ser publicada.

Desanimado por este obstáculo, probablemente López de Ayala no pensó en terminarla. Cuando a la muerte del autor, se publicaron sus obras completas (Colección de Autores Castellanos, siete tomos, 1881-1885), los editores no la incluyeron, no se sabe si por no tener noticia de su existencia o simplemente por acatar la, suponemos todavía vigente, prohibición de su publicación.

Sin embargo, la novela no cayó totalmente en el olvido, y en el año 1908 fue finalmente publicada en el número XIX de “La Revue Hispanique”. Se trataba esta de una publicación francesa fundada en 1894 que, con carácter trimestral, difundía narrativa española (fundamentalmente novelas o relatos cortos)  en idioma original. Este tipo de publicaciones periódicas fue muy popular entre finales del siglo XIX y principios del XX como una forma de dar a conocer a un público mayoritario la narrativa corta de los autores entonces en activo; en nuestro país hubo varias de similares características, entre ellas “El Cuento Semanal”, “La Novela Corta”, “Los Contemporáneos” o incluso “La Esfera”.

La publicación en “La Revue Hispanique” viene precedida de un prólogo escrito por  Antonio Pérez Calamarte, a quién al parecer había llegado a sus manos el manuscrito de la misma. Desconozco quién es esta persona y como llegó a ser propietario de la novela citada; gracias en todo caso a su iniciativa pudo por fin ver la luz un texto que quizá de otro modo se hubiese perdido para siempre.



Nota del administrador. La novela a la que hace referencia el autor de este artículo, fue publicada en nuestro blog en diferentes entregas, entre los meses de junio y octubre de 2013, con la etiqueta de Adelardo López de Ayala, gracias a la amabilidad de José Mª Álvarez Blanco, que nos remitió una copia del libro.



1 comentario:

José María Álvarez Blanco dijo...

Esta novela nunca ha sido publicada en formato de libro, pues como escribí en este blog con fecha 2 de junio de 2013, en mi prólogo a la edición a la que se refiere Ignacio Gómez en este blog, la única publicación existente databa de principios del S. XX en el Tomo XIX de la Revue Hispanique, (1894-1933) fundada por el prestigioso hispanista francés Raymond Fouché-Delbosc (1864-1929). Ya en el verano de 2014, cuando apareció por primera vez este texto el Sr. Krsnik Castelló, indicaba que desconocía quién era Antonio Pérez Calamarte y como había llegado a sus manos la novela. Me permito señalar que dichas circunstancias están expuestas en el prólogo de la publicación antes citada, en cuya nota al pie [4] se explica quien era Antonio Pérez Calamarte y por qué llegó a sus manos esta obra: [Antonio Perez Calamarte]: "Era un seudónimo de Adolfo Bonilla San Martín (1875-1926), literato y filósofo, discípulo de Menéndez Pelayo. Su condición de sobrino del compositor Emilio Arrieta, gran amigo de Ayala, explica por qué al fallecer éste en 1879, sus papeles llegaran a sus manos". JMAB (Quimiófilo).