Autor y editor en un momento del acto |
Con la asistencia de casi cien personas, se realizó la presentación del libro Crónica Negra de Guadalcanal "El Rabazo", ayer sábado, en el emblemático edificio de la iglesia de Santa Ana.
Uno inicia la lectura y van apareciendo esos personajes que no conocimos directamente, pero que a fuerza de oír la historia, sentimos que nos queda un vago recuerdo de ellos, aunque a la mayoría no llegamos a conocerlo.
El dolor dos mujeres, Mª Josefa Cortés, madre de Carolina y Pura Hernández, de El Rabazo, aparece una y otra vez en el transcurso de la historia, y vemos el sufrimiento de ambas mujeres por sus seres queridos, pero ambas unidas por ese dolor de la pérdida irreparable.
El autor fue acompañado por su esposa y sus dos hijas, así como numerosos familiares y amigos. Entre los asistentes se encontraba el alcalde Manuel Casaus, junto con los concelajes/as, Moisés Bernabé, Manuela Cortés, Esther Rivero, Cristina Omenat y Maribel Chaves.
Asistentes al acto en el momento de la presentación de Ignacio Gómez |
Inició el acto, el editor y prologuista del libro Ignacio Gómez, realizando una semblanza del libro, que resumimos a continuación:
Subiendo hace un rato hasta esta iglesia de
Santa Ana, me venía acordando de los libros que se habían publicado en
Guadalcanal en los últimos años, y que todos ellos tenían algo en común. Hace
poco más de dos meses, el joven Antonio José Sánchez presentó su libro “Así lo
siento y así lo escribo”. Hará unos tres años, Rafael Rodríguez Jiménez
“Pileta” escribió la historia de su familia “La Encajera ”, con quien tuve
el honor de colaborar. Andrés Mirón también poco antes de morir entregó a la
imprenta su libro “Otoño en Benalixa” que había escrito en su casa de la calle
Santa Ana. Y hoy estamos aquí para presentar el de mi amigo Manuel Barbancho
Veloso, “El Rabazo”. Y que tienen en común estos escritores. Pues tienen en
común, que todos son o han sido vecinos del barrio de Santa Ana. Así que esto
me recuerda el dicho del vino que dicen los bebedores: “algo tendrá el vino
cuando lo bendicen”. Eso digo yo de este barrio: “algo tendrá el barrio de
Santa Ana, cuando existen tantos escritores”. También por la época que se
desarrolla el libro que hoy presentamos, había otro poeta que también vivía
frente al “Pilarito”: Rafael García Delgado, “Palote”, que con las letras de su
murga, animaba el carnaval todos los años. Así que ahí dejo el tema para los
estudiosos.
Volviendo
a lo que nos ha traído aquí esta mañana, quisiera realizar una pequeña
semblanza, de este libro que vamos a presentarles.
Leer estas
páginas que ha preparado mi amigo Manolo Barbancho, ha sido volver a esa
historia de Guadalcanal, que aunque no la vivimos directamente, la llevamos en
los genes heredados de nuestros abuelos, de nuestros padres y de nuestros
vecinos que nos precedieron en otras épocas. De las paredes encaladas, que año
tras año han ido recibiendo esa nueva capa de cal blanca, que van formando una
gruesa costra, que nos permitiría conocer el año en que se construyó la casa.
Ignacio Gómez durante su presentación |
Uno inicia la lectura y van apareciendo esos personajes que no conocimos directamente, pero que a fuerza de oír la historia, sentimos que nos queda un vago recuerdo de ellos, aunque a la mayoría no llegamos a conocerlo.
En
la lectura de este libro vamos a ir encontrando palabras que tenemos olvidadas
o que quizás ni llegamos a conocer, y que con la marcha de las personas y el
paso del tiempo, se han perdido.
Manuel
Barbancho y sus padres, fueron una familia más de las que salieron de
Guadalcanal en los años setenta del siglo pasado, para establecerse lejos de su
pueblo, en este caso en Alcalá de Henares. Allí se casó, formó también su
propia familia y montó un pequeño negocio, que le ha permitido vivir y criar a
sus hijas.
