Por Adolfo Moreno y Sergio Mena - Revista de Guadalcanal año 2012
Pocas cosas demuestran con tanto rigor el paso del tiempo como contemplar
un cuadro o una fotografía antigua. Si, además, el objeto reflejado sigue
existiendo en nuestros días, esa sensación de vértigo temporal se acrecienta. Y
eso es lo que les pasa a aquellos que miran con curiosidad las fotos de aquel
Guadalcanal que se quedó atrás y ya no volverá nunca más.
En 1922, con 43 años, el sacerdote guadalcanalense Antonio Muñoz
Torrado, siendo ya miembro de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla,
decidió dar rienda suelta a su afición etnográfica por medio de la realización
de un reportaje fotográfico sobre su localidad natal. Esas fotografías son,
hoy, el reflejo de ese tiempo pasado.
El grupo de imágenes no se plasmó de una vez, sino que vio la luz en
dos tandas coincidentes con el mes de septiembre, lo cual puede indicar que
aprovechó sus vacaciones para confeccionarlas. Su temática es sencilla. Muñoz Torrado se centró en reproducir los
lugares más representativos de Guadalcanal, así como algunos detalles de los
pasos de Semana Santa o los rincones de la iglesia de Santa María.
Las imágenes están guardadas en el archivo de la Universidad de Sevilla
y se encuentran a disposición del público. Gracias a internet hasta se pueden
contemplar desde cualquier parte del planeta, eso sí, a una resolución y un
tamaño muy inferior al que tienen las fotos originales.
90 años después, nos hemos hecho la pregunta de cómo encontraría
Antonio Muñoz Torrado algunos de los lugares que plasmó con su cámara a día de
hoy. Cuando realizó su reportaje, el circuito italiano de Monza acogía su
primera carrera y Jacinto Benavente ganaba el Premio Nobel de Literatura. Nueve
décadas después existe la telefonía móvil, la televisión, internet, el agua
corriente, las carreteras están asfaltadas, la seguridad social es universal,
vivimos en una democracia asentada y los automóviles no son un artículo de lujo
al alcance de unos pocos.
Por todo ello, hemos elegido (a una resolución de calidad) seis
instantáneas tomadas en septiembre de 1922 y hemos vuelto a hacer las mismas
tomas en los mismos sitios para comparar las dos fotos y ver la evolución que
ha sufrido el lugar en estos años. El vértigo temporal ha sido más que
importante.
Fachada del Ayuntamiento
La primera imagen elegida es la titulada “Ayuntamiento (detalle)” por
la fototeca de la universidad. Se trata de un plano general de la fachada de la
casa consistorial en la que se ve en primer término la calzada de la calle
mientras dos personas (una anciana y un niño) deambulan por delante de la
puerta del edificio. Como se puede observar, la austeridad es patente, ya que
el pavimento de la calle es de piedra pura y la fachada carece hasta del propio
cartel de “Ayuntamiento”.
Con el tiempo han llegado nuevos elementos. Tal y como se ve en la
foto de abajo, a día de hoy el coche es el dueño y señor del espacio público.
La famélica farola de hace 90 años ha sido sustituida por los carteles publicitarios
y en la fachada blanden nuevos elementos, como el susodicho nombre, las
banderas, otros puntos de luz o varias imágenes cerámicas. Aún así, la
sensación general es que la escena ha cambiado poco en todo este tiempo.
Puerta de la sacristía
La imagen titulada “Parroquia de Santa María (detalle)” se corresponde
con un primer plano de la puerta de acceso a la sacristía de la parroquia. Como
se sabe, dicha puerta de arco de herradura es el resto de uno de los accesos a
la antigua alcazaba musulmana del siglo XIII que se encontraba en ese mismo
lugar. En 1922 presentaba un aspecto muy parecido al que se veía en la imagen
del ayuntamiento, con una acera de piedra cruda y el lienzo de la fachada en
cal al natural.
En 1931 se construyó la torre del reloj, con lo que
la puerta que aparecía en 1922
a la derecha de la entrada desapareció con la obra. 90
años de la primera instantánea, el tiempo también parece haberse casi detenido,
aunque haya nuevos detalles. El cuidado de la fachada es notorio gracias a las
manos de pintura y se han instalado otros elementos como cables de
electricidad, carteles de numeración y jardineras en la acera. Por cierto, una
acera que está exactamente igual que en 1922.
Santa Clara
El archivo universitario ha codificado la siguiente
imagen como “Calle de Santa Clara” y así, efectivamente, sigue denominándose
hoy día. A la izquierda vemos en aquella captura del tiempo una vía carente de
pavimentado, embarrada, encharcada y enfangada, recorrida por las huellas de
las ruedas de los carros y agujereada por las pisadas de los burros y los
caballos. La iluminación es un anhelo y la sensación es de crudeza
extrema.