Como
él ha puesto en el título del libro, efectivamente es una historia de la
crónica negra de Guadalcanal y unos hechos tristes y lamentables, que
afortunadamente no se han repetido.
Manuel
Barbancho nos va contando la historia de cómo sucedió todo, pero al propio
tiempo nos va dando a conocer la forma en que se vivía en aquellos años, las
penalidades que pasaban la mayoría de los vecinos del pueblo y las vicisitudes
que ocurrieron durante los cuatro años que abarca la historia.
Aunque el
personaje central –como no podía ser de otra forma- es El Rabazo, durante la lectura del libro van apareciendo nombres de
personas y sucesos, que nos van introduciendo en el ambiente que va narrando. En
ciertos momentos, creemos estar formando parte de los diferentes hechos que
están viviendo los personajes. Esos momentos en la rebotica de Rogelio Vázquez,
saboreando el anís Flor de la
Sierra y tratando de encontrar la forma de ayudar a El Rabazo, junto con sus amigos Eusebio
Márquez, el médico y Ricardo Marín, el secretario del Ayuntamiento. Vamos
viendo las horas que el abogado Adolfo Rodríguez, dedica para intentar salvar
la vida de Antonio Martínez, y van apareciendo todas las personas que intentan
ayudarle.
Así, a
veces estamos en el salón principal del Casino, con esas discusiones
interminables sobre política, y otros asuntos locales, o formando parte de la
cuadrilla de aceituneros que recogen la cosecha en la finca de la Burbana o segando en las
proximidades de Hamapega. De pronto nos vemos bajando del tren en la estación
de Sevilla y viéndola de nuevo como la conocimos y con ese olor tan
característico que tenían todas las estaciones de ferrocarril.
Asistentes al acto. En primer lugar el autor y detrás sus hijas y esposa |
El dolor dos mujeres, Mª Josefa Cortés, madre de Carolina y Pura Hernández, de El Rabazo, aparece una y otra vez en el transcurso de la historia, y vemos el sufrimiento de ambas mujeres por sus seres queridos, pero ambas unidas por ese dolor de la pérdida irreparable.
En todo
momento Manuel Barbancho trata de dar una explicación a esta tragedia ocurrida
entre vecinos de Guadalcanal, aquel día uno de junio de 1920, en la caseta
ferroviaria que está junto a la estación de Cazalla de la Sierra. Hechos que vamos a
vivir en primera persona, ya que el narrador de la historia está presente en
cada momento de la misma.
Vamos a
palpar el ambiente en la cárcel del Pópulo de Sevilla, donde El Rabazo pasó los últimos años de su
vida. Conoceremos a otros presos y las múltiples visitas que recibe, para
tratar de ayudarle.
Una parte
importante del libro transcurre en este barrio de Santa Ana, porque aquí vivían
las dos familias afectadas por los trágicos sucesos. El párroco de esta iglesia,
Rafael Ordóñez Rivero, aparece una y otra vez, tratando de ayudar tanto a El Rabazo, como a su madre y a la
familia de Carolina Merchán. En esta iglesia se celebrarán varias reuniones
entre el párroco, el boticario, el médico y el secretario del Ayuntamiento, con
el único objetivo de ayudar a las familias a sobrellevar la pesada carga de la
tragedia que les ha tocado vivir.
Todo esto
lo ha hecho Manuel Barbancho viviendo físicamente a más de quinientos
kilómetros de Guadalcanal, pero mentalmente oyendo a su abuela en la cocina de
su casa, contándole la historia de Rabazo,
primo de su otra abuela Julia.
Manuel
Barbancho me pidió que fuera su editor y prologuista de este libro, que con
tanto cariño ha escrito, gustosamente así lo he hecho y espero que el resultado
final merezca su aprobación.
Para
realizar este trabajo, a mi vez, he recurrido a mis grandes amigos, Eleuterio
Díaz López (autor del artículo que espoleó a Manuel Barbancho a escribir este
libro), José Mª Álvarez Blanco y Plácido Cote Rivero, que han leído
pacientemente los diferentes borradores que ha hecho posible que hoy tengan en
sus manos este libro.
Sin más,
les dejo con Manuel Barbancho Veloso y su libro de “El Rabazo”.
A continuación subió al estrado Manuel Barbancho que dirigió las siguientes palabras al auditorio.
Ante todo, muchas
gracias por haber asistido a este
evento.
Es para mí una gran alegría y un honor estar en este
lugar al que me siento muy vinculado porque en torno a él, transcurrieron los
primeros 20 años de mi vida.
Me quiero dirigir en primer lugar a mi buen amigo
Ignacio que a fin de cuentas es quien ha pulido este trabajo que a ratos libres
he ido hilvanando, tratando de hacer esta historia lo más amena posible, además
de entretenida en su lectura.
Cuando allá por el año 2007 llegó a mis manos la
revista de Ferias, descubrí en ella un extraordinario y laborioso trabajo por
parte de Eleuterio Díaz (al cual no tenía el
gusto de conocer). Pero al ver de qué se trataba, dejé pendiente todos
lo demás articulo y me puse a leer ese que trataba del Rabazo, “que por cierto era
primo hermano de mi abuela Julia”.
Sobre este personaje, siempre hemos oído hablar
despectivamente en Guadalcanal (y no era para menos) pero tras leer y releer el
trabajo de Eleuterio, pasaron cosas por la mente de este entusiasmado lector, que me llevaron a situarme en una posición
menos despectiva y empecé a preguntarme el por qué de aquella trágica
barbaridad.
Es tremendamente incomprensible entender como una
persona que se había criado en este barrio y en torno a esta iglesia de Santa
Ana, junto a otra, con la que ha compartido juegos, vivencias, fiestas y una
gran amistad, haya podido llegar a cometer tan despiadado crimen contra ella.
Tras meditar profundamente sobre este tema, intente
retrotraerme a aquellos tiempos y ponerme en la situación de los
protagonistas de tan triste tragedia. Cosa que no es nada fácil, porque las
circunstancias que en aquella época se desarrollaban, son muy distintas a las
que ahora todos los guadalcanalenses y todos los españoles disfrutamos.
El analfabetismo, la pobreza, las diferencias sociales y
la ignorancia, eran caldo de cultivo para aquella España profunda que
trataba de salir del gran atolladero del 98. Pero que cada vez se hundía mas en
la miseria, sin saber aprovechar los beneficios que a nuestro país le trajo la
hecatombe de la gran guerra.
También, inmersos en aquella guerra de África (que no acababa nunca) y en donde los hijos de los pobres luchaban dejándose la
vida en las tierras de Marruecos, mientras los ricos podían permitirse el lujo
de pagar, para no estar presente en ella.
Luchas sociales por doquier; en donde patronos y
trabajadores se enfrentaban violentamente provocando un terrorismo desmesurado
por parte de violentos extremos. Una oligarquía caciquil que lo dominaba todo.
Pobreza extrema, frente a lujos desmesurados. Este era el pan nuestro de cada día en aquella España
atrasada y tercermundista de aquellos años.
Seguro que todo esto hacía muy difícil la vida en
Guadalcanal. Pero eso no quita, ni disculpa, que el crimen cometido en la
casilla número 91 de la línea férrea entre Sevilla y Mérida, sea motivo para
justificarlo. Ahora bien, sí nos sirve para situarnos en aquel entorno y poder
entender de la mejor manera posible, la situación social en la que se
desenvuelven los protagonistas de esta novela.
Con todos estos argumentos me senté delante del
teclado de mi ordenador y poniendo en marcha
mi imaginación he tratado de llevar a cabo una extensa redacción de como
aquellos acontecimientos se produjeron.
Con la inestimable ayuda del gran articulo de
Eleuterio, las hemerotecas virtuales que proporcionan las nuevas tecnologías y
la información recibida por parte muchos de nuestros mayores, que de una forma
sesgada por el tiempo, han mantenido el recuerdo de los hechos. Con todo ello
he realizado este libro, con el fin de que de alguna manera se incorpore a la historia de nuestro pueblo y ocupe un humilde lugar en el estante de cada uno de
sus habitantes.