Nueve décadas después, y como puede
observarse a la derecha, al ya mencionado imperio de los coches en las calles, llama
la atención la civilización del entorno con el adoquinado y acerado de la
calle, así como el uso masivo de la electricidad. El progreso ha traído
farolas, cables y antenas por doquier, algo que, aunque ya existía en 1922, era
el privilegio de unos pocos.
Al fondo de la primera imagen puede
verse el campanario de la iglesia de San Sebastián que hoy día es el mercado de
abastos. La torre fue derribada en los años 50 y de ella ya no queda ningún
vestigio, lo que explica el vacio en el cielo de la segunda estampa. El
edificio del antiguo convento de Santa Clara, en ruinas en 2012, no presentaba
un aspecto mucho más aseado hace 90 años.
Sea como fuere, los guadalcanalenses
siguen usando la misma vía por los mismos sitios, como demuestran las dos
figuras humanas que aparecen en sendas fotografías.
Mercado
de abastos
Quizá sea este el ejemplo más claro de
la evolución arquitectónica de Guadalcanal en todo este tiempo. Como ya se ha
indicado, la iglesia de San Sebastián desapareció como tal hace 60 años. Su transformación
en mercado de abastos ha sido radical como se demuestra en estas dos
fotografías.
En 1922, Muñoz Torrado, desconociendo el
devenir del edificio, lo retrató tal como era desde su fachada principal, de
gótico mudéjar y construida en el siglo XVI aunque reformada en el XVIII. A sus
pies, de nuevo la calle, esta vez sin barro pero igualmente cruda y vacía.
Por cierto, en la Universidad de Sevilla
tienen clasificada la imagen como “Parroquia de San Vicente (detalle)”, lo cual
es erróneo.
Andrés Mirón ya criticó en uno de sus
Calicantos la reforma de San Sebastián en 1952, una transformación radical que
no solo tiró abajo la torre, sino que levantó nuevos muros y quitó de en medio
la casa de arcos ciegos que se veía en la primera imagen y que hoy da espacio a
los aparcamientos de la calle.
La secularización de este espacio, al
menos en su aspecto exterior, se ha visto acompañado de los elementos propios
de tiempo actual que ya se han visto en anteriores fotos. Nuevamente vemos
coches, cables y farolas dominando el espacio público.
Vista
hacia el norte
Antonio Muñoz Torrado cogió sus bártulos
fotográficos y ascendió por las escaleras de la torre de la iglesia de Santa María
para realizar varias vistas aéreas de Guadalcanal. Allí tomó dos instantáneas
del entramado urbano de la localidad en sus caras norte y oeste.
Mirando hacia el norte (en la “Vista
parcial” tal y como está documentada en el archivo), se identifican los accesos
al Puerto de Llerena, la Cava
a la izquierda, la calle López de Ayala y el convento al fondo.
Aquel 7 de septiembre de 1922 la vida en Guadalcanal
aparenta ser muy tranquila, con algún vecino quemando algún mueble viejo en su
patio y dejando una importante humareda a todos sus vecinos.
Dos elementos se podrían comentar sobre
las huellas efectivas que deja el tiempo a su paso viendo estas dos imágenes:
que el crecimiento urbano de Guadalcanal en esta parte solo se ha dado en la Cava y que existe mayor
número de masa arbórea, sobre todo de olivos.
Vista
hacia el oeste
El mismo escenario se presenta en la
vista de “Poniente”. Mirando hacia el oeste, la estampa de 1922 calca en sus
elementos a los vistos en la foto del norte. A los pies del fotógrafo se ve el
camino al cementerio y la zona de la calle Jurado en el mismo clima de
tranquilidad aparente de aquel día de septiembre con los últimos retazos del
verano.
90 años después, con un equipo
fotográfico mucho más ligero pero con un avance tecnológico inimaginable a
principios del siglo XX, la misma vista desde la misma atalaya arroja una
imagen muy parecida a la precursora. Nuevas casas han aparecido sobre algunas
ya desaparecidas y otras han surgido en donde antes no había nada pero, en
general, el crecimiento no ha supuesto un cambio radical de la escena.
Al igual que ocurría en la vista hacia
el norte, los campos que rodean Guadalcanal han ganado en cantidad de árboles.
En este caso, se observa claramente cómo los olivos y los frutales ocupan hoy
día un importante espacio que antaño era yermo o estaba dedicado a la ganadería.
Y los cipreses del cementerio,
obviamente, cuentan hoy con mayor presencia.
Agradecimientos
Este pequeño guiño a la inmortalidad de
la producción humana y a la brevedad de nuestro paso por este mundo no podría
haberse realizado sin la ayuda de un nutrido grupo de personas que facilitaron
la consecución de este reportaje. A Ester, Fali, Eli, Ricardo, Mónica, José
Ramón y Rafa les agradecemos que nos ayudaran y nos acompañaran en esta
aventura.
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