En ningún momento he pretendido ofender a nadie en las
narraciones a las que hago referencia. Todo lo contrario, mi intención ha sido
guardar un escrupuloso respeto ante los personajes que de alguna forma podrían
ser protagonistas negativos, creando nombres
ficticios solo para dar un cierto interés al argumento.
Por el contrario, sí que he querido destacar a
aquellos que de alguna forma, marcaron hito en la historia de nuestro pueblo y
dejaron un hondo recuerdo en la memoria de todos cuanto los conocieron.
Puede llamar a engaño la mezcla en esta novela de
personajes reales y ficticios, pero entiendo
que es la mejor forma de contar una historia que tras el paso de los
años, ha podido quedar huérfana de la realidad social de la época, en que se
produjeron estos hechos.
No es que en este libro yo quiera reflejar la autenticidad de los hechos acaecidos,
solamente he quiero hacer ver al lector; (basándome en documentos históricos)
como estos podrían haber sucedidos, haciendo solamente una recreación del tema.
No solo he querido en mi novela recrear el crimen de
Antonio Martínez Hernández, también he tratado de narrar anécdotas propias de
nuestro pueblo, recorrer sus calles con los nombres que en aquellos tiempos tenían,
desnudar el interior de sus casas, de sus iglesias, de sus cortijos. Recordar usos y costumbres, que con el paso
de los años ya desaparecieron, pero que aun quedan perennes en el recuerdo de
muchos de nuestros mayores.
No hay, ni ha sido mi intención de que lo hubiera,
ningún atisbo de rencor hacia nadie a la hora de exponer mis argumentos.
Siempre he querido dejar claro que lo que en ellos se relatan son hecho
consumados, pero de ninguna forma
intención de juzgarlos y mucho menos
condenarlos.
Porque tanto en la memoria de las victimas como en la
del verdugo, solo puede haber compasión, de distinta forma, pero compasión.
Nadie de los de
antaño y mucho menos nosotros, podemos imaginar lo que por la mente de Antonio
Martínez Hernández pudo pasar aquella mañana de primavera. Solo sabemos que una
tremenda desgracia tuvo lugar a la que no se le pudo poner remedio, porque
la muerte ya no se puede remediar.
El por qué, nunca lo sabremos, el cómo nos lo
imaginamos, yo así lo veo en esta novela
que he escrito nada más que para recrear unos hechos que acaecieron en nuestro
pueblo hace casi un siglo.
Quiero volver a poner de manifiesto que todos los
personajes de los que hablo en esta novela, han sido tratados con el más
exquisito respeto por mi parte y en todo momento mi intención ha sido
salvaguardar la memoria de cada uno de ellos.
Como podrán ver ustedes en la cabecera del libro,
hablo de que los hechos que en él se narran, pueden coincidir en muy alto grado
con la realidad, pero son pura ficción, ya que he dejado volar mi imaginación tratando de meterme en
una sociedad muy distinta a la que hoy vivimos y de la que el recuerdo
histórico nos hace ver las cosas desde distintos puntos de vista.
Si algo he querido demostrar en este trabajo, es la
parte humana de una sociedad como la de los primeros años del siglo pasado, en
que a pesar de las tremendas vicisitudes en
que la mayoría de la gente estaba inmersa, dominaba una gran humanidad
entre personas de muy distinto rango y condición.
Las madres de Carolina y de Antonio, (Pura y María
Josefa), don Rogelio (el boticario), don Rafael (párroco de esta iglesia), los
guardias civiles: José Rebollo y Juan Piñero. El abogado Adolfo Rodríguez
Jurado y su padre. Beatriz (esposa del Rabazo), José Romero (esposo y padre de
las victimas), Ricardo Marín (secretario del ayuntamiento), José Castelló
(Alcalde de Guadalcanal) y mis abuelas Pepa y Julia. Todos ellos personajes
reales de esta historia, fueron testigos directos de los acontecimientos y en
todos ellos se puso de manifiesto la comprensión y el consuelo, que las dos
familias implicadas recibieron. Destacando entre ellos las del abogado defensor
y su padre, así como la del boticario, el cura y el médico, que pusieron todo
el interés posible para que aquella pena de muerte nuca se llevara a cabo.
Tuvieron incluso la osadía (el padre del abogado y el
Alcalde de Sevilla) de plantarse ante las autoridades del directorio militar,
presidido por Primo de Rivera, para pedir clemencia tanto a él, como al Rey.
Pero su ruego resultó inútil y el Rabazo
sucumbió en el patíbulo de la forma mas cruel que pueda ejercer la justicia: “A
garrote vil”. Pero dejaron la semilla sembrada para que los que aún luchan contra la pena de muerte, tengan
por bandera la labor de esto dos hombres y muchos otros personajes realizaron.
Nada más ejemplarizante que la labor de estas personas, así como la de la gente
corriente de este barrio de Santa Ana y de toda Guadalcanal que supieron estar
al lado de los que sufrían.
El dolor de aquellas dos madres me imagino sería tremendo pero nunca el odio
entre ambas se puso de manifiesto. En el dolorido corazón de María Josefa solo
resaltaba las figuras de su hija Carolina y sus nietas Antonia y Carmen. Mientras
que en el de Pura, el desasosiego de la espera a que el ajusticiamiento de su
hijo llegara, era cada vez mas desesperante al mismo tiempo que comprensible
ante el tremendo crimen que su hijo cometiera, pero nunca hubo reproches entre
aquellas dos victimas de tan incomprensible barbarie.
Así me lo contaba mi tío José Hernández, único testigo
presencial que yo conocí. Era el monaguillo del que se habla en la novela.
Tanto María Josefa como Pura, nunca dejaron de
hablarse, se consolaban la una a la otra y el día que celebraron el funeral por
El Rabazo, al terminar éste, las dos se abrazaron inmersas en un mar de
lagrimas. Parece que las estoy viendo.
Así lo contaba el tito Joseito, como le decíamos
cariñosamente la familia.
Para terminar quiero dejar claro que en este libro
está escrito con el corazón y sin interés de ningún tipo. Solo he tratado a mí
entender de representar de alguna forma como ocurrieron estos hechos tan graves
que figuran en la historia negra de este pueblo, en que vi la luz por primera
vez y del que nunca a pesar de los años que llevo fuera, he dejado de acordarme ningún día.
Espero que este libro sea del agrado de todos ustedes
y vuelvo a reiterar mi agradecimiento a Ignacio Gómez Galván por la estupenda
labor que ha hecho en este trabajo.
Muchas gracias a todos.
Finalizadas las palabras de Manuel Barbancho se realizó un coloquio, con preguntas de algunos de los asistentes al autor, sobre personajes del libro.
Por último, el alcalde Manuel Casaus subió al estrado y agradeció a autor y editor el trabajo realizado para dar a conocer parte de la historia de Guadalcanal, entregando a ambos un regalo de recuerdo.
La mayoría de los asistentes compró el libro y después solicitó al autor su autógrafo, para recordar este día.
Las fotografías de esta noticia han sido realizadas por Moisés Bernabé, Úrsula Gómez, Virgina y Marta Barbancho y Carlos Lizana.
Para los que estén interesados en adquirir el libro, podrán hacerlo a partir del miércoles en los siguientes puntos: Electrovira Regalos, en la calle Antonio Porras. Papelería-Librería Luisa Mejias, calle Santiago, 2; Multiprecios Los Enanitos, calle Muñoz Torrado, 1; Casa López, Muñoz Torrado, 1A; Josabel Tejidos, calle Mesones. También pueden comprarlo en la calle San Sebastián, 22, domicilio del editor.
El autor en el momento de la firma de un ejemplar al Alcalde |
Asistentes al acto a la espera de la firma del autor |
Para los que estén interesados en adquirir el libro, podrán hacerlo a partir del miércoles en los siguientes puntos: Electrovira Regalos, en la calle Antonio Porras. Papelería-Librería Luisa Mejias, calle Santiago, 2; Multiprecios Los Enanitos, calle Muñoz Torrado, 1; Casa López, Muñoz Torrado, 1A; Josabel Tejidos, calle Mesones. También pueden comprarlo en la calle San Sebastián, 22, domicilio del editor.